Cuando la pandemia del Covid-19 se extendía por el planeta, las redes sociales divulgaron información en la que se aseguraba que el virus se podía eliminar en 24 horas. Y que “por favor, hagan correr esta noticia y guárdenla en sus ordenadores, ya que ,como es de suponer, los poderes fácticos van a suprimirla”.
El producto que lo detendría es dióxido de cloro disuelto en agua. Se adquiere en Internet bajo el nombre de Miracle Mineral Solution, MMS. Una combinación que sus promotores piden a los médicos utilizarla en los enfermos graves por Covid-19 por ser un desinfectante muy efectivo. También de bacterias y hongos. Desde hace años las dependencias de salud de Europa, Canadá y Estados Unidos han señalado que dicho producto es tóxico y puede ocasionar efectos graves en la salud. Entre ellos, náuseas, vómitos, diarrea, dolor abdominal. Prohibieron su comercialización.
Sin embargo, miles de personas compran el remedio “milagroso”. Por el efecto multiplicador de las redes sociales, un químico utilizado como desinfectante y en la industria textil y del papel, pasó a formar parte del arsenal farmacéutico. Y con gran demanda pues lo recomendaban calificados “científicos”. No faltan usuarios de las redes sociales, especialmente de América Latina, que alaban las bondades de esa sustancia y sostienen haberse curado del virus con ella. Los mensajes circulan libremente, a pesar de que las instancias sanitarias de los principales países del mundo advierten de su peligro.
En cambio, de las redes se eliminaron la mayoría de los videos en que varios científicos defendían el uso del cloro con fines médicos. El más destacado de ellos es el alemán Andreas Kalcker. Pero las autoridades sanitarias no procedieron contra él y otros que con sus recomendaciones ponen en peligro la salud pública. Las de México no lo hicieron con el sacerdote argentino Patricio Hileman que en Ocotlán, Jalisco, dice que “la pandemia tiene fines de dominación a favor de los ricos contra los pobres”, y promueve el dióxido de cloro como “la cura”.
También en las redes sociales fue intensa la campaña contra la vacuna Sputnik V, del famoso Instituto Gamaleya de Rusia. Se decía que no era buena. O que con ella se inoculaba un chip que convertía al comunismo a la gente. Hoy siguen los mensajes donde se asegura que las vacunas matan o son la forma ideada por los centros de poder que dominan el mundo para reducir la población.
Lo que sí enferma y mata es incumplir medidas sanitarias básicas y no vacunarse contra el nuevo coronavirus.