No son flor de un día. Tampoco fruto de la temporada electoral o respuesta a la 4T. Las organizaciones no gubernamentales (ONG) tienen más de 70 años de vida en México. Por supuesto, a lo largo de tiempo y las distintas coyunturas políticas han modificado su misión, estructura de funcionamiento y modos de intervención social. Pero cualquier debate sobre ellas, debe considerar su larga historia.
Como ha explicado Luis Lopezllera, uno de los padres fundadores de la cooperación al desarrollo en México, en Sociedad civil y pueblos emergentes, las ONG nacen en la década de 1950, de la mano del Secretariado Social Mexicano de la Iglesia católica, formado para atender asuntos sociales. Fruto de este extensionismo es el movimiento de cooperativas de ahorro y crédito, y la fundación de la Escuela de Trabajo Social Vasco de Quiroga, dedicada a formar el personal especializado en esta labor. A finales de la década nació el Centro Nacional de Pastoral Indígena, antecedente del Centro Nacional de Asistencia a las Misiones Indígenas (Cenami), que ha desempeñado un papel fundamental en el acompañamiento a la reconstitución de los pueblos indios (https://bit.ly/3cJBEqY).
En los 60, en un continente sacudido por la revolución cubana y los movimientos de liberación nacional, la encíclica Populorum progressio y las protestas estudiantil-populares, surgen, inspirados en principios cristianos de solidaridad, organismos como el Instituto Mexicano de Estudios Sociales, Promoción del Desarrollo Popular, Centro Nacional de Comunicación Social, Centro de Estudios Educativos y Desarrollo Económico y Social del Mexicano.
En la década siguiente, la Compañía de Jesús cierra el Instituto Patria y compromete sus recursos en Fomento Cultural y Educativo, iniciativa al servicio de proyectos populares. Se crean también instituciones como Análisis, Desarrollo y Gestión y el Equipo Pueblo. Iluminados por la teoría de la alfabetización liberadora de Paulo Freire, centenares de grupos de base construyen un vigoroso movimiento de educación, salud y vivienda popular.
Las ONG se convirtieron, en el espacio asociativo para que sectores de la intelectualidad crítica se vincularan al campo popular. Y, más allá del trabajo organizativo y de concientización que realizaban, funcionaron como bisagras que enlazaban mundos distintos y construían circuitos de mediación social y laboratorios de desarrollos alternativos.
Durante los 80, los organismos civiles se desarrollaron teniendo como objetivo central intervenir en el movimiento popular, con las herramientas de la educación popular. Se concibieron como instrumento del movimiento social y actuaron con él desde una perspectiva autogestiva, clasista y de movilización de masas (https://bit.ly/2Pnnjrv).
Los sismos de 1985 modificaron sensiblemente el mundo de las ONG. El inmenso protagonismo ciudadano propició el surgimiento de un mito refundador: la autorganización de la sociedad civil como semilla y cimiento de un nuevo orden. Se produjo a partir de entonces una proliferación sin precedentes de ONG y apoyos de la cooperación internacional.
Este asociacionismo se financió (y se hace hasta ahora) con recursos de la asistencia oficial al desarrollo de los países del primer mundo, mediante embajadas e instituciones privadas, multilaterales, no lucrativas, así como de sus propias campañas de fondeo. Recibir recursos del exterior no los convirtió en agentes al servicio de potencias extranjeras o de intereses corporativos. Aunque agencias como Usaid y la NED tienen una agenda injerencista y algunos de sus donatarios están dispuestos a servir a esos propósitos, la inmensa mayoría de las ONG no se presta a ello.
El auge neocardenista de 1988 fue el nuevo terremoto en el horizonte de los organismos civiles. Muchos revaloraron la política partidaria y la lucha electoral. Su acercamiento a la política institucional terminó provocando que se les cayera la N y sus integrantes en funcionarios públicos.
Simultáneamente, con el triunfo del foxismo, el viejo asociacionismo empresarial articulado alrededor de instituciones de asistencia privada y de filantropía, cambió radicalmente su misión y se lanzó de lleno a la disputa del espacio de la cooperación internacional, asumiéndose como los representantes de la sociedad civil. Organismos como Mexicanos Primero o Mexicanos contra la Corrupción, ambos encabezados en distintos momentos por Claudio X. González, fueron punta de lanza de esta iniciativa. Su poder y recursos les permitieron ocupar con relativa facilidad buena parte de este espacio en áreas claves como la educación (https://bit.ly/39FnR2F). Hoy desempeñan un papel relevante en la articulación de un bloque electoral opositor de derechas.
La ofensiva de la derecha empresarial para asumirse como vocera de la sociedad civil no quiere decir que no exista en el país una amplia constelación de ONG (especialmente en el área de los derechos humanos) y movimientos ciudadanos que defienden genuinamente las causas populares, más allá de la esfera estatal.
No hay que confundirse. Una cosa es avalar, como hacen irresponsablemente algunos, la inadmisible intervención del Departamento de Estado de Estados Unidos en asuntos internos, y otra funcionar con las legítimas reglas del juego de financiamiento de la cooperación internacional.
Twitter: @lhan55