Es el nombre que lleva el Festival por la Igualdad que por segundo año promueve el Gobierno de la Ciudad de México. Dentro de las múltiples actividades que organizó, recientemente se inauguró en el Museo de la Ciudad de México la exposición 50 mujeres, 50 obras, 50 años.
Es una muestra del trabajo artístico femenino en diversas disciplinas artísticas que se suma a la lucha de las mujeres por conquistar la visibilidad y el reconocimiento que merecen. Admira la creatividad y el talento de la mayoría de las participantes; son 50 creadoras con diferentes perspectivas y técnicas, como afirmó Brenda Luna Lobato, una de las curadoras: es todo un crisol de pintura, fotografía, grabado, textil, escritura, arte objeto, libro de artista e instalación.
Los temas son diversos y todos muy cercanos a los problemas que padecen las mujeres cotidianamente: violencia de género, memoria, cuerpo femenino, representación de la realidad y lo imaginario, migración, mestizaje, transitoriedad de la vida, destrucción y transformación.
Sólo mencionaremos algunas de las artistas, aunque todas lo merecen, pero estoy segura que van a venir a ver la exposición: Betsabeé Romero, Carla Rippey, Laureana Toledo, Nuria Montiel, Coral Revueltas, Elena Climent, Yolanda Mora, Magali Lara, Perla Krauze, Fernanda Brunet, Miriam Páez, Tania Candiani, Teresa Margolles, Edna Pallares y Estrella Carmona,
Otro regalo de ir a la muestra es deleitarse con el extraordinario palacio que la alberga, que por cierto hay que felicitar al director, el escritor José María Espinasa, porque está impecable.
Vamos a recordar una vez más algo de su historia: en 1531 el predio fue concedido a Juan Gutiérrez Altamirano, fundador de un mayorazgo que se convirtió en condado. Recibió en encomienda los pueblos de Calimaya, Metepec y Tepemeyalco y, por tal razón, a su hijo se le otorgó el título de conde de Calimaya, mismo que usaron 14 de sus descendientes hasta llegar al siglo XX.
En el siglo XVIII la familia decidió reconstruir la casona y contrató al notable arquitecto Francisco Guerrero Torres, quien diseñó una mansión palaciega en estilo barroco. Uno de los lujos de la fachada es una colosal cabeza de serpiente empotrada en la esquina, primorosamente labrada en piedra que se cree que proviene del Templo Mayor.
Otro lo integran las gárgolas que tienen forma de cañón y que fueron una distinción dada al conde por haber sido adelantado de Filipinas. Por ello también se le conoce como Casa de los Cañones.
El portón de acceso fue manufacturado en Manila y llegó a la Nueva España en la nao de China. Es una obra maestra de la ebanistería barroca. Es de los pocos palacios de esa época que conserva dos patios, el de servicio albergaba las caballerizas, almacenes, carruajes y las habitaciones de los caballerangos.
El principal está rodeado por arquerías en tres lados, en el cuarto está adosada al muro una bella fuente semicircular, con un respaldo en forma de concha y la graciosa escultura de una sirena con dos colas que sostiene una guitarra.
En el lado norte del patio se desplanta una amplia escalera que en su arranque luce dos esculturas de piedra en forma de leones y conserva la herrería original.
Al terminar la visita nos cruzamos la plaza, al número siete, para ir comer a La Rinconada, en su bella casona que se dice que es del siglo XVI, y como era jueves aprovechamos para deleitarnos con las pacholas que preparan ese día, solazándonos con el panorama desde un balcón.
En el trayecto nos apareció en el costado de la plaza una mansión recién restaurada que alberga el Hotel boutique Casa de la Luz. El inmueble perteneció al mismo dueño de la Casa de los Cañones y al paso del los siglos se convirtió en una maternidad que llevó el nombre de La Luz. Después tuvo usos comerciales que la deterioraron y ahora renace con una magnífica restauración que estuvo asesorada por el INAH. Tiene 18 habitaciones de lujo, que incluyen una suite presidencial. La decoración discreta y de buen gusto permite apreciar la arquitectura de varios siglos.
En la antigua azotea hicieron una terraza donde se encuentra el restaurante mexicano Tezontle y un spa. Una buena manera de pasar unas vacaciones o cualquier fin de semana, sea usted local o fuereño, es hospedarse aquí y gozar todos los lugares fascinantes que lo rodean.