Ciudad Del Vaticano. El papa Francisco condenó ayer, en su homilía pascual, que haya “demasiadas guerras y demasiada violencia”, incluso durante la pandemia, y pidió a la comunidad internacional compartir las vacunas anti-Covid con los países más desfavorecidos.
Francisco dedicó su discurso pascual, antes de la bendición Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo, en latín), a los más vulnerables, los enfermos de Covid-19, los migrantes, las personas que debido a la pandemia viven en la precariedad y las poblaciones que sufren las guerras.
Francisco atemperó su discurso con deseos de alegría en el día de la fiesta cristiana, junto con relatos de dolor de los muchos conflictos armados del mundo y otras fuentes de violencia en África, Medio Oriente, Asia y Europa del Este.
Luego de rendir un homenaje a los médicos y enfermeras en primera línea de la pandemia, hizo un llamado a la comunidad internacional para superar los retrasos en la distribución de las vacunas para el Covid-19 y garantizar que los suministros lleguen a los países más pobres.
“Todos, especialmente los más vulnerables entre nosotros, requieren asistencia y tienen derecho a tener acceso a la atención necesaria”, dijo Jorge Mario Bergoglio. Al describir las vacunas como una “herramienta esencial” en la batalla contra la pandemia, Francisco pidió un “espíritu de responsabilidad global” y alentó a las naciones a superar “los retrasos en la distribución de vacunas y facilitar su distribución, especialmente en los países más pobres”.
También lamentó que persista la guerra durante la pandemia, que “aún se está extendiendo, mientras la crisis social y económica sigue siendo grave, especialmente para los pobres.
“Sin embargo, y esto es escandaloso, los conflictos armados no han terminado y los arsenales militares se están fortaleciendo”, dijo, enojado, el Papa argentino. “Este es el escándalo de hoy”, aseguró.
“¡Todavía hay demasiadas guerras y demasiada violencia en el mundo!”, agregó, al enumerar algunos de los conflictos más devastadores, como el de Siria, Yemen y Libia.
Debe silenciarse “el clamor de las armas”
Francisco pidió silenciar “el clamor de las armas en la querida y atormentada Siria, donde millones de personas viven actualmente en condiciones inhumanas, así como en Yemen, cuyas vicisitudes están rodeadas de un silencio ensordecedor y escandaloso, y en Libia, donde finalmente se vislumbra la salida a una década de contiendas y enfrentamientos sangrientos”.
También mencionó a los que en Myanmar, donde hace dos meses se produjo un golpe de Estado y los militares reprimen con sangre las protestas, “están comprometidos con la democracia, haciendo oír su voz de forma pacífica”.
Pidió a la comunidad internacional ayudar al “pueblo libanés, que atraviesa un periodo de dificultades e incertidumbres” y que “israelíes y palestinos vuelvan a encontrar la fuerza del diálogo para alcanzar una solución estable”, insistiendo en una solución con dos Estados independientes.
En su mensaje, el Papa elogió “el camino de pacificación que ha emprendido” Irak, donde estuvo en marzo en una visita histórica, y fustigó “la violencia interna y el terrorismo internacional” en el Sahel y en Nigeria. También pidió la liberación de los prisioneros en los conflictos de Ucrania y Nagorno Karabaj.
Pronunció el discurso aproximadamente una hora después de celebrar la Misa de Pascua en la Basílica de San Pedro, con unos 200 fieles en los bancos esperando su regreso, de acuerdo con los protocolos de la pandemia.
“Queridos hermanos y hermanas, una vez más este año, en varios lugares, muchos cristianos han celebrado la Pascua bajo severas restricciones y, en ocasiones, sin poder asistir a las celebraciones litúrgicas”, dijo Francisco, antes de ofrecer una bendición apostólica especial a los fieles de todo el mundo.
“Oramos para que esas restricciones, así como todas las limitantes a la libertad de culto y religión en todo el mundo, puedan ser levantadas y que todos puedan orar y alabar a Dios libremente”, agregó.
Normalmente, el discurso sobre los asuntos mundiales se pronuncia desde el balcón central de la basílica con vistas a la Plaza de San Pedro. En cambio, por segunda Pascua consecutiva, se leyó en interiores para evitar que llegaran multitudes a la explanada.
Desde el inicio de la pandemia, el Papa argentino, de 84 años, acostumbrado a las multitudes y que saluda a los fieles en sus encuentros, ha reducido mucho sus apariciones en público.