La coincidencia entre los legisladores del Partido Republicano y el economista Larry Summers, quien fuera secretario del Tesoro de Bill Clinton y director del Consejo Económico de Barack Obama, es una de esas extrañas alianzas que, sin serlo en los hechos, políticamente apuntan a un mismo fin: erosiona la confianza y los beneficios del paquete de salvamento del presidente Biden, por la “inflación que pudiera ocasionar”.
La reiterativa “cautela”, algunos le llaman conservadurismo, de Summers en la cuestión del monto y los recursos que se deben asignar al crecimiento ha sido motivo de crítica, no de ahora sino de tiempo atrás, por quienes consideran que imponer restricciones, en ocasiones draconianas, a la ampliación de los recursos monetarios no debe ser motivo de sobresaltos por la inflación que puedan ocasionar. Lo que la experiencia sí ha demostrado es que imponer restricciones a los recursos para salvar a la economía en momentos de crisis suele retrasar la recuperación, y lo que es más importante, reducir la capacidad de consumo de quienes ya de por sí tienen fuertes restricciones en ese renglón. Ha demostrado, en cambio, que el incremento en la demanda por parte de amplios grupos de población, no sólo de unos cuantos, tiene un impacto positivo y una expansión relativamente rápida de la economía. Estimular la demanda de las mayorías mediante una política monetaria, como es el caso del paquete para superar la crisis actual, es el mejor antídoto para evitar una recesión mucho más nociva que la posibilidad de un proceso inflacionario. Vale repetir, como lo han dicho varios especialistas, que a diferencia del pasado, actualmente el Banco Central (Fed) y el Departamento del Tesoro disponen de los instrumentos necesarios para controlar la inflación.
En todo caso, se pueden agregar a las preocupaciones de quienes han quedado anclados en los cánones impuestos por el dúo Reagan-Thatcher, que en la recuperación propuesta por Biden falta atender otros reclamos urgentes: una reforma fiscal que grave en una proporción mayor a quienes reciben ingresos que superan con mucho los de 80 por ciento de la población, la inversión en infraestructura abandonada por el gobierno anterior y desde luego el impulso al sector responsable de la protección del medio ambiente. La austeridad no es buena conseja en momentos como el actual, y menos para quienes por fuerza han vivido en ella por tanto tiempo.