Caras largas, muy largas de algunos cabilderos del poder económico (incluidos aquellos que dicen ser parte de la 4T), quienes durante más de un año y medio mantuvieron en la congeladora las modificaciones legales contra la onerosa práctica (para los trabajadores, el fisco y las instituciones de seguridad social) del outsourcing contenidas en dos iniciativas (la del senador Napoleón Gómez Urrutia –octubre de 2019– y la del presidente López Obrador –noviembre de 2020–) presentadas ante el Congreso.
Uno de esos cabilderos en el Congreso incumplió su “palabra empeñada” con el poder económico y no pudo evitar que a éste le “faltaran al respeto” y le “tomaran el pelo” (senador Ricardo Monreal dixit) con los cambios propuestos por el dirigente sindical y el mandatario; lástima, porque, como caballo de Troya, ese legislador fue uno de los primeros en bloquear cualquier intento de modificar la ley presentada (un regalo para la patronal de cierre sexenal) por el Borolas y aprobada por diputados y senadores panistas y priístas.
Aunque todavía no queda claro qué tanto se avanzó en el combate a la mencionada práctica (la cual, gracias a Felipe Calderón, creció como la humedad) ni cuándo las modificaciones propuestas pasarían por el tamiz del Congreso, el hecho es que el presidente López Obrador anunció “un acuerdo entre los sectores productivos para ir terminando con el outsourcing. En un tuit –sin apuntar detalles del convenio– anunció “un importante acuerdo entre dirigentes sindicales, empresariales y gobierno en materia de subcontratación y reparto de utilidades en beneficio de todos” ( La Jornada).
Por su parte, la Secretaría del Trabajo, que tampoco ayudó mucho en esta materia, aseguró que los acuerdos alcanzados en materia de outsourcing “comprenden la prohibición de la subcontratación de personal, la regulación de la subcontratación de servicios especializados distintos del objeto social y de la actividad económica preponderante de la empresa contratante, el registro ante la STPS y la inscripción al padrón público de las empresas de subcontratación de servicios y obras especializados, la responsabilidad solidaria en caso de incumplimiento, y el otorgamiento de un plazo de tres meses para que los trabajadores subcontratados pasen a formar parte de la nómina del patrón real… Dichos acuerdos contribuyen a saldar una deuda histórica en favor de las mujeres y hombres que por años han trabajado bajo la figura de la subcontratación y han visto vulnerados sus derechos. Estos acuerdos serán entregados a la Cámara de Diputados para que, en su caso, puedan ser considerados por los legisladores para su aprobación”.
Adicionalmente, según la citada dependencia del Ejecutivo, “se llegó a un acuerdo sobre el tema de reparto de utilidades para evitar posibles distorsiones en empresas de uso intensivo de capital, creando dos modalidades para el cálculo del reparto. Con esta fórmula se elimina la discrecionalidad y se lograría un incremento de 156 por ciento en el monto del reparto de utilidades a los trabajadores”.
Eso “comunicó” la Secretaría del Trabajo en un boletín de ocho párrafos, de los cuales cinco destinó a presentar en sociedad a los asistentes al acto en el que se anunció “el acuerdo entre los sectores productivos para ir terminando con el outsourcing”, algo demasiado breve e insustancial como para informar sobre “un acuerdo histórico” (STPS dixit).
Con todo y la carencia de información detallada sobre qué acordaron las partes, en todo caso lo importante de todo esto es que la patronal se vio en la penosa necesidad de aceptar sentarse en la mesa y “descongelar” el tema del outsourcing, algo que por lo demás corresponde al Congreso por existir dos iniciativas sobre el particular y, por ley, no son los patrones los que deciden qué sí y qué no, sino los diputados y senadores, aunque muchos de ellos sólo sirven al poder empresarial.
Por cierto, ¿dónde está Raúl Beyruti, rey del outsourcing, denunciado por el Servicio de Administración Tributaria y la Unidad de Inteligencia Financiera, con orden de aprehensión de la Fiscalía General de la República? ¿Tomará coñac con Emilio Lozoya?
Las rebanadas del pastel
Lo de Onésimo Cepeda no fue chiste, sino clara muestra de la abyección del grupo al que pertenece y representa. Por cierto, el cura se mordió la lengua cuando dijo “ya estoy harto de tanto pendejo”.