Ciudad de México. Este año de 2021 se conmemoran 700 años de la fundación de México-Tenochtitlan, 500 de su valerosa defensa contra los conquistadores y 200 de la consumación de la Independencia. Los artículos que siguen están dedicados a la gran capital de los mexicas en tiempos de la Conquista.
Una maravilla del ingenio humano: una ciudad de 300 mil habitantes, la más grande de su época, anfibia como Venecia. Fue construida inicialmente en una zona pantanosa, en dos islas: Tenochtitlan y Tlatelolco. Los esforzados habitantes supieron aprovechar los pantanos para ganar territorio al lago y los núcleos de población se fueron uniendo mediante la construcción de chinampas, no sólo las que servían como áreas de cultivo, sino también como base para la edificación de viviendas. Una de las técnicas de construcción más socorridas por mexicas y tlatelolcas es el uso de plataformas con cimientos de pilotes de madera que unen una apretada base de troncos que a su vez soportan las construcciones. Los centros ceremoniales y las casas de los nobles son de tezontle, piedra fuerte y porosa, de poco peso, fácil de tallar, con enlucido blanco; las de los comunes eran construcciones modestas de adobes o bien de madera y paja.
En los 15.3 kilómetros cuadrados de su superficie, la percepción del espacio difiere profundamente de la que seguían los europeos en sus ciudades feudales: México-Tenochtitlan es una combinación de lo urbano y lo campestre, un altépetl que incluye los dos elementos en una abigarrada unidad en que los jardines y los cultivos se combinan con los barrios apretados y las construcciones monumentales para crear un espectáculo original de gran belleza.
Las calles y los canales que cuadriculan la ciudad son –según Antonio de Solís– espaciosos y nivelados; las de agua contaban con numerosos puentes para la comunicación de los vecinos; las que únicamente eran de tierra habían sido hechas a mano. Y finalmente las calles mixtas de tierra y agua tienen a los lados un espacio por donde las personas podían caminar y en el centro un canal que permitía el paso de las canoas de diferentes dimensiones que transportaban pasajeros y mercancías. La conquista del suelo exige mucho trabajo, había braseros que desecaban la atmósfera y producían ceniza que a su vez enriquecía el suelo. Se plantaban sauces y se rellenaban los estanques y las partes más pantanosas para evitar que el lago avanzara. El tráfico de canoas que surcaban los canales de Tenochtitlan rondaba 50 mil embarcaciones, cuyos tamaños iban desde el personal a las de las trajineras que podían transportar a varias decenas de personas. Cortés asegura que el comercio principal se hacía en embarcaciones y Torquemada sostiene que no había vecino en toda la laguna que no tuviera una barquilla.
Los medios de transporte acuáticos representaban un ahorro sustancial respecto a los terrestres, que dependían exclusivamente de un sistema de miles de tamemes (cargadores profesionales). México-Tenochtitlan se unía a tierra firme mediante tres grandes calzadas. Hacia el sur, la calzada de Iztapalapa, que según los conquistadores media dos leguas de largo (unos 10 km), lo que la convertía en la calzada de mayor longitud conectando con los pueblos de las chinampas.
A la altura de Mexicaltzingo la calzada se dividía en dos direcciones, una hacia Iztapalapa y la otra hacia Coyoacán. Al norte, la calzada del Tepeyac unía a la ciudad con dicha población. Por último la calzada de Tlacopan (Tacuba) conectaba a Tenochtitlan con la capital de uno de los aliados de la Triple Alianza. Las calzadas más transitadas eran la de Iztapalapa en dirección sur y la de Tacuba en dirección occidental y, en menor medida, la del Tepeyac hacia el norte. Fuera de las calzadas había numerosos embarcaderos que permitían a la ciudad comunicarse directamente con cualquier punto en el complejo de lagos. Bernal Díaz describe así la entrada de los españoles por la calzada de Iztapalapa:
“Íbamos por nuestra calzada adelante, la cual es ancha de ocho pasos, y va tan derecha a la ciudad de México, que me parece que no se torcía poco ni mucho, y aunque, toda iba llena de aquellas gentes que no cabían, unos que entraban en México y otros salían…”
Para una sociedad en que la ideología es religión, se comprende que el centro de la ciudad sea ante todo un espacio ceremonial, pero también sede del poder político. Sobre aproximadamente 250 mil metros cuadrados se agrupaban las casas de las divinidades, de sacerdotes y sacerdotisas, los colegios, los patios, los lugares para el sacrificio, es decir, un conjunto de más de 60 grandes edificios. Dominando esta zona ceremonial, la pirámide del Templo Mayor se elevaba hacia el cielo. Los santuarios gemelos de Huitzilopochtli, “colibrí zurdo”, dios de la guerra, y de Tláloc, dios de la lluvia y los agricultores, ocupaban la cúspide. Dos tramos de escaleras conducían a esos oratorios desde donde la vista se extendía sobre la ciudad y los lagos, abarcando el conjunto del valle hasta los volcanes resplandecientes de nieve.
El Palacio de Moctezuma II era uno de los edificios más elaborados y grandiosos del imperio azteca. Estaba situado sobre el lado sur del Templo Mayor, donde actualmente se erige el Palacio Presidencial de México. Es un gran complejo que alberga mil guardias, sirvientes, cocineros y miembros del harem del rey. Aproximadamente 600 nobles estaban presentes en todo momento. El palacio estaba rodeado por un gran jardín, otros palacios menores, residencias, arsenales y otras estructuras para las órdenes militares.
* Historiador mexicano. Autor del libro La conquista, catástrofe de los pueblos originarios.