Nueva York. La vicepresidenta Kamala Harris se encargará de dirigir los esfuerzos de Estados Unidos con México y Centroamérica para controlar el flujo migratorio, un tema que ha regresado el centro del debate político en Washington a pesar de que no existe una crisis migratoria en la frontera suroeste de Estados Unidos.
Expertos denuncian que republicanos antimigrantes y buena parte de los medios han promovido una narrativa empíricamente falsa que ha detonado un debate tanto dentro del país como en las relaciones bilaterales con México y Centroamérica, llevando a que algunos concluyan que la crisis migratoria está en Washington, no en la frontera.
Aunque el gobierno de Joe Biden ha rechazado calificar como crisis el incremento del flujo migratorio y sobre todo el de menores de edad no acompañados, republicanos incluyendo al ex presidente Donald Trump y el actual líder de la minoría en la cámara baja entre otros -además de varios medios nacionales-, han logrado imponer esa narrativa y hasta definirla como la “crisis fronteriza Biden”.
Fue en este contexto que Biden anunció hoy que su vicepresidenta Harris (hija de migrantes) coordinará el esfuerzo estadunidense para controlar el flujo migratorio y subrayó que “esta oleada que estamos manejando empezó con el último gobierno, pero es nuestra responsabilidad manejarla de manera humana….”.
La tarea de Harris, declaró, es supervisar los esfuerzos diplomáticos estadunidenses con México y los países del triángulo del norte (Guatemala, El Salvador, Honduras) sobre asuntos migratorios y promover a la vez una estrategia de largo plazo para abordar “las causas de fondo” de la migración, y “ya estamos hablando sobre ello con México; ella ya lo ha hecho”.
Harris agregó que hay múltiples factores detrás de la migración y “mientras estamos claros en que la gente no debe venir a la frontera ahora… tenemos que abordar las causas a fondo”. Para ello, dijo, “colaboremos que México y otros países” del hemisferio, y en particular con el gobierno y organizaciones civiles en Guatemala, Honduras y El Salvador.
Desde un inicio, el gobierno de Biden ha reiterado que la solución al flujo inmigrante “irregular” no tiene solución en la frontera, sino que es necesario abordar los “problemas de fondo” sobre todo en Centroamérica y México como también a través de una reforma migratoria integral en Estados Unidos.
Pero durante las últimas semanas, el gobierno de Biden perdió el control de la narrativa y a la vez no se preparó lo suficiente para impulsar el giro en la política migratoria sobre todo en la frontera, y con ello se volvió vulnerable a la manipulación del tema por fuerzas antimigrantes y se ganó las críticas de agrupaciones defensoras de migrantes por su manejo, hasta ahora poco efectivo, de los menores de edad no acompañados.
Fue en ese contexto político en que Biden se encontró a la defensiva y en el cual se despacharon delegaciones de funcionarios a la frontera suroeste y esta semana a México y Guatemala y hoy se designó a Harris.
¿Crisis?
Pero según expertos, las dimensiones del flujo en la frontera hoy día aún son mucho menores al pico registrado en 2019, no son sorprendentes, y están muy por abajo (a la mitad) de los flujos a mediados de 2000 como durante la presidencia de Barak Obama en 2014 que sí llegaron a dimensiones de crisis.
De hecho, el incremento del flujo se inició en abril de 2020 cuando Trump ordenó expulsar a todo inmigrante interceptado en la frontera bajo el pretexto de la pandemia. Hoy día se sigue expulsando de inmediato a por lo menos un 72 por ciento de todos los interceptados cruzando la frontera -las cifras cuentan el número de expulsiones y no de individuos, o sea muchos (algunos cálculos son de un 30 por ciento) de los expulsados son la misma persona intentando cruzar múltiples veces, según un análisis el American Migration Council, la cual descarta que esta coyuntura “es única o sin precedente” al recordar las “oleadas” en 2014, 2016, 2018, 2019.
El Southern Poverty Law Center señala que no hay ninguna evidencia de que el mensaje de la Casa Blanca influya en los flujos, ya que durante el mensaje antimigrante de Trump se incrementaron dramáticamente los flujos. A la vez, Efrén Olivares, subdirector legal del proyecto de inmigración de la organización, señaló que “la gente no huye de sus hogares porque hay un nuevo presidente… lo hacen porque no tienen otra opción y frecuentemente porque su país de origen se ha deteriorado como resultado de décadas de políticas intervencionistas de Estados Unidos”.
La Oficina en Washington para America Latina (WOLA) ha documentado cómo los flujos empezaron a elevarse mucho antes de la llegada de Biden. El gobierno de Trump presidió sobre los flujos más grandes de migración en la frontera EU-México desde mediados de los dos mil”, reportó, algo que continuó durante sus últimos meses.
WOLA señala que dado que la abrumadora mayoría de los que migrantes que cruza son expulsados de inmediato, el nivel de los migrantes detenidos hoy día está muy por debajo del nivel de 2019, [la mejor serie de gráficas sobre el fenómeno: https://defenseassistance.org/files/wola_migration_charts.pdf].
“El influjo actual no es ni una emergencia de salud pública ni una amenaza a la seguridad nacional”, concluyó el Washington Post en un editorial, señalando que los mayores riesgos del incremento en el flujo migratorio “son políticos -para demócratas obligados a defender las políticas fronterizas de este gobierno…. y humanitarias para los menores no acompañados”.
“No es tanto una crisis en la frontera como una crisis de migración en Washington por la falta de voluntad política para abordar un sistema podrido”, resumió el corresponsal en la frontera del Dallas Morning News Alfredo Corchado para resumir el momento.
En espera
Varias de estas organizaciones y expertos critican la falta de preparación del nuevo gobierno de Biden y la ausencia de opciones más efectivas para atender el flujo en la frontera, pero señalan que el problema inmediato es resultado de las políticas antimigrantes de Trump que desmantelaron gran parte de la infraestructura y programas para atender a los menores de edad y solicitantes de asilo que llegan a la frontera.
El gobierno de Biden no deja de repetir que heredó un sistema de migración en la frontera “cruel” y caótico, y que el reconstruir programas y procesos efectivos tomará tiempo y por lo tanto solicita paciencia.
Desde que llegó Biden a la Casa Blanca se anunció un giro en la política migratoria incluyendo cancelar el programa “quédate en México” para decenas de miles de solicitantes de asilo que fueron obligados a esperar sus casos del lado mexicano de la frontera bajo un programa impuesto por Trump. Al igual, se anunció que sería prioridad reunificar familias inmigrantes con los hijos separados por órdenes del gobierno anterior y a la vez se ordenó que aunque se continuaría “removiendo” a todo inmigrante que interceptado cruzando la frontera, los menores de edad serían admitidos y sus casos atendidos incluyendo buscar reunirlos con familiares en Estados Unidos.
Pero por ahora los migrantes en camino, los solicitantes de asilo y los menores de edad que huyen de sus países se encuentran relegados, otra vez más, a ser piezas en un juego político en el cual no tienen voz ni voto y esperando que sus aliados en Estados Unidos logren cambiar el tablero.