Moscú. Al borde de una guerra que de palabra ninguno quiere, pero que cada día parece más posible por las noticias alarmantes que llegan desde la zona en conflicto, Ucrania y Rusia concentran en sus fronteras la mayor cantidad de tropas y armamento desde 2015 y se acusan mutuamente de hacerlo por tener intenciones de emprender una agresión en gran escala.
En un intento de rebajar la tensión este viernes, el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, tras visitar la línea del frente para levantar el ánimo de sus soldados, afirmó que no va a ordenar una ofensiva bélica contra los separatistas pro rusos, dado que “es inaceptable causar un gran número de bajas entre población civil y militares”. Poco después, el comandante en jefe del ejército ucranio, Ruslan Jomchak, emitió un comunicado en los mismos términos.
De su lado, el vocero del Kremlin, Dimitri Peskov, volvió a justificar la repentina reubicación de unidades del ejército ruso cerca del vecino país eslavo al decir: “Ucrania se está convirtiendo de nuevo en una región potencialmente inestable. Y desde luego cualquier país colindante con una región de esas características, que es peligrosa y puede estallar en cualquier momento, toma las medidas que considera necesarias para proteger su propia seguridad”. Y el viceprimer ministro de Rusia, Dimitri Kozak, encargado de la relación de Moscú con Kiev, reiteró que Rusia no dudará en acudir en defensa de sus ciudadanos en caso de que éstos sufran un ataque por parte de Ucrania.
Entretanto, la más reciente sesión por videoconferencia –convocada de urgencia por Ucrania esta semana– del equipo trilateral que debe negociar una solución política al conflicto concluyó sin avance alguno, tras cuatro horas de acusaciones recíprocas entre ucranios y separatistas, ante la impotente mirada de los mediadores de Rusia, Alemania, Francia y la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa).
Desde el punto de mira de Moscú, Ucrania –instigada por Estados Unidos y sus aliados– se propone recuperar por la fuerza los territorios que no se supeditan a Kiev, lo cual implicaría aniquilar a la población de las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donietsk y Lugansk que por origen étnico, lengua, religión e idiosincrasia tiende más hacia Rusia.
El Kremlin, tomando en cuenta que 10 por ciento de los habitantes del Donbas, como se denomina la zona rebelde, ya adquirió la ciudadanía rusa de forma simplificada, no puede permitir ese desenlace y menos cuando dentro de unos meses habrá elecciones para renovar por completo la composición de la Duma o cámara baja del Parlamento ruso.
Visto desde Kiev, que rechaza las acusaciones, Rusia sólo busca un pretexto para iniciar una operación bélica que le permita abrir un corredor hacia Crimea, mediante la ocupación de la ciudad de Jersón, para evitar el bloqueo del suministro de agua a la península declarada hace siete años parte de la Federación Rusa, u otro corredor hacia la región separatista moldava de Transdniéster o, en última instancia, extender los límites de la zona insurrecta hasta el puerto de Mariupol para un mayor control del mar Negro, planes que el Kremlin niega tener en mente.
Hay analistas que creen que el escenario de la invasión rusa se descarta por cuanto, desde un punto de vista formal, ni Jersón ni Mariupol ni ninguna otra ciudad fuera de lo que se ha dado en llamar en las negociaciones para lograr un arreglo político ADRDL (siglas de Algunos Distritos de las Regiones de Donietsk y Lugansk) tienen ciudadanos rusos entre sus habitantes, lo cual hace muy difícil que Moscú pueda justificar la intervención de sus tropas.
En cambio, sostienen, es el contexto ideal para que, en caso de que se pueda culpar a Ucrania de sobrepasar la línea divisoria, las tropas rusas entren en los ADRDL y lleguen a situarse cara a cara con el ejército ucranio y, de ese modo, puedan decir que evitaron un mayor derramamiento de sangre, con el consecuente efecto positivo en las urnas por proteger a sus ciudadanos.
Cualquiera de estas hipótesis para explicar la concentración de tropas y armamento de uno y otro lado de la frontera pasa por alto que, sentados Rusia y Ucrania en un barril de pólvora, es temerario jugar con fuego y pensar que nada va a explotar.