La cultura del agua en comuni-dades rurales y urbanas es el punto de partida de las reflexiones estéticas del artista Jaime Ruíz Martínez (Oaxaca, 1985) para sus exposiciones Mantener hegemonías ha sido mi vicio y mi virtud y Apuntes para/de/sobre mantener hegemonías.
En entrevista, explica su necesidad de reconocer esas formas de transformarnos: “vengo de una comunidad muy recóndita, donde hay un río, nadie tiene tinacos, y de repente, estar en la ciudad, donde debes dosificar el agua, pensar en su uso y comprarla, me impactó”.
El dibujante participará hoy en un diálogo a las 19 horas en el programa Rotante en la página de YouTube y Facebook de Galería L. que, ubicada en Alfonso Reyes 216, L001 Hipódromo Condesa, Ciudad de México, se encuentra cerrada, pero exhibe parte de su acervo en Artsy (https://tinyurl.com/y76anuv9).
Ruíz Martínez habla sobre su proyecto Lugar común en la ciudad de Oaxaca, donde “desde la célula de creación vecinal se desarrollaban murales en espacios de encuentro. Estuve trabajando ocho años tratando de crear formas de participación cívica a través del arte. Estaba impresionado de conocer ese espacio urbano, me di cuenta de que entre más gente habitaba aparecían más tinacos, como un parásito común de las azoteas.
“Me empecé a obsesionar con el objeto como un símbolo de la habitación urbana y de la colonización reciente de cómo la gente se va de los pueblos a la ciudad y lo primero que necesita es un tinaco. El tinaco se ha vuelto muy importante como: un estómago, refugio, una cápsula del tiempo, una extensión del cuerpo; me parece interesante esa metáfora.
“Mi papá se dedicaba a las cuestiones forestales en San Francisco Guighina, Yautepec, mi pueblo, y cuando migramos se compró una pipa porque vio que era un gran nicho de mercado. En la casa siempre había camiones de agua más la cisterna.
“Hace siete años mi papá se enfermó de insuficiencia renal. ¡Era una locura!, te condiciona a estarte vaciando y llenando de un líquido peritoneal, ver cómo él se hacía ese procedimiento y lo repetía en su trabajo. Estamos hechos de agua y nos quedaremos sin agua en 20 años. Es un proceso de deshidratación social en el cual estamos participando todos y, a su vez, es lo que más necesitamos y constituimos.”
El también escultor aprecia las dinámicas sostenibles de la vida rural: el río se respeta, saben que si el cerro se lastima, se iría secando, por lo que tratan de mantener su entorno. “En la ciudad, cada quien jala agua para su molino; acá nadie comercializa el río”, explicó.
“El año antepasado adapté un tinaco de mil cien litros como un departamentito para una persona. Monté una instalación eléctrica, era como una cápsula suicida, porque si le echas agua puedes morir electrocutado. Me pareció interesante la relación entre la abundancia y la escasez, cómo cuando no tienes lo añoras y cuando sobra no sabes qué hacer. Esa pieza está en la Casa de Cultura en Oaxaca, es banal, figurativa y política.”
Remarca que su trabajo se basa en un proyecto denominado arte relacional, donde lo social se vuelve una forma de creación, por lo que la obra que se expone en Galería L tiene un sentido conceptual y teórico, donde las curadoras también participan en la construcción de ese enfoque.
Al preguntar ¿por qué hegemonía?, el artista expresa que se trata de “una tendencia, una noción que llegó de Occidente cuando nos colonizaron y nos volvieron como esclavos de esa idea. ¿Es una condición humana ser dominante?”
Recuerda a la escritora Octavia Butler, quien “a través de la ficción establece que las personas somos inteligentes pero jerárquicas, lo que podría llevarnos a la extinción y destrucción. Hace (la autora) una metáfora del cáncer: las células quieren invadir negativamente las partes del cuerpo sanas.
“Me hizo pensar en la naturaleza de la hegemonía en la humanidad, no sólo como una propuesta de los españoles. De hecho, el Códice de Yanhuitlán, un documento de la Mixteca de Oaxaca, demuestra que hay registro de hegemonía y dominación marcada por los señoríos.
“Ese lema, Mantener la hegemonía ha sido mi vicio y mi virtud, era una reflexión, gran parte de los dibujos seleccionados para la exposición sintentizan la historia, hay varios personajes que adoptan la figura del dominante, el que se quiere apropiar y encarecer todo.”
Al hacerle la observación sobre la figura del pulpo en su obra, mencionó que es una “alusión al monstruo mítico noruego Kraken. Es un dibujo que hice por primera vez en 2017 para una exposición en Hong Kong, que realicé con Art Space, y sugiere la hibridez, por eso le coloqué una cabeza olmeca.
“Quería trazar una especie de ruta decolonial entre las culturas que no fueran predominantemente occidentales y empecé a jugar con esa imagen. Desde entonces usé más esa imagen como un ser que va cambiando y mutando dependiendo las circunstancias. Es un pulpo que puede modificarse a partir de sus tentáculos, se vuelven extremidades humanas, estómagos, intestinos, mangueras, alambiques de destilación de mezcal…
“Para mí representa esa condición humana de lo adaptable, lo complejo en su subjetividad, que puede representar ambigüedades o muchas formas más de definiciones identitarias. Es una construcción genética cultural múltiple, somos parte de una mezcla profunda y de una serie de contradicciones que predominan en el devenir mestizo”, concluyó.