Gatopardismo es, más en época de elecciones, el afán de aparentar que todo cambia para que en el fondo nada cambie.
El jubilado obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda Silva, de apenas 84 años, anunció su intención de contender por una diputación local a invitación del nuevo partido Fuerza por México –de centro-izquierda, eh–, una de las creaciones del incansable Pedro Haces Barba, ¿aún senador suplente por Morena, ex senador o ambos a la vez?, quien, al igual que Onésimo, es aficionado a los toros, pero además líder de la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México, pero además empresario taurino internacional, pero además impulsor de toreros, pero además ganadero de bravo, pero además presidente de la Asociación Mexicana de Tauromaquia, pero además eficiente gestor ante el gobernador de Sinaloa para que levantara la prohibición a las corridas de toros en ese estado.
Con la satisfacción de haber orientado almas en Ecatepec durante 17 años, Onésimo, jubilado de su cargo en 2012 por razones de edad, declaró orondo: “Ustedes se preguntarán por qué acepté ser candidato; acepté por varios motivos: porque quiero a México ya estoy harto de tanto pendejo que gobierna, y porque México se merece algo mejor”. Al día siguiente, una categórica advertencia del Vaticano le indicó que sólo puede ser candidato a un cargo público si renuncia a su ministerio eclesiástico, es decir, a obispo jubilado, por lo que entonces el polifacético hombre prefirió seguir siendo fiel a su vocación religiosa, mientras Benito Juárez volvía a reposar más o menos tranquilo.
Tras oír al prelado, alguien preguntó: “En el mundo, ¿cuántos millones estarán hartos de tanto pendejo metido a confesor de almitas atribuladas? En la reformada y deformada Constitución, ¿ya fue abolida la separación entre las iglesias y el Estado? Lo de Haces y Cepeda, ¿fue ignorancia o mera publicidad?”.
El otro senador de Morena con licencia, también taurino, empresario y ganadero de bravo, Armando Guadiana Tijerina, incorporado a esa surrealista estampida de ciudadanos que dejan su cargo de elección popular para aspirar a otro cargo de elección popular, declaró recientemente: “Quiero refrendarles que estamos buscando la alcaldía de Saltillo por Morena, con la finalidad de darle a los ciudadanos una mejor calidad de vida, un gobierno para todas y todos. Aún no es momento de dar propuestas, pero llegando los tiempos comenzaremos a dar un mensaje de aliento al pueblo saltillense que con urgencia requiere políticas públicas más humanas y llenas de progreso y desarrollo”. Claro, claro. Pero si en dos años como senador, Guadiana, enemigo de la dinastía Moreira, no logró que se levantara la prohibición de la fiesta de toros en Coahuila, desde una incierta presidencia municipal menos.
Me entero de los 13 potentados más ricos de México en 2020 y, como viene ocurriendo desde hace muchos años, en la lista aparece, ahora en el cuarto sitio, Alberto Baillères, cabeza del Grupo Bal, de Espectáculos Taurinos de México, propietario de los principales cosos del país y actual concesionario de la Plaza de toros México, entre otras muchas empresas. En un año, su fortuna pasó de 6 mil 400 millones a 9 mil 200 millones de dólares, unos 184 mil millones de pesos, cifras inimaginables para los sencillos, como nos llama la Biblia a los simples mortales, y que en la división taurina del mencionado grupo apenas alcanzó para el modesto proyecto México busca un torero, en vez de haber destinado esos fondos a apoyar diestros que presionen y apasionen. Gatopardismo de unos y otros, pues.