Hace más de 100 años Sigmund Freud confirmó que la sexualidad acompaña al ser humano en todos los ciclos de vida, desde el nacimiento hasta la vejez; las expresiones del deseo y las formas de satisfacerlo cambian en cada etapa, con la historia y en cada región, porque son construcciones culturales.
La primera experiencia coital ha tenido siempre un gran peso simbólico. Por sus consecuencias en la reproducción biológica, la experiencia coital heterosexual ha estado ligada a regulaciones religiosas y al matrimonio, el cual se ha convertirlo en institución clave, no sólo como medio de reproducción biológica sino, y sobre todo, de reproducción social, de cohesión y de transmisión patrimonial. Por siglos, el matrimonio es producto de arreglos patriarcales; en múltiples sociedades la edad autorizada para casar a las mujeres estuvo ligada a la menarca o al arranque de la pubertad. Hoy y siempre, la unión o alianza matrimonial trasciende lo privado y sigue siendo vital para comprender las relaciones de poder.
Con la modernidad, la alianza matrimonial, las uniones y especialmente las prácticas sexuales juveniles se han ido secularizando, van tomando distancia respecto de las regulaciones religiosas. Además del acceso de las mujeres al trabajo remunerado y a mayores niveles de escolaridad, el acceso a las tecnologías anticonceptivas han sido factores determinantes del retraso en la edad a la unión conyugal o matrimonial y de la secularización sexual: los anticonceptivos permitieron separar la experiencia coital respecto de la fecundidad y del matrimonio o unión. Aunque durante el siglo XX el matrimonio civil fue aumentando paulatinamente, en las últimas décadas y por primera vez, es la unión libre la que está en aumento, en 10 años pasó de 40.3 a 57.2 por ciento. La edad promedio al casarse es actualmente de 31.8 años para los hombres y 28.9 para las mujeres.
El retraso en la edad al matrimonio ha ido acompañado del retraso en la edad a la primera experiencia sexual coital y ambos están directamente vinculados a la clase social, con determinantes socioeconómicas. Apenas hace unos años, en 2014, 37.4 por ciento de las mexicanas se casaron o unieron antes de cumplir 18 años; mientras en 2018, 20.8 por ciento de las mexicanas se une o casa antes de los 18 años, siendo menores de edad (Enadid, 2018).
Pero en las últimas tres décadas se empieza a adelantar la edad de la primera experiencia coital: la mitad de las mexicanas entre 35 y 49 años de edad, tuvieron esta experiencia antes de los 18.2 años, mientras la mitad de las mujeres de la siguiente generación, las mujeres de 25 y 34 años la tuvieron a los 17.5 años. El nivel de escolaridad es factor determinante para posponer el inicio de relaciones sexuales, la primera relación sexual ocurre a una edad más temprana cuando ellas sólo cuentan con primaria incompleta, a los 16.4 años (generación 35 a 49 años) y a los 15.7 años (mujeres de 25 a 34 años); entre quienes cuentan con estudios de preparatoria y más, 50 por ciento experimentó esa primera experiencia a los 18 y 19.4 años, respectivamente. El lugar de residencia muestra otra diferencia, la generación de mujeres urbanas de 35 a 49 años se inician a los 18.4 años, las que viven en comunidades rurales lo hacen a los 17.8 años; en la generación más joven, de 25 a 34 años prácticamente se inician a la misma edad mediana, 17.5 y 17.4 años (Enadid, 2018). El uso de anticonceptivos en la primera relación sexual ha mostrado un aumento sustantivo, entre las adolescentes de 15 a 19 años alcanzó 60.4 por ciento en 2018, la mayor proporción de usuarias es de mujeres con preparatoria o más, aumentó cinco puntos porcentuales en cuatro años; la brecha es amplia, respecto a mujeres con secundaria es dos veces menor y con las que tienen primaria incompleta es 6.5 veces menor. Lo cual explica las altas tasas de fecundidad adolescente en estos grupos.
La exclusión y la secularización son factores que determinan el diferente ritmo en que se dan los cambios de la cultura sexual, reproductiva y matrimonial, indicadores que desnudan las desigualdades y que precisan las prioridades del actual gobierno. Éste y otros temas se abordan en la publicación anual titulada Situación de los derechos sexuales y reproductivos, que el Conapo presenta el próximo 7 de abril.
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