La poeta chilena Carmen Berenguer ha atestiguado desde su departamento las manifestaciones en la Plaza de la Dignidad, en Santiago, iniciadas en octubre de 2019, y casi quedó ciega por los gases lacrimógenos. “No he transado un segundo en términos de lenguaje literario. Es fundamental, pero al mismo tiempo lo es la injusticia que veo y tengo que escribirla”, afirma la también cronista.
En la antología Plaza tomada, poesía (1983-2020), presentada en la feria del libro UANLeer 2021, deja “un pequeño documento, fragmentos de una historia”, sostiene en entrevista quien vivió la “revuelta de la chaucha” en 1949, la batalla de Santiago en 1957, la victoria de Salvador Allende y el golpe que lo depuso en 1973, así como las manifestaciones contra la continuidad de Augusto Pinochet.
Berenguer (Santiago, 1946) menciona que la finalidad de su poesía es “dejar constancia de la vida no personal de los escritores, aunque está mezclada con lo personal; dejar un poco en claro que a lo que se vive es bueno darle cabida en la escritura”.
Refiere convencida que desde 1973 se propuso escribir lo que observaba, y “me tocó vivir en esa zona cero que hoy se llama Plaza de la Dignidad, donde en el año 83 comenzó con manifestaciones.
“Yo he sido una poeta que ama la palabra, los discursos y la verdad; soy una poeta que tomó una posición no de hacer una declamatoria directa, sino de utilizar muchos elementos del lenguaje para articular una poética de este tiempo”.
Sobre su tema, menciona: “Casi vivo en la calle porque mi ventana da a la plaza; me levantó y empiezo a mirar lo que está pasando ahí. Esa plaza nunca ha estado tranquila, ha sido motivo de tanta disidencia, inmoralidad, de alguna manera, y desigualdad. En ella se dio una ágora pública de distintas voces. Ahí llegaban los del futbol, las ciclistas, los motochorros. Todos llegaban a decir algo”.
Para ella, “la poesía es un ejercicio de condensar, de bajar la metáfora y los símbolos de las cosas. Y la crónica es decir lo que está pasando. Como los poetas José Martí, Rubén Darío, Pablo Neruda, Pablo de Rokha y Gabriela Mistral, que han sido mis maestros”.
Recuerda emocionada a Carlos Monsiváis: “Es un lujo de la palabra reflexiva, en tanto social y cultural. Fue muy importante. Para el espacio cultural que se fue generando acá en Chile, él es un lujo. Cuando recibí el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda en 2008, él fue uno de los jurados”.
Sostiene que Chile fue “el gran experimento social que devino en Salvador Allende y que luego fue denostado y sacado violentamente. Se impuso este sistema neoliberal y nos lo metieron en la cabeza a diario. Se tomaron todo. Son los dueños de Chile y son uno por ciento. Cuarenta años de un yugo brutal del que la gente no se daba cuenta, porque ellos utilizaron lenguaje enredado para decir que estaban en lo correcto.
“El pueblo chileno pasó por un espacio autoritario en la lengua. Se nos obligó a no decir palabras como ‘compañero’ y ‘pueblo’. Todo lo que habíamos ganado como espacio social, para atrás. Se impuso por medio de las redes comunicacionales, absolutamente empresas vendidas al capital. En Chile no tenemos libertad de expresión.
“Hubo escarnio contra la palabra hablada comprometida, que era de mala calidad, que no era buena. Pablo Neruda sólo escribió poesía comprometida en todo sentido de la palabra, en el metafórico, simbólico y realista. De Rokha, ¿qué decirte? Gabriela Mistral en México abrazó la causa de las mujeres, de los niños, de la lengua.
“Soy una gran lectora de estos autores y me dije: ‘¿Qué voy a escribir?, ¿El estilo francés? ¿Voy a pensar en Rimbaud?’ Estoy en Chile y tenía que escribir lo que veía. Escribí sobre Bobby Sands cuando la tragedia chilena con la dictadura. Yo no podía hablar en este país y me las arreglé con eso para hablar del hambre, porque la estábamos pasando. Ahora el pueblo chileno está pasando hambre.”
Dispararon a los ojos de jóvenes idealistas
El poema “Plaza de la dignidad”, incluido en el volumen editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León, lo escribió en Santiago y luego en la costa, porque los gases me atacaron los ojos. “De tanto ver esta plaza empecé a recordar mi pasado. En mi niñez pasamos por situaciones muy delicadas, muy complejas. Vivimos espacios extremos.
“Relato, como he hecho siempre, algunos pasajes de mi vida en forma directa, pero a través de mi tía Elsa, que pongo ahí. Un día yo tenía 15 años y la encontré en una manifestación. Eso me quedó grabado. Ella estaba gritando en favor de Salvador Allende. Tengo historias que son decidoras, fuertes. Y las voy escribiendo, no como un constructo general de mi vida, sino mezcladas desde mi experiencia con lo que voy observando.”
También incluye un poema a uno de los jóvenes cegados por la policía, “configurada en la época de Pinochet. No eran los carabineros antiguos que velaban realmente por la salud social de los chilenos, sino son los esbirros del capital. Disparaban a los ojos de los chicos jóvenes idealistas que salían a la calle.
“Gustavo Gatica fue el más emblemático; otros murieron en la plaza asesinados a golpes, o se cayeron en pozos. Hay presos en la cárcel sin causa alguna. Son muchachos de 16, 18 o 19 años, y muchachas también. Con las muchachas los abusos que ha habido. Las hacían sentarse en sentadillas, casi desnudas. Todo esa barbarie que hemos observado acá es brutal, es una dictadura.”