Dos puntos de vista, exposición de Xavier Esqueda (Ciudad de México, 1943) en el Museo Federico Silva Escultura Contemporánea, en San Luis Potosí, es una oportunidad única para ver reunida su obra escultórica, ya que el artista es más conocido como pintor. La muestra, la primera dedicada sólo a su producción tridimensional, concluye el 4 de abril. Comprende 14 esculturas, cuatro cajas arte objeto y dos óleos.
La exhibición representa un muestrario de los objetos que Esqueda ha elaborado durante toda su vida: “Mis cuadros eran como retratos de esculturas. Dije: ‘mejor hago la escultura en vez de retratarla’”. Su primera pieza –parte de la colección del Museo de Arte Moderno– fue en mármol. La escultora Naomi Siegmann (1933-2018) le sugirió un taller en Pantitlán para trabajar esa piedra; allí le recomendaron otro por Canal de San Juan para el basalto.
Era una disciplina nueva para Esqueda; sin embargo, los trabajadores de los talleres eran muy hábiles. “Me fijé cómo se hacía, entonces participé. Me encontraba con una piedra de basalto o mármol y les decía: ‘quiero tal forma’. Una vez que el bloque estaba hecho, los dibujaba con crayón para que no se borraran. Había un aparato que punteaba, no esculpía, sino que marcaba la línea. Entonces, los del taller empezaban a esculpir. Iba diario a vigilar, también lo quise hacer para aprender en caso de que lo tuviera que realizar desde el principio”, expresa en entrevista.
Empleó el basalto, ya que, por ser “más primitivo”, se acopló mejor a su idea de las estelas antiguas”. Reconoce en las estelas mayas su inspiración, aunque su obra “nada tiene que ver con la iconografía de esa cultura”.
Con el tiempo, Esqueda dejó de hacer escultura en mármol y basalto por lo costoso que resultaba, al igual que transportarla, luego, había que almacenarla. Además, “hay que estar parado mucho tiempo, incluso, años”. Después se dedicó al bronce: “Las hacía en plastilina, que es muy maleable; iba al fundador, revisaba y retocaba”.
A Esqueda lo han ubicado como un artista surrealista. Él se identifica más bien con lo metafísico. Un conjunto de cuadros del grecoitaliano Giorgio de Chirico (1888-1978), fundador de la escuela metafísica, visto por el artista a sus 22 años en el Museo de Arte de Filadelfia, lo dejaron “pasmado”. Dijo, “eso quiero hacer”.
En Dos puntos de vista hay una escultura en bronce, Día de campo (2000), en la que un pequeño árbol sostiene un mantel con peras. La base del árbol da la impresión de garras de ave. “Es algo irreal; sin embargo, el surrealismo es algo espontáneo que se desarrolla de la mente a la materia, donde uno lo realiza como lavado de cerebro. En mi caso no, porque antes de hacer cualquier cosa necesito tener la idea”.