Pat Metheny interpreta a Arvo Part.
En su guitarra Pikasso, de 42 cuerdas, el guitarrista, un campesino de Missouri, pone en movimiento las presencias angélicas que habitan la partitura que Arvo, un campesino de Tullin, Estonia, tituló Für Alina.
La indicación del compositor es clara en la partitura: Ruhig, erhaben, in sich hineinhorchend = En paz, de manera elevada e introspectiva.
Estamos en el track 11 (número maestro) del nuevo disco de Pat Metheny: Road to the sun.
Grabado en plena cuarentena, este álbum es clara esencia de un producto de pandemia: el aislamiento ha imaginado nuevas formas de creación artística.
Quienes acostumbran guiarse por los motes, apodos, etiquetas para escuchar música, tienen un nuevo problema: el nuevo disco de Metheny tampoco es de jazz.
Se trata, en cambio, de su estreno como compositor.
Es el típico disco de digestión lenta; hasta la ocasión 11 en que el disco termina y lo volvemos a poner a sonar, comenzamos a entender: es en efecto un camino hacia el sol (Road to the sun), pero recoge en su navío a todos los ángeles que encuentra en el trayecto.
El disco bien puede aceptar el subtítulo siguiente: Road to the sun o De la naturaleza de los ángeles.
La ocasión 11 en que escuchamos el track 11: entramos en trance; lo que suena es sagrado, estamos en el territorio de lo sagrado; suenan campanas pequeñas: el inconfundible sonido tintinnábuli que inventó Arvo Part.
La guitarra Pikasso es creación de la laudera canadiense Linda Manzer, quien construyó para Pat Metheny un instrumento que parece cuadro cubista, por eso bautizaron al artefacto mágico Pikasso. Consta de cuatro mástiles, dos oquedades de sonido, dos puertas de acceso y 42 cuerdas. Ah, las maderas provienen de India. Es un arpa, si la observamos al sonar: se arquea, penetrada por la divinidad.
La partitura de Arvo Part en ese instrumento cobra vida nueva, como un hada en medio del bosque, desposada por un duende en el desierto. Es magia. El escucha siente que flota. La música es nítida, desnuda, transparente, una luz blanca que forma el camino hacia el sol.
El track 11 del nuevo disco de Pat Metheny es un estado contemplativo.
Una luz blanca.
Una mañana fresca de octubre, hace pocos años en la ciudad de Guanajuato, Arvo Part dijo al autor del Disquero: “Podría comparar mi música con una luz blanca que contiene todos los colores. Sólo un prisma puede dividir los colores y hacerlos aparecer. Y desaparecer. Este prisma podría ser el espíritu del oyente”.
El espíritu del oyente es como el espíritu de la colmena.
Vale velar el vuelo del velo: el sistema tintinnábuli que inventó Arvo Part es un sistema de tríadas que viajan siempre en paralelo, siempre juntas, en anhelo del horizonte blanco. Una hermosa luz blanca, velamen veloz vertiginoso volátil vital.
Ese sistema de tríadas reproduce el sonido de campanas leves, de ahí el nombre tintinnábuli.
La pieza Für Alina originalmente está escrita para piano y consiste solamente en dos páginas casi blancas, pues el compositor utiliza las notas más simples a la mano. En su casa, en Tallin, Arvo Part hace durar dos horas esta obra, mientras otros pianistas, por ejemplo el holandés Jeroen van Veen, utiliza apenas dos minutos con 41 segundos. Recomendamos nuevamente el disco de Jeroen van Veen: Für Anna Maria. Complete Piano Music; contiene seis versiones de esa partitura.
Pat Metheny toma ocho minutos con 31 segundos que nunca notamos transcurrir debido al estado contemplativo en que nos mece cuando estremece su instrumento en este manto de alhelíes y de aleluyas que se tiende en esas dos páginas del humilde Part.
Percibimos presencias arcangélicas cuando suena esta obra en la guitarra Pikasso de Pat Metheny. Nos hace recordar, de entre su inmensa discografía (los marchantes no saben dónde colocarla en las tiendas de discos, y la meten en el compartimento estanco que dice “jazz”) un disco bellísimo que también atrae a los ángeles y se titula precisamente: Libro de los ángeles, volumen 20. John Zorn. Pat Metheny / Tap.
Las composiciones de John Zorn que interpreta en ese disco Pat Metheny tienen todas nombres de ángeles: Mastema, Albim, Tharsis, Sariel, Phanuel, Hurmiz, y suenan en distintas guitarras de Metheny: acústica, eléctrica, barítona, un sitar, tiple, baja y también un piano, campanas, bandoneón y flugelhorn.
Toda música tiene que ver con el amor, dijo John Zorn a Pat Metheny. Lo mismo escuchó Metheny de labios de Arvo Part. Lo mismo es lo que escuchamos en su nuevo disco: Road to the sun. Toda música tiene que ver con el amor.
Suena Für Alina en la guitarra Pikasso de Pat Metheny con una nueva indicación del compositor en la segunda de las dos páginas de su magra monumental partitura: Mässig oder temperametvoll = moderado, sobrio, o bien, pleno de carácter.
Y ese efecto, el de las palabras que escribió de su puño y letra en esas dos páginas Arvo Part, lo experimenta el escucha: en paz, de manera elevada e introspectiva. Moderado, sobrio, pleno de carácter.
El track 11 del disco Road to the sun de Pat Metheny es lo más hermoso que se ha grabado durante la pandemia.
Un estado contemplativo, un estado de paz, un estado de calma. Una hermosa luz blanca traspasada por aves diminutas que viajan en paralelo, en anhelo del horizonte blanco, rumbo al sol.
La pandemia ha producido mucha música espiritual. El nuevo disco de Pat Metheny es una prueba de eso. Contiene dos partituras de su autoría, la primera de las cuales se titula, por si hubiera duda: Four Paths of Light, para guitarra sola, en cuatro movimientos, interpretada por Jason Vieaux, uno de los semidioses del mundo de la guitarra de concierto, territorio en el que irrumpe Pat Metheny para subvertir el orden y crear, por ende, mayor armonía.
La segunda partitura que escribió Pat Metheny esta cuarentena se titula como el disco: Road to the sun, en seis movimientos, interpretados por otros astros del concertismo en guitarra: The Los Angeles Guitar Quartet.
El cuarto movimiento de esta obra para cuarteto de guitarras es una alucinación: en un momento determinado escuchamos efectos sonoros que parecen producidos por máquinas pero son los dedos de los guitarristas en las cuerdas de sus instrumentos, en glissandi: rugidos de motores de aviones de guerra de los años 40 del siglo XX, enseguida una locomotora antigua y después, sinestesia, vemos filamentos diagonales: lluvia producida por el tañido en pizzicatti sobre las cuerdas de las guitarras, algo así como la versión sonora de la serie México bajo la lluvia de Vicente Rojo, o bien del óleo Golconda, de Magritte.
Un prodigio.
La llegada de Pat Metheny al universo de la guitarra clásica, o guitarra de concierto, es consecuencia de su vasta cultura musical, literaria y poética. Además, los guitarristas, reyes absolutos del imperio de la guitarra de concierto en el mundo, a quienes dedica estas dos obras, ya habían grabado discos de encuentros cercanos del tercer tipo, como el álbum Guitar Hero, de Jason Vieaux, de 2005, donde interpreta obras de Steve Howe, guitarrista del grupo de rock Yes, del guitarrista de country Chet Atkins y, adivinen: de Pat Metheny.
De su lado, los astros integrantes del The Los Angeles Guitar Quartet grabaron, también curiosamente en 2005, el disco Images of Metheny, donde interpretan obras de Path Metheny como si fuera música barroca.
El efecto hipnótico del track 11 del nuevo disco de Path Metheny, este nuevo tintinnábuli cubista, queda mientras tanto flotando en nuestra mente mientras nuestro cuerpo flota también.
Y s e m e c e s u a v e m e n t e