París. Ya sea interpretando Gloria a Egipto en Aída o Gloria inmortal de nuestros antepasados en Fausto, la imagen es singular: los coros de la Ópera de París afrontan el desafío de cantar al unísono, pese a la “barrera” del sonido del cubrebocas.
Casi 70 artistas participan en una nueva versión de Fausto de Gounod, después de La flauta mágica y de Aída, tres grabaciones audiovisuales realizadas por la institución desde el cierre de las salas de espectáculos hace casi cinco meses en Francia, debido a la pandemia.
Les reconforta volver al escenario, aunque sea sin público, pero el desafío es de talla: contrariamente a los solistas, los miembros del coro deben cantar con mascarilla debido a su proximidad y pese a someterse aexamen de laboratorio de PCR una vez por semana.
Cantar con cubrebocas “afecta sobremanera la emisión del canto (...) hay una barrera delante del sonido”, explica a la AFP Sylvie Delaunay, miembro de coro.
“En la ópera se canta haciendo grandes inspiraciones, expiraciones, por lo que uno se cansa mucho con la respiración alterada”.
Los coros emplean cubrebocas de grado quirúrgico planas (y negras para el espectáculo) y descartan las FFP2: “A la que uno inspira, ¡se la traga!”, según Delaunay.
En los ensayos, los artistas acatan el distanciamiento físico, lo que supone una dificultad más.
“Nos oímos peor: oímos a la vecina de la derecha, de la izquierda, que están a 1.5 m; a la de detrás, pero el sonido del grupo está mucho más alejado (...) La resonancia del volumen no es en absoluto la misma”, agrega esta artista, que trabaja en la ópera desde hace 23 años.
Si bien en Fausto hay una escena de discoteca en la versión moderna del alemán Tobias Kratzer, las puestas en escena se adaptaron para limitar los contactos, pero se descartó el distanciamiento extremo para respetar la cohesión del coro.
El resultado sorprende al público
Los artistas aceptan de buena gana las reglas para “poder trabajar”. El resultado puede sorprender, especialmente la resonancia de su voz, como pudo constatar la AFP al asistir al ensayo general en la Ópera Bastilla.
La uniformización no es fácil, admite José Luis Basso, jefe de coros de la Ópera de París desde 2014, que será próximamente remplazado por Ching-Lien Wu, primera mujer en ocupar el cargo en la institución fundada en el siglo XVII.
Con la mascarilla “se pierde un poco en cuanto a articulación, dicción (...) El trabajo de los artistas de los coros es precisamente exagerar la pronunciación de las palabras, pero los resultados no están mal”, asegura con una sonrisa este italo-argentino, cuyo trabajo ha sido aplaudido por la crítica.
Si bien suelen desempeñar un papel de acompañamiento, los coros representan a veces un personaje aparte y cantan momentos célebres del repertorio, en particular con Verdi, como Va pensiero de Nabucco, y con Wagner.
En Fausto, una de las óperas francesas más conocidas, el coro interpreta especialmente las arias Vino o cerveza y Gloria inmortal de nuestros ancestros.
Basso recuerda la importancia de estos grupos, subrayando hasta qué punto le exaspera el cliché que sostiene que sus miembros son “personas que no lograron hacer carrera como solistas y que para ganar su vida cantan en un coro. ¡No es así para nada!
“Las pruebas para entrar en la ópera son muy exigentes”, defiende Basso, citando los requisitos de dominar varios idiomas, estilos musicales, la musicalidad, etcétera.
Para Alexander Neef, director general de la Ópera de París, lo fundamental ahora es garantizar un entorno sanitario seguro para que los artistas continúen trabajando. “Si no actuamos, no existimos”, afirma.