Hasta hace un par de años, creímos que las probables causas de las siguientes guerras serían el petróleo o los minerales preciosos; sin embargo, cada vez se hace más probable que el motivo sea por el valioso “oro azul”, ya que, al estilo Mad Max, en quizá al menos 10 años el mundo entero se encontrará luchando por suministros de agua.
Y aunque pareciera poco probable, este vital líquido se hace cada vez más necesario, a pesar de que oficialmente no hay una guerra etiquetada como tal por agua. De acuerdo con datos de la Organización de Naciones Unidas, hasta 2018 se tenían detectados 263 conflictos internacionales como el de la Cuenca de Zambeze, la tragedia del Nilo, el drama del Volta en África, las batallas de Mali, Nigeria y el sureste chino, así como la confrontación en el Golfo de Bengala, en India; incluso en México se tienen registrados al menos 916 conflictos sociales derivados de la lucha por agua; como ejemplo tenemos el lago de Cuitzeo, ubicado en Michoacán, que pasó de cuatro metros de profundidad en 1946 a 20 centímetros en 2018.
La contaminación, la presión demográfica, el cambio climático y el uso descontrolado han comenzado a generar escasez, provocando carestía alimentaria y tensiones entre países, que a la larga podrán desembocar en guerras por agua; según el Centro Común de Investigación de la Unión Europea, durante el año pasado se identificaron zonas potenciales donde podrían comenzar estos conflictos bélicos presentando como foco de atención las regiones de los ríos Nilo, Indo, Tigris, Éufrates, Ganges y Colorado.
Desafortunadamente, el tema no es nuevo. Ya en 1995 el entonces vicepresidente del Banco Mundial, Ismail Serageldin, lanzó una de las primeras advertencias: “Si las guerras de este siglo se disputaron por el petróleo, las guerras del próximo siglo se librarán por el agua, a menos que cambiemos nuestro enfoque para administrar este recurso precioso y vital”.
Pareciera que nos acercamos cada vez más al funesto pronóstico donde el agua se convierta en un detonante para las guerras. A pesar de los esfuerzos realizados en años recientes, la escasez continúa en aumento; en datos de la Organización Mundial de la Salud, alrededor de 5 millones de personas podrían sufrir la falta de este vital líquido para el año 2050, y de acuerdo con el World Resources Institute, para 2040 nuestra realidad sería sumamente complicada, ya que éste prevé que al menos 14 de los 33 países de Oriente Medio se enfrenten a recortes de suministros de agua, así como Estados Unidos, China e India.
La pérdida de agua no sólo se debe a la sobrexplotación de ríos y mantos acuíferos, también es atribuida al cambio ambiental, lo que a su vez ha impactado en la reducción cada vez más evidente de las precipitaciones; tan sólo en 2011, el norte de nuestro país vivió una de las peores sequías en 70 años, al igual que España en 2017.
La preocupación es mundial, la herramienta de Alerta Temprana Global Agua, Paz y Seguridad (WPS), financiada por el gobierno holandés, y que fue presentada al Consejo de Seguridad de la ONU, combina variables medioambientales como las precipitaciones, las malas cosechas y los factores políticos, económicos y sociales para predecir el riesgo de conflictos violentos relacionados con el agua; predijo que probablemente diversos conflictos se producirían a partir de 2020 en Irak, Irán, Mali, Nigeria, India y Pakistán. Los desarrolladores afirman que la tasa de éxito en la identificación de zonas de enfrentamientos donde podrían ocurrir muchas muertes es de 86 por ciento. La herramienta se centra actualmente en los puntos conflictivos de África, Oriente Medio y el sudeste asiático.
Aplicar medidas es un reto que debemos asumir, ya que implica no sólo realizar acciones pequeñas en casa o en nuestras empresas, sino actividades a gran escala de organismos establecidos a nivel mundial e incluso de gobiernos nacionales; la escasez de agua debe enfrentarse de manera responsable y frontal.
¿Qué podemos hacer para comenzar a revertir la situación o al menos aminorarla? Ser conscientes, comenzar por pequeñas acciones; no sólo se trata de no contaminar, sino también de no desperdiciar, de dar el uso correcto a los recursos con los que aún contamos; de no ser consumistas, de pensar en el prójimo porque si no actuamos con sensatez y pensando en el futuro, pronto nos encontraremos en una realidad postapocalíptica donde la vida, la supervivencia y la guerra giran en torno a este preciado recurso: el agua.
“Olvidamos que el ciclo del agua y el ciclo de la vida son uno mismo.”
Jacques Y. Cousteau
* Analista en temas de Seguridad, Justicia. Si deseas recibir mis columnas en tu correo electrónico, suscríbete en http://eepurl.com/Ufj3n