Ciudad de México. En la crónica, sobre todo la de viajes, pocas veces “se ha considerado a las mujeres porque todavía falta mucha investigación por hacer”, afirma Liliana Chávez Díaz a propósito de su libro Viajar sola: identidad y experiencia de viaje en autoras hispanoamericanas, recientemente publicado.
“La crónica de viajes ha sido sobre todo masculina, desde los cronistas de Indias y los de la Conquista. Las de los exploradores europeos que venían a América eran crónicas de aventureros hombres. La investigación puede suscitar una oportunidad de incluir a muchas más autoras dentro del género”, sostiene la profesora e investigadora en entrevista con La Jornada.
El libro, publicado por la Universidad de Barcelona, se originó cuando Chávez Díaz investigaba sobre crónica latinoamericana para su tesis de doctorado en Cambridge. “Me di cuenta de que no había incluido a tantas mujeres cronistas porque no se ajustaban a los parámetros de lo que se consideraba el tipo de crónica que yo estaba buscando.
“Muchas veces no caben dentro de las genealogías o las historias literarias por los criterios que normalmente imponen hombres dentro de estos estudios. Mi hipótesis era que es imposible que las mujeres no hayan viajado, sino que tal vez no han escrito públicamente sobre esto.”
La integrante del Sistema Nacional de Investigadores se dedicó a “buscar esta idea de crónica de viaje dentro de otros géneros, menos conocidos o privados, como la carta o el diario, que muchas veces se publican póstumos a la vida de la autora”. Rastreó publicaciones de escritoras como Rosario Castellanos y Elena Garro, que podrían ser consideradas dentro de esa categoría.
“Por ejemplo, Memorias de España, de Garro, puede leerse como crónica de viaje, aunque ella no le haya incluido ese nombre en el título. En el caso de Rosario Castellanos se publicaron correspondencias con el que fue su esposo; eventualmente se divorciaron. El título es Cartas a Ricardo, en el que le relata muchas de sus experiencias de viaje que nunca publicó. En general no se le había considerado como cronista de viajes.”
La investigadora relata que le interesó “rastrear en el fenómeno de las memorias, una tendencia de la literatura sobre todo de mujeres, como Beatriz Sarlo, Alma Guillermoprieto y Elena Poniatowska, quienes recapitulan sobre su juventud, en la que también están los viajes. Literatura que no se cataloga como crónicas de viajes, pero que puede ser leída así”.
Entre los criterios que excluyen considerar textos escritos por mujeres como crónica está el de movilidad “porque, considerando casos como Juan Villoro o Martín Caparrós, que viajan para hacer sus crónicas, es difícil para ellas tener esa libertad de desplazamiento o disposición de tiempo que pueden tener los autores”.
Otra restricción, agrega Chávez Díaz, es que en temas que se han vuelto muy de moda como el de la violencia, “sí hay mujeres, pero escriben de manera y con metodologías distintas, porque tampoco es tan sencillo ir a un pueblo en medio de la nada o en un contexto violento, dentro de una sociedad que es intrínseca e históricamente machista. Sí hace la diferencia el cuerpo sexuado en este caso para hacer una investigación”.
Un punto más es el de las épocas, ya que en “Elena Garro no ha sido tan valorada su narrativa periodística, por ejemplo, aunque sí publicó varios reportajes. La narrativa de corte testimonial autobiográfico de la escritora no fue valorado en su momento. Ella fue una mujer cosmopolita que en el momento no se leía así o la crítica literaria de ese momento no la pudo incluir porque se salía de sus categorías”.
Relata que el título explora qué significa viajar sola. “Por un lado, estaba la idea de soledad de una mujer que viaja sin acompañantes, pero también me interesaba hacer reflexionar sobre que no siempre tiene que ver con que no viaje con nadie, sino que no lo hace con compañía masculina, lo cual puede tener connotaciones peyorativas.
“También yo soy una viajera, me asumo como tal, y durante mis experiencias de viaje en América Latina me encontré muchas veces siendo la única mujer viajando sola en todos los sentidos, que es lo que les pasa a las autoras que analizo. Quería explorar la idea de que el lenguaje, como ya sabemos por las teorías feministas y de análisis literario en general, también nos está representando la cultura en la que se emplea.”
Travesía y búsqueda personal
Liliana Chávez menciona que “los temas y el tipo de aventuras que enfrentan las mujeres son distintos a los de los hombres, sobre todo las más contemporáneas del siglo XXI. Por ejemplo, la chilena Cynthia Rimsky hace énfasis en la búsqueda personal, tópico que las une a todas. Se dedican a describir el lugar en el que están, pero más a relacionarlo con el sitio en el que están filosóficamente en ese momento de su vida. Lo vinculan más con las emociones y con el proceso que llamaría de ‘subjetivización feminista’.
“Muchas de ellas no se asumían feministas, pensando en Elena Garro o en Beatriz Sarlo. Alma Guillermoprieto escribió el libro ¿Será que soy feminista?, en el que dice que entre los años 60 y 70 no se asumía como feminista, aunque siempre le interesaron estos temas. Mi primer capítulo se llama ‘Memorias: los viajes iniciáticos’.”
En este apartado analiza, por ejemplo, a la escritora nicaragüense Gioconda Belli, quien escribe sus memorias sobre su participación en el movimiento sandinista en El país bajo mi piel, “que no intentan ser memorias de viaje, pero rastreo esa experiencia en mi lectura del texto”.
El segundo capítulo es sobre crónicas, con Susana Chávez-Silverman y su libro Killer Crónicas, que refiere al cuento “El matadero”, de Esteban Echeverría, y con Magali Tercero con Cuando llegaron los bárbaros.
En esta parte “me interesó evidenciar que tenemos un serio problema de definición de crónica, en la que cabe todo y puede caber cualquier relato. Nos falta explorar mucho sobre este género, en el que por su hibridez y apertura a otros géneros pueden caber muchas formas de discursos testimoniales o documentales de los autores”.