A pesar del llamado reiterado de las autoridades capitalinas a no bajar la guardia y mantener las medidas sanitarias, vendedores ambulantes, establecidos y ciudadanos han empezado a desestimar el uso del cubrebocas, la aplicación de gel antibacterial, el uso del tapete desinfectante y la sana distancia.
En la explanada de la plaza comercial Pino Suárez, una minoría de vendedores sí utiliza de manera correcta la mascarilla, la mayoría la tiene en la barbilla y al menos una treintena ya no la usa, ni siquiera en el cuello o en las muñecas de las manos, mientras ofrecen a gritos productos como ropa, sandalias, tenis y accesorios para teléfonos, entre otros artículos.
Un hombre sin mica ni cubrebocas a mitad de la plaza ofrece “cubrebocas de a cinco pesos”, mientras una pareja proveniente de Tlalnepantla, estado de México, se lamenta por no encontrar abierto el macrokiosco para realizarse una prueba Covid.
Guadalupe Ramírez mencionó que labora en una tienda de autoservicio que exige la prueba para entrar, mientras una trabajadora del gobierno capitalino que apoya en la toma de muestras le recuerda que los sábados sólo trabajan medio turno y los domingos no abren.
En tanto, personal de algunos comercios establecidos sobre Pino Suárez también olvidaron usar el cubrebocas; en otros negocios ya se quitó el tapete o no tienen líquido y se olvidaron de tomar la temperatura y la aplicación de gel.
En la esquina con Venustiano Carranza, en la Suprema Corte de Justicia, más de una docena de personas no pueden guardar sana distancia porque buscan alguna prenda en 20 pesos o caretas de 35.
Las vallas metálicas fueron retiradas y por las calles principales que llevan al Zócalo se puede caminar en cualquier dirección, sólo hay que evadir a los vendedores, mientras algunos usuarios de la línea 2 del Metro prefieren no usar el cubrebocas.
En la estación Zócalo un efectivo de la Policía Bancaria e Industrial lamenta que “al usuario no se le puede decir nada, no hacen caso o empiezan a grabar con sus teléfonos”, al mencionar que hay ciudadanos que incluso se burlan, pero que todavía hay quienes dicen “sí, ahorita me lo pongo”.