Nuestro muralismo es interseccional o está perdido en el abismo, afirmó la artista transgénero Coral Ambrosía respecto al trabajo que se hace en las calles y los espacios públicos orientado a impulsar la conciencia de género.
“Si queremos hacer un muralismo con conciencia de género debemos también tener conciencia de clase, entender las cuestiones étnicas, las de género y las de las personas migrantes”, sostuvo la activista por los derechos trans.
En la mesa redonda Muralismo y conciencia de género, efectuada la tarde-noche del martes como parte del primer Congreso Internacional A 100 años del muralismo mexicano, Coral Ambrosía condenó el asesinato de la migrante salvadoreña Victoria Saldaña, a manos de policías en Tulum, Quintana Roo, y exigió justicia.
Ya en el tema de la cita, explicó que su participación se daba desde “una posición de género que ha sido excluida y eliminada” y se pronunció contra el muralismo oficialista construido por José Vasconcelos.
“No debemos dar atención al muralismo oficialista, nuestro movimiento tiene que ver con cuestiones de vida y muerte”, sostuvo, “el muro es una entidad pública no oficial ni oficialista”.
Criticó que se criminalice a los artistas y los movimientos que toman los muros y otros espacios públicos para expresar sus inconformidades y descontentos, como el caso de las pintas hechas por mujeres en las marchas con motivo del Día Internacional de la Mujer, y que con ese motivo se haya cercado a Palacio Nacional el pasado 8 de marzo.
Habló del proyecto de pintura mural en el Centro de Readaptación Femenil de Santa Martha Acatitla, donde entre 2008 y 2013 las internas realizaron cuatro obras monumentales, así como el documental No nos pintamos solas.
El proyecto permitió a sus hacedoras expresarse y dar a conocer sus historias: “Las confrontaron con su propia definición de justicia y de ser mujer en un sistema que las juzgaba por su género. Dentro de un patriarcado tan duro y fuerte como el que vivimos cotidianamente, se enfrentaron a saber y darse cuenta de cómo son invisibilizadas por ser mujer y delincuentes, como las tachaban”.
Las promotoras culturales y activistas Claudia de Anda y Arelhí Galicia hablaron sobre esa iniciativa y aseguraron que adueñarse de los muros y pintarlos para exigir justicia es una acción muy antigua.
Hace décadas, cada 8 de marzo las mujeres se organizan para salir a las calles y denunciar la situación de violencia que cada vez es más extrema contra ese género en todas sus diversidades.
El Sistema Nacional de Seguridad Pública, refirieron, reporta que el año pasado se denunciaron 54 mil 342 delitos sexuales y fueron asesinadas 3 mil 752 mujeres y niñas; es decir, 10.2 al día; además, 5 mil 223 desaparecieron de enero a agosto de 2020 en 12 estados.
En la mesa, participaron también la promotora Natacha Lopvet, quien vivió la experiencia en Santa Martha Acatitla en condición de reclusa, así como el artista Jean Paul Sören Olmedo, quien recordó que fue hasta 1936 cuando apareció la primera mujer en el plano de muralismo mexicano, con Aurora Reyes, a quien se fueron sumando artistas como Frida Kahlo, Fanny Rabel, Angelina Beloff, Olga Costa, Elvira Gascón, Mariana Yampolsky y Helen Escobedo, entre otras.
“Una estadística dice que entre 1905 y 1969 se pintaron más de mil 200 murales, de los cuales menos de 10 por ciento fueron hechos por algunas de esas mujeres. Eso da cuenta de una marcada diferencia, una asimetría en la asignación de los encargos que hace el Estado.”