Habrá regreso a clases, pero no a la normalidad. La contención que ha impuesto la pandemia a la palabra y al movimiento, cerrando escuelas y protestas, sirviéndose los del poder con una ampliación de su territorio; acorralando a todos con el temor al contagio y a la agonía de no poder respirar, ha estirado tanto y a tal límite la capacidad de estar quietos y aislados, atemorizados e impotentes, que el regreso se antoja como lleno de un ánimo de revancha que sólo tienen quienes retornan a su espacio y lo encuentran desolado. Regresarán distintos y con encono todos los que perdieron amigos y familia; el joven de 17 años que quedó absolutamente solo, sin padres, sin tíos o primos. Estarán de vuelta los millones que perdieron su trabajo, los otros tantos que expulsó de la escuela la tecnología, las que fueron violentadas, los que en éstos que serán dos años, llegaron a los 18 pero eso de poco sirve.
Con la pandemia también se ha diluido mucho más rápido la enorme esperanza que suscitó en la educación la proclama de la gratuidad, el derecho a la educación, el fin de los exámenes de selección, la posibilidad de recomponer el poder en nuestras casas de estudio, el respeto laboral y constitucional a las y los maestros a nivel básico y superior y, en el fondo de todo esto, la posibilidad tangible de crear educación distinta, ser oídos y ver que las palabras sirven para transformar, cambiar cosas, mejorar un pedazo del mundo que compartimos. El temor fue utilizado para ampliar enormemente el poder y la concepción privada y gerencial de la educación, como describe con perspicacia el maestro Lev Velázquez Barriga en un artículo en La Jornada (25/03/2021). Si en la Roma antigua los maestros eran esclavos –incluso sabios griegos– en el México de hoy las y los educadores son trabajadores con derechos reducidos. Tanto en la superior como en la básica, no se les permite, por ejemplo, vigilar con las autoridades que se cumplan los procedimientos de ingreso de nuevos docentes establecidos por leyes y normas institucionales. Y tampoco pueden las comunidades de maestros-estudiantes en el nivel básico y superior tener un papel protagónico en la conducción de la educación que modere o limite el poder de estructuras obsoletas y autoritarias.
La SEP de Esteban Moctezuma Barragán y la presidencia de la Comisión de Educación crearon un marco legal que no sólo reitera sino profundiza las concepciones educativas privatizadoras y gerenciales de Tv Azteca. En la Ley General de Educación Superior (LGES) establecen el derecho a ese nivel educativo, pero hasta eso refuerza el poder de los funcionarios, pues serán ellos quienes decidan los requisitos –aunque suene paradójico– para tener derecho a un derecho, y constitucional. Establecen la gratuidad, pero la condicionan a la creación de un fondo financiero de “nunca jamás” que sirve para que los cobros continúen. Fomentan la relación universidad-empresa (fuentes alternas de financiamiento) y, además, casi logran poner en manos de las instituciones privadas la estructura nacional de limitada participación en el sistema de educación superior. Se negaron, además, terminantemente a establecer en la ley una “cláusula democrática” que permitiría procesos de participación y cambio de estructuras al interior de las propias instituciones.
La pandemia casi eliminó el contrapeso que ejercen comunidades que están presentes y atentas, pero aceleró procesos regresivos y conservadores. Lo principal, al hablar por la voz y la visión de Tv Azteca, la 4T no quiso romper con la idea de conducción de la educación superior y básica que viene desde Ávila Camacho. Este presidente, militar, general y católico, de mano con la derecha, sí pudo desbaratar a fondo la educación del periodo cardenista. Y por eso desde 1954 y 1968, cuando maestros y estudiantes se alzaron en contra del autoritarismo gubernamental, han venido creciendo en intensidad problemas y conflictos propiciados por obsoletas y verticales estructuras. Ahora, con más de un centenar de sindicatos de educación superior, de la investigación y cultura demandando al Presidente que envíe observaciones al Congreso para corregir los problemas en la ley; con el regreso inevitable de las tomas feministas en facultades; con ocupaciones de estudiantes y maestros precarizados en otras tantas instituciones; con las mismas universidades que seguirán sin recursos; con las caravanas y otras movilizaciones de maestros de Chiapas y Michoacán; con un incierto regreso a clases, por una conducción sin proyecto de cambio en la SEP y en un clima de exasperación por la pandemia, esta segunda mitad del sexenio amenaza con hacer visible, en conflictos y deterioro, el verdadero y problemático significado de la visión educativa de Tv Azteca, que en estos dos años se impuso a la educación de los mexicanos.
A la memoria del compañero Juan Melchor Román, imprescindible.
* UAM-Xochimilco