Se cometen 600 mil delitos sexuales anualmente y de ellos, 40 por ciento son contra niñas. Cuatro de cada 10 personas desaparecidas son niñas. Sobre todo por violaciones, el aumento de madres niñas y adolescentes parece imparable. Somos el primer país emisor de pornografía infantil y más de 4 millones de menores no tienen acceso a la educación “obligatoria y gratuita”.
Opinan mis lectores: el proceso electoral ofrece pocas expectativas. Sólo se piensa en adultos, pues son los que votan. La niñez es la última de las preocupaciones. El magisterio tiene su propia agenda, con sólo cuestiones que le afectan como gremio. El movimiento feminista debería poner en la palestra los derechos de los hijos de las mujeres…
Clarice Lispector, en su bello relato “Mientras tanto”, escribe: “extraño a mis hijos, carne de mi carne”. Y sí, aunque el patriarcado fecunda y nos impone su apellido, niños y niñas están hechos con carne de mujer. Por eso es incomprensible que las posturas feministas sólo tengan demandas adultas que, paradójicamente, nos hacen parecer ante ciertos ojos como infantiles y egocéntricas.
Para fortalecer y dar solidez a la agenda feminista debemos incluir a la niñez. Porque toda violación de derechos infantiles es también violación a lo más sensible y amado por las mujeres.
“Es que ya vivimos muchos siglos cuidando niños, ahora somos nosotras” –se escucha. No obstante, la causa de los niños es inseparable de la causa de las mujeres: las guarderías son un derecho infantil; también la pensión alimenticia y violaciones y abusos sexuales deben ser castigados por lo menos con la misma severidad.
Necesitamos una lucha feminista sin violencia (porque la usan para descalificarnos), más incluyente y compleja. En este país tan patriarcal, mujeres, niñas y niños somos considerados seres incompletos y de segunda, debido a la ceguera moral y cultural que padecen desde el Presidente de la República hasta los choferes de pesera, pasando por los partidos políticos.
Para la feminista argentina Rita Segato: “el feminismo no debe pensar en los hombres como enemigos naturales. El enemigo es el orden patriarcal, que a veces está encarnado por las propias mujeres”.
Hace ya tres décadas decidí orientar mi feminismo hacia los derechos de la infancia: carne de nuestra carne.