Coatzacoalcos, Ver., Visitó el puerto que es pieza clave de uno de sus proyectos estelares, habló de becas y otros programas sociales en una escuela, se entierró los zapatos en un ejido donde han sembrado mangos, recibió en mano una cartulina con demandas de colonos pobres. Todo eso hizo Andrés Manuel López Obrador en su gira patriótica (18-21 de marzo), aunque lo que estaba en su agenda era escalar el choque verbal por las reformas que promovió a la Ley de la Industria Eléctrica.
En una bodega del puerto de Coatzacoalcos, Veracruz, habilitada por marinos para la rueda de prensa matutina, el jefe del Ejecutivo subió el tono y anticipó jugadas, mientras desde el otro flanco un juez federal concedía dos suspensiones definitivas en relación con el mismo número de juicios de amparo en curso.
Soltó entonces el reto a la máxima instancia judicial del país: “Si ganan los amparos, porque dominan intereses empresariales, si los jueces, magistrados y ministros no actúan con justicia –y habría que quitarle el nombre de Justicia a la Suprema Corte y ponerle de Derecho, o algo así– iría a presentar una iniciativa de reforma constitucional para dejarla (la ley eléctrica) como cuando estaba el presidente (Adolfo) López Mateos”.
En este tema, López Obrador cita con frecuencia el célebre texto con el que López Mateos fundamentó la nacionalización de la industria eléctrica.
El tema ya es central en la opinión pública y en la república de Twitter, pero el tabasqueño lo considera crucial: “Vamos a hacer este asunto un tema de debate nacional. Voy a estar informándole al pueblo…”
Y ya puesto en esa ruta la emprendió contra grandes consorcios (Bimbo y Walmart) y contra otros que, dijo, pagan menos que un hogar (Femsa, dueña de la cadena de tiendas de conveniencia Oxxo). “Les debería dar vergüenza” ampararse para seguir recibiendo subsidios, dijo.
Quizá ya preveía la posterior respuesta de esos gigantes empresariales (que rechazaron los señalamientos presidenciales con números y asumiéndose innovadores en materia de consumo eléctrico), cuando remató: “Hay muchos amparos y los que se acumulen, pero vamos a llegar hasta las últimas consecuencias, siempre en el marco de la ley”.
Una vez más, el Presidente insistió en que no busca expropiar, nacionalizar o irrespetar los contratos. Se trata sencillamente, argumentó, de poner fin a “excesos” que ponían en riesgo la viabilidad de la Comisión Federal de Electricidad.
Terminada la mañanera, el primer mandatario supervisó avances en la modernización del puerto de Coatzacoalcos, pieza importante de otros de sus proyectos estelares, que explica así: “No es hacer un canal, es rehabilitar los dos puertos, ampliarlos (Salina Cruz y Coatzacoalcos), y modernizar el ferrocarril, básicamente, con el añadido de reparar los ductos para transportar petróleo y gas de un océano a otro”.
Se trata, claro, del proyecto que lleva por nombre Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec.
Murat y los 100 años
Al salir de Coatzacoalcos, la caravana presidencial enfiló hacia el municipio José Azueta, Veracruz. Tras un buen trecho en terracería, llegaron a una parcela ejidal donde se habían instalado carpas, vallas, iluminación, mamparas y tarimas.
López Obrador caminó con el gobernador Cuitláhuac García y otros funcionarios por una parcela ejidal con mangos pequeñitos del programa Sembrando Vida.
A pesar de que es uno de los programas que más presume, en los días de esta gira ha expresado dudas sobre su continuidad e incluso sobre la sinceridad de sus beneficiarios. El jueves, por ejemplo, hizo un exhorto a los campesinos inscritos en Sembrando Vida: “Aprovechen este apoyo”, “no se confíen” y, sobre todo, “utilicen el jornal para sembrar árboles”.
La caravana avanzó otra media hora y llegó a Loma Bonita, Oaxaca. En esa zona y rumbo a Tuxtepec, donde continuará la gira este sábado, fue notorio el incremento de la vigilancia de la Guardia Nacional en distintos puntos del trayecto presidencial.
“Es la visita número 22 y queremos que pronto sea la 23”, celebró un feliz Alejandro Murat, para enseguida demoler su militancia priísta con una frase: “Tuvieron que pasar más de 100 años, desde Juárez y Díaz, para que un presidente volteara a ver el sureste, no con palabras, sino con hechos”.
Atención a olvidados
Y entre esos hechos, dijo López Obrador, está la atención particular que ha puesto a tres de las entidades que presentan mayores rezagos: Oaxaca, Guerrero y Chiapas. En estas entidades, dijo, “prácticamente todos los hogares reciben cuando menos un apoyo”.
Del recuento de los programas sociales fue saltando a su evidente cariño por Oaxaca; al elogio de los caminos que han construido las comunidades con el apoyo gubernamental (“son obras de arte”); a la historia de su abuelo veracruzano que trabajó en el campo hasta pasados los 90 años.
Luego volvió a los grandes proyectos. Aseguró que “se va a dejar todo este plan blindado, porque va a incluir el tren de Palenque, que servirá para unir el Tren Maya con el Istmo… Toda esta vía del ferrocarril es parte del plan, los dos puertos, los ductos para petróleo, para gas y los 10 parques industriales”.
Tabasco, Chiapas, Veracruz y Oaxaca, con la Secretaría de Marina, “van a ser los dueños de todo el complejo para que no haya retrocesos, que no pase el tiempo y luego se dé marcha atrás y empiecen a privatizar”, dijo, sin dar mayores detalles sobre el blindaje.
En la misma pieza oratoria se refirió al conflicto que tiene parada la autopista Oaxaca-Puerto Escondido (que reducirá el trayecto a dos horas y media).
Los comuneros de San Vicente Coatlán –lugar que presume haber tenido el primer ayuntamiento comunista del país, anterior al Alcozauca de Othón Salazar– tienen bloqueada la obra carretera por un viejo lío agrario que ha costado decenas de vidas.
El Presidente prometió que irá a visitarlos con el gobernador Murat para atender sus demandas, pero les solicitó levantar el bloqueo.
El domingo, López Obrador visitará Guelatao, cuna de quien considera el mejor presidente que ha tenido México. Ahí, por cierto, le espera otro conflicto entre comunidades.