“En 1950 di mi primer concierto. ¿Se imagina? Tengo 78 años, toco desde hace más de 70 años y la gente sigue dispuesta a venir a escucharme. Es conmovedor”, expresa Daniel Barenboim, el legendario pianista y director de orquesta, quien dio su primer concierto a los 7 años.
“Cada vez que toco una pieza, aprendo algo nuevo. Si ayer interpreté un concierto de Mozart y debo tocarlo de nuevo hoy, tengo que empezar de cero”, sostiene el músico,a quien ni el Covid detiene.
El cierre de las salas no lo hizo frenar su carrera, una palabra que dice detestar. “Un músico jamás cae en la rutina, es su peor enemigo”, asegura en entrevista.
El maestro se encuentra en Aix-en-Provence (sureste de Francia) en ocasión del Festival de Semana Santa de música clásica que este año fue difundido en versión digital, debido a la crisis sanitaria.
El martes pasado interpretó, con la pianista argentina Martha Argerich, un programa de piano a cuatro manos que incluyó obras de Mozart, Debussy y Bizet.
Pese a las restricciones, el argentino-israelí viajó desde la capital alemana, donde, desde hace 29 años, es el director musical de la Ópera del Estado de Berlín y de su orquesta, la Staatskapelle.
Desde la crisis, ha grabado su quinta integral de sonatas para piano de Beethoven, lanzó un festival digital de música y ha dirigido conciertos a distancia en directo.
“Un músico nunca llega”
¿El mundo de la música ha aprendido lecciones de la crisis sanitaria? Hasta ahora, muy poco, comenta. “Es muy difícil hablar del futuro después del coronavirus, ya que (antes del Covid) la importancia de la cultura y de la música había retrocedido en los pasados 40 años” por la “falta de educación musical en la escuela”.
Gran militante del acceso a la música al mayor número posible de personas, Barenboim multiplicó las iniciativas en los últimos años, como el lanzamiento de su canal en YouTube donde presenta cinco minutos sobre Debussy, Beethoven o Chopin o la inauguración de una guardería musical en Berlín.
Se congratula por el avance en términos de diversidad y visibilidad de las directoras de orquesta, pero insta a no perder de vista la calidad. “Tiene que haber más músicos negros, más mujeres directoras de orquesta, pero el error sería decir ‘hay un hueco libre esta semana, habría que poner a una mujer’. Se necesita a la mejor, si no, es una falta de respeto para la propia mujer.”
Conocido por su franqueza y su compromiso en favor de la paz, en particular a través de la West-Eastern Divan Orchestra, fundada en 1999 con el pensador palestino estadunidense Edward Said, y su prolongación en la academia de música Barenboim-Said que forma a estudiantes de Oriente Medio, está “horrorizado” por el bloqueo en el conflicto palestino-israelí. “No hay ni una sola persona de ambos lados que quiere mirar al futuro”, dice.
Educación dura
Con un estatus prácticamente intocable de maestro poderoso, Daniel Barenboim fue objeto en 2019 de acusaciones de autoritarismo por parte de sus antiguos colaboradores de la Staatsoper de Berlín. La justicia no pudo probar dichas acusaciones, que él refutó.
No obstante, reconoce que la manera en que “tratamos con la gente ha cambiado en el mundo. Es posible que no fuera lo suficientemente consciente de los cambios desde un punto de vista social y lo dije públicamente a la orquesta, que lo lamentaba si fuera el caso”, asegura, antes de reconocer que tiene problemas con lo “políticamen-te correcto”.
Él mismo recibió una educación “dura” en París de una de las más célebres pedagogas de música, la francesa Nadia Boulanger, cuando tenía 12 años, y recuerda que ella hizo llorar a un tal Astor Piazzolla al decirle que siempre sería “un Stra-vinsky de segunda clase y que debería más bien desarrollar la música de su propio país. Fue ella quien le dio la idea” de revolucionar el tango.
Su contrato en Berlín ha sido prolongado hasta 2027. “Siempre les digo cuando hablamos de futuro que me quedaré mientras tenga fuerzas. Si no, me iré, no quiero quedarme como una reliquia”, afirma.