Los campesinos, “expulsados de sus tierras, expropiados a empellones y por la fuerza formaban un proletariado libre y privado de medios de existencia. Y así, una masa de ellos fue convirtiéndose en mendigos, salteadores y vagabundos. De aquí que se dictase en toda Europa Occidental una legislación sangrienta persiguiendo el vagabundaje”.
En el siglo XVI nace lo que Immanuel Wallerstein llama “el sistema-mundo moderno… una economía-mundo capitalista”. La irrupción española en estas tierras es parte fundamental de la delirante desmesura con que los europeos pretendieron adueñarse del mundo (delirante y desmesura son adjetivos de Serge Gruzinski y Guy Rozat); es parte central de la creación de un mundo nuevo (en el que también serían actores protagónicos los indígenas mesoamericanos que en el siglo XVI abrieron a la agricultura vastas regiones de Aridoamérica y excavaron las minas de plata).
Este mundo nuevo está basado en nuevas y más violentas formas de explotación y opresión, que es el tema que quiero resaltar: la forma en que Hernán Cortés y otros cronistas españoles hablan de los macehuales nahuas, no es muy distinta de las formas en que las historias de fines de la Edad Media hablan de los siervos y de los campesinos. El monumental despojo agrario que resultará de la irrupción española en Mesoamérica y el sometimiento de miles y miles de personas al trabajo de las minas, las haciendas y los obrajes en la América septentrional española, es parte de un proceso general cuya versión británica es descarnadamente descrita por Carlos Marx en el capítulo XXIV de El capital (la cita inicial de este artículo).
La brutalidad ejercida por Cortés y sus amigos contra los nahuas en las matanzas de Cholula y el Templo Mayor o en tantos eventos en los que los propios cronistas españoles describen pueblos enteros cuyos habitantes son esclavizados, tras violar a las mujeres (aquí algunos ejemplos: https://cutt.ly/DxcxWFj) no es distinta de la brutalidad con que fueron despojados, violados, masacrados los comuneros de Castilla en 1521 o los campesinos en Alemania en 1525. Las descripciones del saqueo de Roma en 1527 no desmerecen de las del saqueo de Tenochtitlan en 1521.
No podemos negar que la derrota y destrucción de Tenochtitlan en 1521 fue una inflexión en nuestra historia. Las epidemias, la evangelización, la minería de plata, el paulatino ingreso de las sociedades de estas tierras a las dinámicas capitalistas y sus formas de explotación y discriminación, y muchas otras cosas, explican que durante tanto tiempo hallamos visto aquel 13 de agosto de 1521 como un parteaguas. Sin embargo, insistiré en mostrar que el proceso fue mucho más lento, complicado y difícil, y que tres siglos después todavía existían regiones y pueblos que no se habían sometido al dominio español.
Friedrich Katz ( Revuelta, rebelión y revolución: la lucha rural en México) encuentra esta voluntad de resistencia mucho antes de la irrupción española y asegura que la llamada conquista estuvo “vinculada a un gran levantamiento popular contra la élite gobernante prehispánica… Los conquistadores españoles pudieron precipitar y cubrirse en una ola de revolución social… Un movimiento dirigido contra los aztecas”. Aunque adelante matiza: “¿Eran estas revueltas… luchas por el poder entre estados rivales” o también tenían “demandas específicas vinculadas a los intereses de la población rural?” En las fuentes cuasindígenas (https://cutt.ly/XxccgDF) a primera vista “estas revueltas no aparecen como movimientos rurales, sino como intentos de recuperar el poder por parte de las clases superiores tradicionales.”
Katz revisa algunas rebeliones del periodo 1480-1510 y encuentra en ellas demandas contra la opresión de los tenochcas y sus clases gobernantes. Muestra dos momentos en que queda clara la renuencia de “las clases inferiores” a luchar en favor de los intereses de las clases dominantes: una, en la propia Tenochtitlan en 1427, cuando los macehuales rechazaron la guerra contra Azcapotzalco, que veían como una lucha por poder y dominio. La otra, en Cuetaxtla, donde los plebeyos se negaron a secundar la rebelión de sus gobernantes contra los mexicas, y pidieron perdón a éstos. “Las palabras que utilizaron eran notablemente similares a la terminología de los revolucionarios campesinos de muchas partes del mundo.”
Y esa “terminología” es sorprendentemente parecida a los enarbolados en 1519 por el “Cacique Gordo” de Cempoala o el senado de Tlaxcala (o en 1521 los señores de Chalco y Xochimilco) para sumarse a Cortés contra Tenochtitlan. ¿Noche triste? para Cortés y los rebeldes tlaxcaltecas, cempoaltecas, huexotzincas y otomíes. ¿Noche de la victoria? para los mexicas. ¿Por qué no le llamamos “noche de la huida”? Seguiremos…
Pd: sobre el Puente de Alvarado (la cobarde huida del capitán cruzando una de las zanjas de la calzada, dejando atrás a sus hombres, que murieron todos) y los opinólogos y telectuales que dicen que no hay tal cosa en las fuentes, les recomiendo asomarse al cargo VIII contra Alvarado en su juicio de residencia: https://cutt.ly/Rxcc9Fm