Elton John ha redondeado su ya incuestionable fama con una autobiografía que hace un repaso de lo bueno y lo malo en su faceta de músico. Publicada por Reservoir Books, el sello encargado de ensayos musicales de la internacional Penguin Random House, en Yo: Elton John, éste se desnuda emocionalmente y cuenta algunas facetas de su vida; además, revela detalles hasta ahora desconocidos por el público.
El 25 de agosto de 1970, el primer concierto de Reginald Kenneth Dwight en Estados Unidos, de apenas 23 años, estremeció al mundo de la música. Varios seguidores se reunieron en el Troubadour, club nocturno en West Hollywood, California. Reginald recuerda dos cosas con nitidez: el aplauso que recibió al salir a escena y que al mirar hacia el público mientras tocaba, en la segunda fila estaba Leon Russell.
El concierto había ido bien hasta ese momento, pero de pronto, Dwight comenzó a sentirse nervioso. Los siguientes días, muchas emisoras se dedicaron a tocar su música. Aunque ciertamente inesperado, Reginald no podía dar crédito al éxito. “Cuando todo acabó, me vi en medio de una atmósfera viciada de un camerino abarrotado, aturdido. Había salido increíblemente bien”. Los espectadores habían visto nacer a una de las estrellas del rock and roll más importante del último cuarto del siglo pasado (y un personaje de los más importantes del siglo XX y XXI). Los Angeles Times publicó una reseña de su crítico musical Robert Hilburn: “Alégrate. La música rock, que últimamente ha pasado por un periodo bastante tranquilo, tiene una nueva estrella”.
Músico de bares
Los años previos en la vida de Reginald habían sido una serie de altibajos. Aprendió a tocar el piano a una edad muy temprana en la Royal Academy of Music; en 1962 formó su primera banda, cinco años más tarde la disolvió y cambió su nombre a Elton John (Elton por Elton Dean y John por Long John Baldry), además se alió con el letrista Bernie Taupin.
Con él, escribió canciones para otros y al mismo tiempo trabajó para The Hollies y The Scaffold, sin mucho éxito. En 1969 debutó con el álbum Empty Sky, pero fue hasta 1970 cuando logró el éxito con Elton John. Después, la fama subió como la espuma, describe él mismo. “Los siguientes días como un extraño sueño febril, tocamos más veces en el Troubadour, y todas las veces se agotaron las entradas y todas salieron genial… Decidimos prolongar nuestra estancia para dar más conciertos, en San Francisco y Nueva York. Concedí entrevista tras entrevista. El álbum sonaba en todas las emisoras de FM.”
Hasta hace algunos años, la mayor parte de los libros sobre Elton pertenecían a la categoría de literatura para fans. Una excepción es la minuciosamente detallada y sensible biografía escrita por Philip Norman, publicada por vez primera en 1992. En el campo de lo que ahora llamamos estudios culturales, urge destacar Queer Noises: Male and Female Homosexuality in Twentieth Century Music, del crítico de música John Gill, quien utiliza gran variedad de fuentes primarias y secundarias y señala las contribuciones de los músicos homosexuales a lo largo del siglo, mostrando cómo esta características moldeó sus carreras y sus visiones artísticas.
Con la traducción al español de Aurora Echevarría y Javier Blánquez, el lector podrá conocer a fondo los detalles de la vida de Elton narrados por su propia voz, desde el ascenso como pianista de pub hasta convertirse en el cantautor más grande de la década de los 70, con éxitos como Rocketman, Don’t Go Breaking My Heart o Goodbye Yellow Brick Road y su punto de vista sobre ser una de las primeras estrellas abiertamente homosexuales sin perder audiencia. Más allá de un vívido relato de su gusto por los atuendos extravagantes (piense en el concierto en Central Park donde tocó para medio millón de personas enfundado en un disfraz del Pato Donald), ofrece una mirada inusualmente franca a sus inseguridades y también a sus excesos de rockstar que incluyen rabietas infantiles, comportamiento controlador e insensible hacia una serie de novios y uso desenfrenado de drogas.
Elton mantiene su buen humor en todo momento, incluso cuando trata sus intentos de suicidio como farsas y se burla de su propia vanidad: “Yo no sólo había puesto una almohada en la base del horno para apoyar la cabeza, sino que también tomé la precaución de poner el gas bajo y abrir todas las ventanas de la cocina. Por un momento pareció muy dramático… pero en la habitación no había suficiente monóxido de carbono para matar a una avispa”. A sus seguidores les encantará este divertido, realista y sincero autorretrato.
El cantante inglés habla de sus años más duros. Confiesa que su drogadicción lo convirtió en un monstruo y dedica gran parte a los detalles de la mala relación con su madre, con quien duró siete años sin hablar, además de otros temas, entre éstos, la historia de cómo superó un cáncer de próstata, que hasta ahora pocos sabían que había padecido.
John Lennon y Freddie Mercury, sus amigos
En algunos capítulos del libro, el llanto y la nostalgia son parte del acto; por ejemplo, cuando habla del momento que le tocó vivir: “Fue una época decadente y muchas otras estrellas del pop se comportaban de manera parecida”. Con un afecto imposible de disimular, el también pianista dedica gran parte de sus memorias a hablar de su experiencias con otros músicos, de los grandes amigos de su juventud, como John Lennon: “En cualquier caso, nunca me topé con ese aspecto destructivo, desagradable e intimidante de Elton del que la gente habla, esa inteligencia cáustica y cortante”, o el líder que Queen: “a Freddie Mercury le pillé el rollo enseguida… Amable, generoso y considerado, sumamente divertido”.
Otro momento importante es cuando habla de los amigos que perdió a causa del alcohol y las drogas: “Había tenido otros amigos que murieron jóvenes. Primero, Marc Bolan, en 1977, y luego Keith Moon, en 1978. Marc se mató en un coche y Keith por un caso incurable de una enfermedad llamada Ser Keith Moon”. Asimismo, cuenta la relación íntima que lo une a Bernie Taupin, poeta y autor de una gran parte de sus canciones.
Tres conclusiones pueden extraerse de este libro: la primera es que, como regla general no escrita, la mayoría de las biografías y autobiografías sobre músicos se narran como si se tratase de una novela o relato de aprendizaje en la que el desarrollo de un personaje (generalmente un joven) a través de sucesivas experiencias van afectando su posición ante sí mismo, el mundo y las cosas.
En segundo lugar, que el advenimiento del rock and roll coincidió con la llegada de una industria musical monolítica que buscaba activamente controlar a sus artistas. No hace mucho tiempo que un indicio de homosexualidad podía amenazar el sustento de los artistas, pero hoy en día estrellas tan importantes del pop como Elton John pueden ser visiblemente homosexuales sin perder audiencia. Finalmente, que los libros que recogen la vida de los músicos son capaces de prescindir, como aquí lo hace Elton, de innecesarias notas a pie de página y comentarios editados que pretendan dibujar retratos santificadores acerca de sus protagonistas.
En este relato íntimo y único –adjetivos que se quedan cortos–, el cantante y compositor inglés hace gala de su gran sentido del humor para provocar en sus fans algunas carcajadas, y también algunos sonrojos, al repasar los episodios más importantes en su vida que ayudarán a entender cómo se convirtió, en un lapso de 50 años, en uno de los intérpretes más extravagantes y únicos de la historia, porque Elton es eso, una superestrella tan poco probable como se puede encontrar en el rock and roll.