Hasta ahora, por alguna razón que busca, cuando menos en apariencia, no mostrarnos el fondo del problema, el affaire Notimex se ha complicado y hoy se presenta ya como irresoluble.
Primero se tiene que entender que la Agencia Mexicana de Noticias es mucho más que los chismarrajos que pueda obtener el Departamento de Estado de Estados Unidos a partir de las colaboraciones que han elevado el conflicto a niveles de destrucción, o que Sanjuana Martínez, convertida en el pretexto de los de dentro para tratar de demostrar que su nombramiento era un error y los de fuera para descalificar a la agencia.
Para los de dentro, restar todos los apoyos posibles a la directiva de la agencia era parte del plan para hacer fracasar a Notimex, y aunque de ninguna manera esto la convertía en víctima, sí la puso a deambular por el filo de la navaja.
No obstante, la combinación de los afanes de los de dentro y los de fuera dio como resultado la muerte de la empresa, que de ninguna manera podrá volver a su actividad periodística, lo que a todas luces es una pérdida inconmensurable para el Estado mexicano. Hay que recordar que, regularmente, los países, fuertes o no, cuentan con una agencia que les permite esparcir la voz y las ideas de los gobiernos dentro y fuera de sus territorios, además de las expresiones políticas de su ámbito.
Pero, ¡cuidado!, ese es el fondo del conflicto: México se ha quedado sin poder difundir los conceptos y las ideas de sus gobernantes. Silenciar la voz discordante –en este caso y dadas las circunstancias, la de López Obrador– para que la otra voz, la del pensamiento único, cabalgara sin competidor. Por ejemplo, entre los medios del interior del país parece ser el fin. De eso se trataba y nada más. Los de dentro y los de fuera lo han hecho posible.
Hoy ya no hay salvación para la agencia. Con un sindicato beligerante que, sotto voce, tiene sus apoyos en el mismo aparato de gobierno y la intención de algunos organismos del sector privado por descalificarla, el retorno de Notimex a la normalidad no encuentra lógica.
Y si todo esto se conjuga con las normas que obligan al Ejecutivo, desde los organismos electorales, a la autocensura o a guardar “vedas”, dicho de otro modo: a silenciarse, se empieza a esbozar la escandalosa idea de que la voz de la Presidencia estorba. Su silencio es fundamental para algunos otros planes.
Para el Estado, que debe contar con una agencia de noticias, empezar de cero tal vez sea la fórmula. Un nuevo concepto de comunicación respaldado por un aparato administrativo que entienda el porqué de su existencia y un equipo de trabajadores comprometidos con la transformación del país podrían construir el andamiaje que requiere un instrumento de comunicación como la agencia del Estado mexicano. ¿Se necesita voluntad? Sí, pero también visión de futuro y aquel famoso savoir faire, hoy tan escaso.
De pasadita
¿Fue una alucinación? Era un conglomerado que se aceptaba tal como era, con sus diferencias pero sin prejuicios sociales de ningún tipo. Al contrario, solidario y ordenado como si se tratara de la muestra de una sociedad que ya ha cambiado.
Se nos iba a inyectar vida y, en ese entendido, entre risas, llantos de agradecimiento, anécdotas, cantos, bailes y selfies, nos vacunaron y no, no era alucinación. Gracias.