Auna torpe agresión verbal de Joe Biden, Vladimir Putin respondió con: “Le deseo buena salud”. ¿Asesino? El león cree que todos son de su condición, pues ¿qué decir de las 22 muertes del bombardeo contra Siria ordenado por Biden, un atropello sin legalidad?
Repleto de Thanatos, Estados Unidos sigue en “estado de excepción”, desde la masacre contra a Irak (2003). Hace poco los jefes y equipos de la diplomacia de EU y China conversaron. Ahí también hubo la agresiva danza de muerte de EU.
En la base de los enojos de Biden con Rusia y China está la dinámica del complejo militar industrial, además de la voracidad corporativa. Una dosis de marxismo y sicoanálisis viene bien con Herbert Marcuse, quien combinó ambos cuerpos explicativos cuando percibió a EU como un régimen de movilización masiva de la población y de los recursos materiales para la eventualidad de una guerra, interna o externa, contra un enemigo interno o externo, real o imaginario.
Es la danza entre eros y mortandad. Tal es la concepción básica que prevaleció en su seminario sobre el The Warfare State (El Estado bélico, impartido en Brandeis. La multipolarización del sistema internacional acentúa la decadencia del aparato productivo de EU, detectada por Seymour Melman en La economía permanente de guerra (NY. 1976), vinculándola al desvío de recursos de la inversión productiva al aparato bélico-industrial.
Contener esa multipolarización vía ilegales y unilaterales sanciones económicas no ayuda a la magna tarea de frenar el riesgo de guerra o domar la emergencia climática en curso yagravándose.
Tampoco ayudan al deterioro hegemónico los jugosos contratos ( cost-plus) en que la maximización de costos se esgrime, desde tiempos de McNamara, en ciertos contratos de alto vuelo, presuntamente con fines neokeynesianos, es decir, para estimular y sacar la economía de EU de baches recesivos o de plano de la depresión, hoy acentuada por la pandemia, con altos y crecientes costos del deterioro climático por el calentamiento planetario vinculado a la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), emanados de los poco más de mil 500 millones de automóviles en el mundo lanzando al planeta GEI a diestra y siniestra.
Hasta ahora los resultados sobre la economía civil de la movilización bélica, como bien los documentó Melman, no han sido satisfactorios para trabajadores y clases medias. En su libro, Estados Unidos en un mundo en crisis, Ceiich.UNAM/Antropos 2019, Adrián Sotelo muestra la superexplotación y empobrecimiento de la fuerza de trabajo de EU, resultado, entre otros factores, de la homologación salarial a la baja formalizada en el TLCAN y a la canalización hacia arriba de las ganancias del uno por ciento y sus corporaciones. Los costos van a familias de bajo y mediano ingreso, según la Reserva Federal.
El paquete de rescate de 1.9 billones de dólares de los demócratas podría solventar problemas urgentes, pero en el área de crear empleos formales y seguros, las perspectivas no son optimistas, todo depende del impulso que se dé a la infraestructura, por ejemplo, para el transporte de pasajeros en trenes de alta velocidad que, en más de una ocasión, Biden planteó podrían sacar de circulación a millones de automóviles con motores de combustión interna. Algo de interés dada la agudización de la emergencia climática en curso, que es difícil lanzar al baúl de los olvidos, pues se hace presente e intensifica su capacidad catastrófica.
Urge frenar el el colapso climático. Ya Trump no está ahí. pero Biden juega a la guerra mientras se agota el tiempo antes de la irreversibilidad climática: En pos de supremacía en EU están muy ocupados construyendo un arma de destrucción masiva con un costo de 100 mil millones de dólares.
Según informa Elizabeth Eaves desde el Boletín de los Científicos Atómicos es un cohete del largo de una pista de bolos, capaz de recorrer 9 mil 360 kilómetros con una ojiva nuclear 20 veces más destructiva que la bomba lanzada sobre Hiroshima. Esa arma es capaz de matar a cientos de miles de personas con sólo un lanzamiento.
Para captar la magnitud del costo, Eaves ejemplifica: se podrían pagar un año los salarios de 1.24 millones de maestros de primaria; proveer 2.24 millones de becas universitarias durante cuatro años o pagar los gastos de hospitalización por Covid-19 para 3.3 millones de pacientes. Es suficiente para construir una masiva barrera mecánica para proteger a toda la ciudad de Nueva York del alza en aumento del nivel marítimo. También para llegar a Marte.
Agrego que en comparación con el transporte aéreo, el tren de alta velocidad entre Madrid y Barcelona abatió la emisión de GEI en 90 por ciento. Con esos fondos públicos en EU se pondría en operación el tren de alta velocidad entre San Francisco y Los Ángeles y varias líneas más.
P.D. Ante los ataques contra Carmen Aristegui, yo agradezco a ella y su equipo su calidad histórica, informativa y analítica.
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