El mural es una forma de arte que está en el ADN de los mexicanos, considera Sofía Castellanos (Ciudad de México, 1992). La pintora y diseñadora gráfica tiene proyectado ejecutar dos murales en 2021. El primero, una colaboración con el tipógrafo Marco López y la Unión Europea en México, se terminó de pintar a mediados de marzo sobre una pared que da a la plaza Francisco Zarco, ubicada a un costado del templo de San Hipólito, entre Paseo de la Reforma y la calle que lleva el nombre del periodista duranguense, en la colonia Guerrero. Se espera inaugurarlo próximamente.
El segundo se realizará en una estación del Metro aún por definir. Será en colaboración con la Organización Mundial por la Paz.
Castellanos, quien pintó su primer mural hace un lustro en el parque Lira, ve el de la plaza Zarco como un “regalo a la ciudad”, en el que abordará “lo que vivimos en la actualidad”, porque “una de las cosas que hacemos los artistas es hablar de nuestro tiempo”. El mural es una manera de “retratar y rendir homenaje a todas las personas que ahorita pasamos por la pandemia”.
También es un “mensaje de esperanza, porque igual si vamos de salida (de la crisis sanitaria), algo que hemos aprendido en estos tiempos es que todos somos más fuertes cuando estamos juntos. Estamos en una sociedad en la que todos importamos y todos tenemos que poner nuestro granito de arena para salir de cualquier adversidad”.
Los murales ejercen el efecto inmediato de siempre mejorar el entorno donde se hacen.
La entrevistada, quien al principio pintaba superficies de pequeño formato, considera el mural como una forma de arte que “está en el ADN del mexicano. Pintar murales me ha ayudado a superarme como artista porque cuando tuve la primera oportunidad de hacer uno fue una misión muy difícil, porque no es lo mismo hacer un cuadro para una exposición como, literalmente, aventarte a hacer una obra con tus dos manos, que, además, mide muchos metros. También es una manera de celebrar la grandeza de los artistas”.
Dice no ser una persona de gran estatura, entonces, cuando termina un mural y se aparta lo ve “gigantesco” y, por ende, “mágico”. Es “entregarte a la circunstancia”. Pintar murales le ha ayudado a aprender otro tipo de técnicas, por ejemplo, el empleo del aerosol y la pintura de texturas diferentes a los que utiliza de manera normal.
El mural, recuerda, es una forma de expresión universal. En 2017 fue invitada, por medio de la embajada de México en Tailandia, para ejecutar Misterios y magia con la finalidad de renovar un barrio en Bangkok. Al año siguiente creó, en colaboración con Francisco Pinzón, el mural más grande que ha hecho hasta el momento, Todos somos uno, de 7 x 35 metros, en la Central de Abastos de la Ciudad de México, que trata sobre protección a la vida submarina. Pintó El sueño de la Tlanchana en Metepec, Estado de México.
Castellanos se refiere a su obra pictórica como “expresiva, atemporal, surrealista, colorida, ligera y femenina”. Le encanta enseñarle al mundo que “también hay muje-res muralistas”.