México-Tenochtitlan, la ciudad más grande del mundo a principios del siglo XVI, era el centro político y económico de la zona más densamente poblada de lo que sería después la Nueva España: la Cuenca de México, cuya forma es de un rectángulo irregular inclinado en sentido noreste-suroeste, con una superficie de casi 10 mil kilómetros cuadrados. Sus límites naturales son cadenas montañosas de considerable altura entre las cuales podemos mencionar los volcanes Iztaccíhuatl, Popocatépetl y el Ajusco.
En el centro de la cuenca se encontraba el gran lago o complejo de lagos que se alimentaban con el flujo de los manantiales y el aporte de los ríos. Según los conquistadores, al amanecer, desde las montañas éste se veía como una gran tarja de plata. Sobre las islas y en las riberas se apiñaban las ciudades levantando los techos de sus templos y macizas pirámides y sus vastas sementeras.
La población estaba distribuida en unos 200 poblados con sedes como Azcapotzalco, Texcoco o Culhuacán. La principal zona agrícola de la cuenca era la región de las chinampas en los lagos de Xochimilco y Chalco, al sur.
Las sociedades de la cuenca, anteriores a la Conquista, están basadas en una compleja tecnología hidráulica que permite disponer de excedentes agrícolas y que buena parte de la población se dedicara a actividades no productivas, originándose así una elaboración cultural muy rica y diversa. Los tenochcas construyeron diques y acueductos para moderar el flujo de los lagos y los ríos: el primer acueducto, hacia 1430, es el de Tlacopan, al que siguieron los de Chapultepec y Coyoacán.
Por ellos se conducía el agua dulce para lavar el suelo salitroso, regar la zona de cultivo, mantener el nivel del lago, a manera de impedir la invasión de aguas salobres y satisfacer el consumo doméstico. Las grandes obras bajo una dirección centralizada se realizan cuando ya los aztecas se habían convertido en imperio.
México-Tenochtitlan era no sólo el centro de la cuenca, sino también la cabeza de un vasto imperio. Pero no de un imperio estable con muchos siglos de historia, sino de un dominio naciente, en formación, fundado apenas en el año de 1428, después de la derrota de Azcapotzalco. A la llegada de los españoles tenía apenas nueve décadas de existencia. En ese periodo Tenochtitlan formó la alianza tripartita con Texcoco y Tlacopan e inició inmediatamente su expansión en la cuenca de México.
A la llegada de los españoles la entidad política más grande e importante de Mesoamérica era el Imperio de la Triple Alianza, donde las tres ciudades eran gobernadas cada una por un gran rey (huey tlatoani).
Este imperio dominaba la cuenca de México, sede de las tres capitales, y se extendía desde la costa del Golfo de México hasta el Pacífico; desde las fronteras de Metztitlan, un valle en el estado de Hidalgo, los chichimecas y el reino tarasco de Michoacán, en el norte y noroeste, hasta el istmo de Tehuantepec y Soconusco de Chiapas en el sureste.
El equilibrio entre los tres reinos de la Alianza fue cambiando durante su historia. Con el crecimiento del poder de Tenochtitlan, su rey dirigía las actividades militares del Imperio. Moctezuma II (1502-1520) alienta a Texcoco, el segundo poder de la alianza, a una guerra con Tlaxcala en 1515, pero los traiciona avisándole a los tlaxcaltecas y usa la derrota de Texcoco para justificar la revocación de su derecho al tributo en una amplia zona.
Al reclamar Nezahualpilli, rey de Texcoco, Moctezuma respondió que el imperio se gobernaría a partir de entonces por sólo uno de los tres reyes y que él era el supremo señor.
El poder de Moctezuma II creció, pero a costa de una fractura de la alianza tripartita que habría de ser fatal durante la invasión española. A la llegada de los españoles, la Triple Alianza se hallaba sacudida por graves conflictos entre Tenochtitlan y Texcoco.
* Historiador mexicano. Autor del libro La conquista, catástrofe de los pueblos originarios