Este es un repaso de algunos momentos notables en la carrera de Pharoah Sanders y un adelanto de su nuevo disco, Promises, que edita en formato físico y digital el sello Luaka bop.
Pharoah: Muchas veces la gente piensa que estoy durmiendo, cuando en realidad estoy escuchando música en mi cabeza… siempre estoy escuchando los sonidos a mi alrededor… y tocando en mi cabeza… y a veces sueño.
Sam: ¿Qué sueñas?
Pharoah: Estoy en una embarcación en el océano. Unos osos me rodean mientras fuman cigarros. Los osos cantan: Tenemos la música, tenemos lo que estás buscando.
El diálogo es parte del escueto comunicado de prensa para el lanzamiento del nuevo disco del saxofonista Pharoah Sanders (13/10/40, Little Rock, Arkansas), la Sinfónica de Londres y el músico ambient Sam Sheperd. Esta breve conversación, más cercana a una poesía que a una gacetilla convencional, significa el lanzamiento, mañana, de Promises, por el sello del ex cantante de Talking Heads, David Byrne.
Se trata de una pieza sonora de 46 minutos separada en nueve movimientos, que parece habitar el espacio sonoro del sueño al que refiere el principio del texto. La forma de tocar de Pharoah tiene que ver con la respiración, con el tono particular que logra darle a su instrumento, que seguramente una transcripción de sus partes sería particularmente insuficiente para describirlo. Sea con una orquesta sinfónica o con un músico más enfocado en tonalidades que en melodías, todo lo que no es Sanders en el disco funciona como un escenario sobre el cual el saxofonista despliega sus diferentes formas. Un nuevo disco es también una excelente excusa para nombrar otras ocasiones en que Pharoah, como un oso en un barco fumando un cigarro, tuvo “la música, lo que estás buscando”.
Al igual que el Something else!!!! de Ornette Coleman (1958), el elepé Pharaoh, de Pharoah Sanders (1965), es un debut que rompe desde el comienzo con los paradigmas estilísticos, es como una carrera musical nacida en una curva, al contrario de Miles Davis, cuya salida del convencionalismo del estándar está documentada en sus primeras grabaciones. Pharoah comienza en un quiebre, más cerca de un ascendente astrológico. Para John Coltrane, un referente directo, el jazz es la plataforma desde donde Pharoah Sanders se impulsa hacia ese otro lado.
Si el disco debut tiene ascendencia en John Coltrane, Tauhid (1967) posee el espíritu de Alice Coltrane, el escape del canon estadunidense, el jazz ya no como música folclórica de Estados Unidos, sino como la búsqueda de la gran música a escala universal. La sobresaliente rítmica monocorde del guitarrista Sonny Shamrock fue registrada en los estudios Van Gelder de Nueva Jersey en noviembre de 1966, el mismo mes del mismo año en que Lou Reed y John Cale grabaron guitarras con ese estilo a pocos kilómetros, en los estudios Scepter de Manhattan. El álbum también contó con la participación del contrabajista Henry Grimes, un gran músico que desapareció tanto del radar que cuando lo encontraron, en 2000, no estaba informado del fallecimiento de Albert Ayler, presuntamente un asesinato irresuelto en 1970.
Karma (1969) es uno de los discos más trascendentes de Pharoah; si el jazz de su era estaba separado entre estilos cool y una facción más experimental, Karma disolvió las partes y agregó más a la conversación, con su letra que dice “el creador tiene un plan maestro, paz y felicidad para todos”, aunque el ideal pacifista que conjura parece ser contradictorio con la época en que fue grabada, también se puede pensar así: en un mundo mecánico y atestado, la forma de pensamiento budista es inevitablemente disruptiva, una beatitud donde la única eternidad es ser sumergido en música. Con el correr del disco, la música desciende al mismísimo infierno e incluso antes de su final queda más que Karma; es una obra muy diferente a una lección en la cultura new age, siendo capaz de evocar momentos de verdadera desesperación en conjunción con algunas de las expresiones más puras del jazz.
Hay muchos más ejemplos, pero no se puede dejar de señalar la grabación en vivo en Seattle del cuarteto de John Coltrane con Pharoah, un concierto realizado en septiembre de 1965 y editado en 1971, el disco doble es lo opuesto a la experiencia delicada del jazz como acompañamiento o música de fondo de una buena copa de vino, más bien es una pared que el oyente puede atravesar o contra la que puede estrellarse. Para el 65, Coltrane había explorado la música egipcia, hindú, española, la complejidad de la música europea y la expresividad de Charlie Parker, pero en Live in Seattle la música en sí misma es el único conducto divino, un testimonio del jazz devorándose a sí mismo, entre soplidos y gruñidos.