La búsqueda del poder puede convertirse en un terrible problema. Para que la democracia pueda sobrevivir, se requiere que los que compiten por el poder estén dispuestos a aceptar la derrota en las elecciones.
Lo anterior es verdaderamente difícil. Muchas veces los candidatos más populares tienen defectos profundos que parecen no mover el repudio general. En ocasiones, un candidato que pareciera detestable es elegido por la masa, y aquí es donde la democracia parece no tener un antídoto.
Son en estas circunstancias cuando deseamos que un poder superior defina al mejor abanderado, y ese es justamente el camino para acabar con la democracia. Cuando un líder sustituye la voluntad electoral, la democracia ya no tiene remedio.
Los demócratas deben aceptar la posibilidad de la derrota como parte del sistema. Si los comicios son legales y justos no necesariamente son sabios. Es aquí donde pareciera inevitable la desilusión y la rabia cuando resulta obvio que la decisión popular no es la mejor posible. Cuando eso sucede, los demócratas no sólo deben aceptar la derrota, sino que en el siguiente turno pueden obtener la victoria y haber sido vencidos no significa que sus expectativas queden canceladas.
Todo esto está unido a una convicción. Una democracia sana es la que tiene partidos políticos fuertes, que sean capaces de expresar las distintas corrientes de opinión e ideologías. México requiere no sólo elecciones libres y justas, sino fuerzas políticas fuertes. Requiere un partido liberal progresista, pero también requiere de un partido conservador. Así lo entendió Juárez, después de haber combatido y vencido a los conservadores. En 1867 propuso un plebiscito popular para devolver el sufragio al clero. Juárez declaró que esta iniciativa era una forma consciente de crear una vigorosa oposición y evitar que esta surgiera inevitablemente dentro de su propio partido, lo que acabaría por dividirlo y destruirlo. Quería que los conservadores volvieran a la arena política, pero no como lo hicieron, penetrando y corrompiendo el Partido Liberal, sino proponiéndole al pueblo un programa y una ideología distinta. En esta propuesta vemos el talento y la generosidad inteligente de Juárez y estos méritos no son considerados en su enorme valor cuando le rendimos homenaje.