Pocas veces ha establecido el cine un puente tan atractivo y sugerente entre la cultura oriental y la europea como el que presenta la obra de Tsai Ming-liang, realizador de origen malayo, radicado en Taiwán desde los 20 años. Basta identificar los vasos comunicantes entre sus películas ¿Qué hora es allá? (2001) y Rostro (2009), y el cine de François Truffaut, particularmente su primer largometraje, Los cuatrocientos golpes (1959), o los puntos de encuentro entre Lee Kang-sheng, comediante predilecto del cineasta, presente en todos sus trabajos, y Jean-Pierre Léaud, el emblemático protagonista juvenil del director de Besos robados (1968), y de sus respectivos personajes, ya memorables, Hsiao Kang y Antoine Doinel. Un asomo de mitología cinéfila instantánea.
De esa obra se conocen en México varios títulos (Rebeldes del dios Neón, 1992; El río, 1997, y El hoyo, 1998, entre otros), pero faltaba una visión de conjunto actualizada para poder aquilatar con justeza la gran variedad de innovaciones estilísticas y constantes temáticas del cineasta. Esa oportunidad la brinda hoy el espléndido trabajo de curaduría que, en colaboración con el propio realizador, ofrece la retrospectiva Tsai Ming-liang: cuerpos entregados, en el Festival Internacional de Cine de la UNAM (Ficunam) y que incluye, además de todos sus largometrajes, algunos cortos hasta hoy de difícil acceso, así como una selección hand-picked de películas favoritas del artista oriental y que son influencias notables en su obra: Campanadas de medianoche (Welles, 1965), No amarás (Kieslowski, 1988), Luces de la ciudad (Chaplin, 1931), Mouchette (Bresson, 1967), y naturalmente Los cuatrocientos golpes.
Una apuesta minimalista que conjunta a un tiempo la sobriedad narrativa de Bresson y el lirismo romántico de Truffaut para ofrecer imágenes desoladoras de una ciudad, Taipei, y de algunos de sus habitantes atrapados en espacios claustrofóbicos, siempre agobiados por inclementes lluvias torrenciales (El hoyo), o por sequías interminables (El sabor de la sandía, 2005), o por las rutinas laborales (Viva el amor, 1994), ante las cuales responden con el despliegue, no por callado menos intenso, de un erotismo transgresor que no conoce barreras de género (Rebeldes de un dios neón, Rostro, Days), ni el tabú del incesto (El río). El cine de Tsai Ming-liang invita a novedosas coreografías del deseo en un ritual de ligue erótico, en las calles o en una sala de cine, que tiene su punto culminante en la formidable Goodbye, Dragon Inn (2003), elegía de un tiempo perdido, de una forma de ver y de hacer cine, en amenaza hoy de extinción. De todas sus películas, tal vez sea esta hoy, en un tiempo de encierro y de cierres de salas de cine, la más pertinente y visionaria. Más de un espectador reconocerá en el misterioso virus que martiriza el cuello de Hsiao Kang en El río o en la plaga contaminante que afecta las tuberías de agua en los departamentos inundados de El hoyo las amenazas sanitarias o ambientales que hoy son noticia y dura vivencia cotidiana. No es un azar que sean justo las atmósferas de encierro en las cintas del taiwanés las que mayormente se evoquen en algunos relatos fílmicos relacionados con la actual pandemia del coronavirus.
En Afternoon (2015), documental a dos voces, Tsai Ming-liang, acompañado de Lee Kang-sheng, recapitula más de dos décadas de continua colaboración con el actor, a quien abiertamente reconoce como su cómplice artístico y compañero sentimental. La confidencia emotiva alude a un temor obsesivo a la enfermedad y a la muerte, a la brecha generacional con su ilusoria meta de una plenitud amorosa compartida, a la sensación de soledad atemperada por el contacto furtivo con otros cuerpos, y finalmente al trabajo en común como punto de encuentro afectivo entre dos seres. Esas inquietudes íntimas del cineasta coinciden con los temas dominantes en su obra, y regresan cinco años después de Afternoon, más pulidas aún y más intensas, en Days (2020), su trabajo más reciente, donde un Lee Kang-sheng ya maduro aparece como la encarnación virtual, el alter ego insustituible, del propio Tsai Ming-liang, ahora acompañado de un intérprete joven, Anong Houngheuangsy, masajista y bálsamo erótico en los días sin huella de este hombre taciturno. ¿Cómo no reconocer en el melancólico comercio sexual de estos dos hombres, tan afines y a la vez muy distantes, el eco de las insatisfacciones eróticas del joven protagonista de Rebeldes de un dios neón, No quiero dormir solo o Viva el amor? La vieja crónica de la desolación espiritual regresa, con brío renovado, al círculo de aquellos placeres clandestinos, soterradamente gozosos.
Tsai Ming-liang: cuerpos encontrados se puede ver en la plataforma MUBI. Programación del festival, sedes digitales y horarios: ficunam.unam.mx