Son 17 años desde que surgió El Círculo Teatral en la colonia Condesa, el cual, a pesar de los terremotos y la pandemia, lucha por sobrevivir y extiende sus objetivos didácticos a comunidades donde el arte escénico es acogido con entusiasmo por los pobladores.
Los actores, directores y productores Víctor Carpinteiro y Alberto Estrella se asociaron y consolidaron en la Ciudad de México un espacio escénico el 27 de marzo de 2004. Se inauguró con la obra El deseo, de Víctor Hugo Rascón Banda, que protagonizaron Ofelia Medina y Carpinteiro, dirigidos por Max Ferrá, ya fallecido.
El inmueble fue demolido tras el sismo de 2017 y con la pandemia los planes de búsqueda de donaciones y el proyecto arquitectónico quedaron suspendidos, como ocurrió con todas las actividades alrededor del mundo.
Esta iniciativa cultural y artística continúa “gracias a la voluntad de muchas personas, a nosotros que estamos empecinados en reiventarnos. El año pasado y el inicio del presente hemos hecho un montón de cosas, y de pronto todo funciona; este espacio ha aportado una vida a la ciudad, dado albergue a creadores, realizado convenios e intercambios internacionales y presentado a grandes talentos, pero, sobre todo, ha prevalecido por la calidez y entrega del público; eso no tiene precio”, expresó Carpinteiro.
Ahora que los teatros reactivan de manera paulatina sus funciones con protocolos sanitarios, El Círculo Teatral, a cielo abierto, ha reabierto para continuar generando actividades como la del pasado Día Mundial del Teatro, así como diversos montajes y talleres, entre otras iniciativas, bajo la premisa de que este arte “es una comunicación que se da en vivo, que estremece, te ofrece un crecimiento interno y te hace mejor como individuo.
“La pandemia nos agarró con algunos trabajos en escena que se truncaron, aunque seguimos con la labor de ver cómo iban los támites con el inmueble. Estamos tocando puertas porque solos no podremos llevar a cabo la reconstrucción; realmente es mucho dinero; sí necesitamos ayuda de las autoridades y de la iniciativa privada”, destacó.
El actor precisó: “Gracias a la reconstrucción de la ciudad pudimos demoler el inmueble luego de casi un año; cuando Alberto y yo iniciamos la labor de levantar El Círculo teníamos dinero para adaptar y adecuar, lo cual se logró, pero el terremoto nos agarró en despoblado. Apelo a que las autoridades consideren la necesidad de poner en pie un lugar como éste o como cualquier otro”, necesario para fomentar la cultura y cohesión social.
Se requiere apoyo
Con más de 35 años ininterrumpidos de trayectoria en teatro, cine y televisión, Carpinteiro aseguró: “Es importante que miren hacia nosotros y nos apoyen en este pequeño espacio; lo que ha sucedido sí nos cimbra, nos preocupa, porque sabemos que estamos en una transición del país y del impacto causado por la pandemia”.
A Carpinteiro, oriundo de un poblado de Tlapacoyan, Veracruz, también lo motiva la expectación que ha generado el teatro, en su lugar de origen, así como en Chignahuapan, Puebla. “Un funcionario no va y descubre las necesidades de una población, porque se queda atrás de un escritorio o de programas, nunca constata la realidad”.
Entusiasmado contó: “En mi pueblo los chavos campesinos han sido impactados por el arte escénico; comencé llevando cada mes una obra, sin pago y con la ayuda de mis amigos actores que iban gratis, con la finalidad conjunta de sacudir a la gente, porque nunca había pasado nada en ese lugar. Llevé 10 montajes en un año, pero de nuevo la pandemia frenó todo”.
La gran sorpresa en esas funciones fue ver que “la gente estaba emocionada, pagó por su boleto, lo cual nunca había hecho; eran largas filas para llegar a donde nos presentábamos; fue impresionante”.
La directora Marta Luna, parte de la iniciativa, “se percató del impacto generado en la población y aplicó a una convocatoria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, la cual fue beneficiada para impartir un curso y crear un grupo de teatro en la comunidad veracruzana; llegaron más de 60 chavos, que trabajaron alrededor de dos meses y la emergencia sanitaria detuvo todo”.
Después, prosiguió Carpinteiro, “se medio iniciaron las actividades y fui a dar un taller; el grupo comenzó a funcionar de nuevo, no con los 60 iniciales, sino con 15 jóvenes, que estrenaron un espectáculo de monólogos, con una gira por diversas comunidades, en las que jamás había habido teatro”.
Sostuvo: “Estamos emocionados con seguir la labor en Chignahuapan y Tlapacoyan –a los cuales se podría sumar el municipio de Atzalan– y ahora el rumbo es ver cómo cambiar la vida a muchos chavos que nunca se habían subido a un escenario, leído un texto y que tienen la necesidad de ser actores”.