Minneapolis. Las familias de George Floyd y de Daunte Wright –joven negro que murió baleado por la policía el fin de semana–, devastadas y unidas en el dolor y la rabia, pidieron ayer el fin de la violencia policial y el racismo en Estados Unidos.
En la ciudad de Minneapolis crece la tensión después de que Wright, de 20 años, fue abatido en un control de tránsito el fin de semana en Brooklyn Center, un suburbio de la ciudad, en la cual se lleva a cabo el juicio contra el ex policía acusado de la muerte de George Floyd, cuya defensa al comenzar sus alegatos, intentó convencer al jurado de que los procedimientos empleados para someter a la víctima fueron “justificados”.
“El mundo está traumatizado por ver a otro afroestadunidense al momento de ser asesinado”, acusó Philonise Floyd, hermano de George, durante una conferencia de prensa en la que ambas familias compartieron el dolor de enfrentarse a lo “impensable”.
Wright fue baleado cuando los policías trataban de arrestarlo con base en una orden de detención pendiente.
La policía calificó la muerte de Wright de “accidental” y explicó que ocurrió cuando la agente Kim Potter procedía a utilizar una pistola inmovilizadora (taser), pero se equivocó y disparó con su arma de fuego.
El abogado Jeff Storms refutó esta afirmación.
“Un accidente es derramar un vaso de leche, no sacar un arma. No es accidente apuntar a alguien con un arma, tampoco lo es ignorar el hecho de que lo que tienes en la mano no pesa lo mismo que una taser”, señaló el letrado que acompañó a las familias.
La agente involucrada en la muerte renunció y el jefe de la policía local también, anunció ayer Mike Elliott, alcalde de Brooklyn Center.
Para activistas como Toshira Garraway, la muerte de Wright es otro ejemplo de la brutalidad policial y la discriminación sistémica.
“Queremos que el mundo sepa que no son incidentes aislados, de hecho George Floyd y Daunte Wright son la cara de cientos de asesinatos aquí en Minnesota”, denunció ante la multitud que acudió a escuchar a las familias.
Este nuevo drama exacerbó la tensión en las calles de Minneapolis en medio del proceso contra Derek Chauvin, el policía blanco acusado de matar a Floyd el 25 de mayo del año pasado, tras inmovilizarlo colocando una rodilla sobre su cuello durante el arresto por haber pagado con un billete falso.
Este proceso histórico –que tiene en vilo al país y es transmitido en directo por muchas cadenas– entró en una nueva fase con la presentación de la defensa.
La tesis de Eric Nelson, abogado del ex policía, es que su cliente respetó las reglas de las fuerzas del orden y que en la muerte de Floyd influyeron el fentanilo encontrado en su sangre y otros factores de salud.
Su objetivo es sembrar la duda, ya que en Estados Unidos los veredictos de los jurados deben ser unánimes.
Los expertos citados por la fiscalía refutaron la tesis de la defensa, por lo que ahora Nelson debe probarla. Para ello convocó a Scott Creighton, agente en retiro que en 2019 arrestó a Floyd.
Después llamó al estrado a Michelle Moseng, paramédico que atendió a Floyd en aquel momento debido a que había consumido drogas, quien describió la conducta de la víctima como “agitada”, aunque el juez anuló ese comentario del informe judicial.
Moseng añadió que recomendó que Floyd fuese hospitalizado sobre la base de su hipertensión, que ella midió en 216 sobre 160, pero que éste se resistió.
En el contrainterrogatorio, el fiscal Erin Eldridge consiguió que Moseng declarara que los índices de respiración, pulso, ritmo cardiaco y electrocardiograma eran normales. Eldridge aclaró que Floyd fue hospitalizado y dado de alta dos horas después.
Desde el inicio del proceso, la familia de Floyd ha denunciado una táctica para ensuciar su memoria. Han insistido en que el proceso es contra Chauvin, no contra Floyd.
Después de una noche de incidentes el domingo, las autoridades declararon toque de queda en toda el aérea de Minneapolis y Saint-Paul el lunes por la noche y desplegaron mil soldados de la Guardia Nacional.
Decenas de manifestantes desafiaron la orden antenoche y protestaron afuera de la comisaría de Brooklyn Center con pancartas en que se leía: “Detengan a todos los policías asesinos y racistas”.
Las fuerzas del orden utilizaron gas lacrimógeno para dispersarlos y cerca de 40 personas fueron detenidas. Los medios locales reportaron algunos actos de vandalismo.