Ciudad de México. En el tercer episodio del nuevo documental de Demi Lovato en YouTube, Dancing with the Devil, la cantante se refiere brevemente a la cultura de los ejércitos de fanáticos tóxicos. La estrella pop, con más de 55 millones de seguidores en Twitter, aborda esa noche de 2018 en que tuvo una sobredosis casi mortal, y cómo la bailarina, coreógrafa y directora creativa Dani Vitale, quien estaba con ella, fue acusada por sus seguidores de ser una “mala influencia”.
Vitale, entrevistada en el documental, parece muy nerviosa al revivir las secuelas de lo ocurrido con su amiga. Cuenta cómo recibió “de cuatro a cinco mil” mensajes al día siguiente, “diciéndome que me mueriera y que me suicidara”.
“Fue horrible ver lo que le pasó a Dani luego de que la gente pensara que ella tuvo que ver con lo que pasó esa noche”, afirma Lovato en defensa de su amiga. “Mis fans son increíbles. Son muy apasionados, pero a veces se pasan de la raya. Aunque quieren lo mejor para mí, no siempre tienen toda la información”.
El año pasado, un crítico realizó en Pitchfork una reseña mayormente positiva del álbum Folklore, de Taylor Swift. Un grupo entre los seguidores de la cantante cargó contra el escritor. Le envió mensajes amenazantes con fotografías de su casa, asegurándole que sabían dónde vivía.
En 2019, los fans de Ariana Grande fueron tras la periodista Roslyn Talusan, quien habló en defensa de su gremio, cuando la cantante publicó un hilo de tuits llamando a la crítica “tan perdida”, “insatisfecha” y “sin sentido”. Incluso después de que intercambiara mensajes con la cantante, quien se disculpó por el comportamiento de sus seguidores, no les pidió que desistieran. “Están molestos y son apasionados”, indicó la cantautora.
Roisin O’Connor, periodista musical de The Independent, también ha lidiado personalmente con una buena cantidad de ataques, incluyendo amenazas de violación y de muerte de parte de seguidores de Eminem, luego de que ella criticara al rapero por usar insultos homofóbicos en una de sus canciones. También ha sido bombardeada por fans de Swift por haber calificado el disco Folklore con cuatro estrellas de cinco. La queja se basaba en que la calificación bajaría el promedio en la página Metracritic.
Sin embargo, también ha habido momentos en que las celebridades parecieran invitar a sus seguidores a hacer reclamos. En 2019, Taylor Swift pidió a sus fans ponerse en contacto con el mánager Scooter Braun “para hacerle saber cómo se sentían” sobre sus intentos de impedir que interpretara sus viejos éxitos en televisión. Esto provocó que algunos acosaran al empresario, publicando lo que parecía ser información privada de su cuenta de Twitter.
En 2019, la cantante Lizzo, de Truth Hurts, se tuvo que disculpar por publicar que una repartidora le había robado su orden de comida. “Me disculpo por poner a esa chica en la mira. Entiendo que tengo muchos seguidores y hubo muchas variables que pudieron ponerla en peligro. Voy a ser más responsable al usar las redes sociales; dejaré mi mezquindad y orgullo en la puerta”, reculó más tarde.
También está el caso de Lana Del Rey, quien discrepó sobre un profundo ensayo acerca de su álbum Norman Fucking Rockwell! escrito por la crítica Ann Powers. Enojada por algunas frases claves que se referían a las letras como “no terminadas” y que calificaban al “personaje” de la cantante de ser “una chica mala a la que le han hecho cosas malas”.
Del Rey respondió en Twitter, etiquetando a Powers: “No me relaciono con ninguna de las observaciones que hiciste sobre la música. No hay nada no terminado en mí. Nunca tuve un personaje. Nunca lo necesité. Nunca lo haré”. Sus seguidores, desafortunadamente, tomaron esas palabras como un aliciente para empezar una serie de ataques verbales en contra de la crítica, que, a diferencia de la cantante, no tiene un equipo para protegerla del abuso.
Powers, por su parte, señaló a Los Ángeles Times: “Es responsabilidad de una crítica ser considerada y honesta consigo misma al reaccionar ante el trabajo de un artista, auien, a su vez, tiene el derecho a no estar de acuerdo con esa respuesta. Respeto a Lana Del Rey y espero que su música siga recibiendo el aprecio apasionado que ha gozado durante años”.
Por su puesto que algunas veces los ejércitos de seguidores han logrado inspirar cambios increíbles. Está el caso del movimiento #FreeBritney que ha logrado que legisladores de Estados Unidos vuelvan a revisar la ley de tutelas, o incluso cuando los fans de k-pop utilizaron TikTok para sabotear un mitin de Donald Trump.
Más a menudo, sin embargo, los fans, sobre todo cuando son indirectamente motivados, pueden detonar enormes olas de odio en línea y poner en verdadero peligro a quien vean como una amenaza.