Notables enfrentamientos retóricos a muy alto nivel, ocurridos recientemente entre Estados Unidos (EU), de un lado y, Rusia y China, de otro, han hecho que analistas se pregunten si estamos en el inicio de una nueva guerra fría. Las alarmas saltaron a raíz del disparatado e insensato calificativo de “asesino” al presidente de Rusia, Vladimir Putin, por parte de su homólogo estadunidense, Joe Biden, con la consiguiente réplica rusa –ésta sí, inteligente y calibrada– y el duro choque verbal en un pueblo perdido de Alaska entre los más altos representantes de política exterior de China y EU, los cancilleres Wang Yi y Antony Blinken. Una conclusión se desprende, por si a alguien le quedaba duda: Moscú y Pekín, aunque sin caer en provocaciones, no se cruzarán de brazos frente a la ilimitada insolencia y arrogancia de Washington.
No son nuevos los duelos verbales entre el primer poder imperialista y las dos potencias con las que, por más que le pese, debe sentarse a discutir los principales temas y diferendos internacionales. La unipolaridad llegó a su fin en la primera década del siglo XXI aunque Washington insista en continuar pareciendo el matón del barrio y se embelese con sus discursos sobre el liderazgo mundial que supuestamente está destinado a ejercer. No obstante, ha llamado la atención la temprana agresividad y el amateurismo diplomático con que se ha estrenado el equipo de Biden. Basta tomar nota de los incidentes que aquí comentamos, del bombardeo a Siria el 26 de febrero en obvio apoyo a milicias terroristas y el numerito del secretario de Estado Blinken el martes pasado, sermoneando sobre los derechos humanos en el mundo, la mano más cargada, como siempre, contra los países independientes, que, por supuesto, no son de su agrado.
Pero, retórica aparte, la beligerancia de EU contra Rusia y China no es nueva. De hecho, en lo que concierne a la Rusia postsoviética se remonta claramente a la brutal e ilegal guerra aérea de 78 días de la OTAN contra Serbia y, en otra abierta violación del derecho internacional, la secesión de Kosovo, lugar de gran valor simbólico para la identidad eslava y rusa y, a la vez, parte integrante del país agredido. De ahí que sean tan hipócritas los desgarramientos de vestiduras occidentales por el reintegro de Crimea a Rusia, logrado sin disparar un tiro y con el clamoroso apoyo de la mayoritaria población de origen ruso. Grave amenaza ha sido el corrimiento de la OTAN hacia las fronteras de Rusia, el emplazamiento del llamado escudo antimisiles inicialmente supuesto a proteger a Europa y a Rusia de las acciones de los denominados estados “canallas”, presuntamente Irán y la República Popular Democrática de Corea. Aunque era evidente su rumbo hacia el gigante euroasiático y ulteriormente también contra China. No debe faltar aquí la provocación antirrusa montada por EU e Israel en 2008 al armar y empujar a Georgia contra las tropas de paz rusas en Osetia del Sur, que derivó en el contragolpe de Moscú en territorio de la nación caucásica.
Putin había dejado clara su postura en la ponencia que presentó el año anterior en la no gubernamental Conferencia de Política de Seguridad de Munich, de la que –dada su actualidad– tomo párrafos sintetizados entonces por el diario El País, de Madrid:
Han fracasado los intentos de construir un mundo monopolar, en el que EU se erige en el centro de poder. No sólo eran irrealistas, es que contradicen la más elemental noción de democracia. Un mundo democrático es siempre pluralista; “los que se empeñan en enseñarnos democracia no están dispuestos a aprenderla”, subrayó el mandatario ruso. La utilización de la fuerza para conseguir este mundo monopolar, dirigido por una única superpotencia, ha provocado muchos más conflictos bélicos y costos en vidas humanas que el sistema bipolar anterior. La única legitimidad para el uso de la fuerza la proporciona la ONU y no la OTAN ni la Unión Europea.
No son respetados (por EU) los acuerdos firmados de desarme progresivo entre las dos grandes potencias atómicas ni tampoco el tratado de no proliferación, aumentando continuamente los países que poseen armamento nuclear. Es imprescindible impedir la militarización del espacio cósmico. Rusia tampoco acepta que EU establezca en Polonia y en la República Checa un sistema de antimisiles, ya que la obligaría a iniciar de nuevo un proceso de rearme. No es convincente la explicación de que va dirigido contra los países que indirectamente se mencionan como posibles riesgos, ya que no poseen misiles de largo alcance ni los tendrán en el futuro previsible. Hasta aquí la síntesis de las palabras de Putin.
Pero aquí no agotamos este sucinto recuento de las agresiones de EU contra Rusia y nos queda hablar de las que realiza contra China y otros elementos fundamentales constitutivos de la actual versión de la guerra fría.
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