En el mercado de la política, donde todo lo que se vende y compra es barato, el voto ha dejado de existir como la teoría escénica de la democracia y está convertido en otro artículo susceptible a la ley de la oferta y la demanda, pero esto, que ya es tan sabido, no alcanza a dimensionar el daño que se ha ocasionado al individuo en el papel de ciudadano.
Hoy, en el juego de la composición de los congresos, la voluntad ciudadana parece que no tiene nada qué decir porque quienes manipulan el voto tienen la certeza de que el sufragio, en un buen porcentaje, ni representa voluntad y menos aún conciencia política, sino una transacción financiera en la que el comprador pone condiciones.
En el Congreso de la Ciudad de México se ha iniciado una discusión para que Morena, el partido hegemónico, pueda acceder a un mayor número de representantes, más de los que hoy se incluyen en la ley.
En algún momento de nuestra historia política fue tal el tamaño del sometimiento de los poderes políticos hacia el ciudadano que se buscó, mediante leyes desvinculadas con la gente, reducir el tamaño de las desigualdades. Esa necesidad creó nichos de representación artificiales que servían para esos fines, pero pervertían el sentido (natural) del voto.
Los representantes dentro de las cámaras en nuestro país sabían, en casi todos los casos, que su lugar no emanaba de su quehacer político, sino de su cartera, y las autoridades electorales exigían pruebas contundentes para actuar o para buscar las fisuras legales por donde se escapara la impunidad.
Se sabía con certeza que el voto, en un país con niveles muy bajos de educación, pero aún atado a las causas por las que habrían luchado sus antepasados inmediatos, podía ser manipulado, aunque el manejo de esas voluntades tuviera fecha de caducidad.
Por eso después vino el denuesto a todo lo que oliera a las causas libertarias del país, así lo héroes ya no lo fueron tanto ni los actos de valentía resultaron tan ciertos; en fin, las luchas no fueron otra cosa que actos salvajes y las razones que mantenían una ideología popular bien asentada en el nacionalismo se diluyeron.
De esta forma vender el voto ya no sería una traición a la patria, sino un acto de justicia frente al engaño que construyó la fe en el sufragio que defendía la historia del país; en cambio, los depredadores no ofrecieron nada, es decir, sólo dinero por el voto.
En fin, el asunto es que hoy la voluntad política del ciudadano no vale un cacahuate y se discute por un lado y por otro cómo acomodarla en las curules de los partidos, y mientras algunos buscan acotar la sobrerrepresentación partidista, otros como en la Ciudad de México tratan de hacer respetar lo que el voto decida y que los lugares en el Congreso estén de acuerdo con la voluntad del sufragante. Ojalá así sea.
De pasadita
Hoy habrá de discutirse en el plano federal si el candidato de Morena a la alcaldía Miguel Hidalgo, Victor Hugo Romo, puede o no, debido a sus actos proselitistas, seguir en una contienda en la que ya hay otras postulaciones interesantes.
El asunto es que en caso de que sea retirado de la campaña, Morena parece no tener un candidato “B” que pudiera levantarse con un triunfo, por más que el electorado piense más en apoyar al presidente Andrés Manuel López Obrador que en dar su confianza a cualquier aspirante.
La oposición tiene lo suyo y si Romo queda fuera y el candidato panista, Mauricio Tabe, que se ha montado en una y otra trampa para tratar de ganar tampoco resulta apto para competir, la alcaldía no estará sin opciones, dicen los vecinos que sí pueden encontrar a quien los represente. ¿Será?