A partir de este fin de semana la filmografía de Wong Kar-Wai, uno de los cineastas contemporáneos más influyentes, podrá ser vista como pocas veces. En pantalla grande y con el mejor sonido posible, gracias a la plataforma MUBI que, en alianza con Pimienta Films, pondrán a disposición del público mexicano siete de sus producciones más importantes, a propósito del aniversario 20 de In The Mood For Love (Deseando Amar, 2000), quizás el título más conocido y premiado del director nacido en Shangai, aunque adoptado por Hong Kong desde los cinco años.
Las obsesiones temáticas de Wong Kar-Wai, sin haberlo planeado, resultan hoy más pertinentes que nunca. La soledad, los encuentros fortuitos, el paso del tiempo, así como lo cíclico del amor y el desamor no sólo abundan en las películas elegidas para el festejo. Con una pandemia como telón de fondo, los elementos que se han convertido en leitmotiv a lo largo de sus más de tres décadas de carrera muestran el poder y la permanencia de su discurso en torno a las relaciones humanas, casi siempre retratadas desde la inconfundible óptica de Christopher Doyle, su cinefotógrafo recurrente.
Es, en gran medida, por sus valores visuales que la obra de Wong Kar-Wai se ha vuelto inconfundible, pero, a diferencia de lo fortuito que suele impregnar las relaciones entre sus personajes, nada es producto de la coincidencia cuando se trata de su colaboración con Doyle, quien inició su carrera hace casi 40 años, después de haber formado parte de trabajos tan disímiles, que van desde la industria petrolera india hasta arrear vacas en Israel, pasando por la medicina en Tailandia y el mundo marítimo a bordo de un barco que eventualmente lo llevó a conocer Hong Kong. Es ahí donde el australiano recibió su primera cámara y quedó prendado de lo que terminaría por convertirse en su trabajo más longevo.
Después de su debut en 1983 con Aquel día en la playa, de Edward Yang, el australiano fue rápidamente reclutado por Wong Kar-Wai para su ópera prima Days of being Wild, dando génesis a una colaboración que se ha extendido a lo largo de 30 años. Sin embargo, a pesar de ser parte de una de las duplas más emblemáticas del cine mundial, Doyle no sólo conserva la sensibilidad y la estilizada estética que los encumbró, sino también la humildad y sencillez de un alma joven.
A propósito de la retrospectiva dedicada a Wong Kar-Wai en MUBI y el circuito de salas independientes, platicamos con Christopher Doyle sobre su emblemática obra, las pulsiones detrás de su ininterrumpido ímpetu innovador, su compromiso con cineastas jóvenes y las razones por las cuales se niega a ser considerado un artista.
El mar es la vida
–¿Por qué dices que no eres un artista?
–Mira, todos me preguntan qué haría si no me dedicara al cine. Les respondo que regresaría al mar, porque tiene algo. Crecí junto al mar en Australia, después trabajé en un barco. Amo la energía del mar, sus cambios inesperados y las olas. Para mí de eso se trata la vida, del mar y no del cine. Casi nunca veo películas. Prefiero leer.
“Yo le creo al mar. Es 80 por ciento del planeta, así que seguramente tiene algo que decirnos, ¿no crees? Me inspira mucho salir y caminar cerca del mar de Hong Kong, aunque ya no es como era antes, porque en el trabajo que hacemos, nuestra relación y nuestras respuestas al espacio donde filmamos una película es la película en sí. El guion sólo es un plano. Los actores deben ser elegantes, nunca sobreactuar, pero finalmente el cine es nuestra respuesta al ambiente que nos rodea. Eso es lo que mejor nos comunica con la audiencia.”
–Pero si fuera tan sencillo como eso, cualquiera podría hacerlo. ¿Por qué te buscan a ti y no a alguien más los mejores cineastas?
–En mi experiencia, como alguien que ha trabajado en diferentes partes del mundo, lo que ocurre es que debes enfocarte, no ser arrogante. Si eres genuino, entonces todos los elementos llegan solos. Es algo hermoso. Me gusta colaborar con la gente local, filme donde filme. Si lo hiciera en México, o cuando lo he hecho en Argentina, donde he trabajado muchas veces, ¿sabes qué pasa?”
–No. No sé.
–Me convierto en Súper Chris. Y si Súper Chris puede hacer algo, entonces los demás se esforzarán por hacerlo mejor. Es la experiencia más bella en la vida y siempre sucede así, porque Súper Chris es comprometido y se preocupa.
“A él no le importa ser famoso, no es relevante porque igual va a trabajar más fuerte que la mayoría de las personas. En mi experiencia, cuando eso ocurre, todos intentan ser mejores que Súper Chris. Nunca falla.
“Este trabajo no se trata de egos. Es colaborativo, y aunque me toque ser quien debe centrar la película, siempre llega un equipo a hacer un trabajo espectacular. Soy creyente de eso; en Tailandia, Hong Kong o Sudáfrica, siempre es lo mismo. Así que mi trabajo es convertirme en Súper Chris. Así hemos hecho grandes películas, como In the mood for love (Deseando Amar), que, sinceramente, no es mi favorita.”
–¿No? ¿Cuál es tu preferida?
–La siguiente…
–¿Cómo es eso?
– Mi favorita siempre será la siguiente.
–¿Cuáles son los planes para la siguiente?
–Hay muchos, pero me interesa trabajar con mujeres directoras jóvenes, quizá con una mexicana. Pero, sobre todo, quiero trabajar con gente que, aunque no sepa un carajo de lo que está haciendo, sea a la que realmente le interese hacer algo diferente. Me gusta colaborar con jóvenes que ni siquiera han alcanzado su mejor momento pero que confían en su propia visión.
“Y sí, sé que tengo un nombre reconocido. Estoy muy orgulloso de ser quien soy y de estar en donde estoy ahora mismo, por eso no voy a desaprovechar mi talento en una pinche película de mierda en Hollywood. Quiero trabajar con directoras mexicanas, poner mi nombre al lado de directores jóvenes. Es lo que tenemos que hacer.”
Realizarse a través de otros
–Entonces, ¿qué es lo que te hace volver a trabajar con Wong Kar-Wai, que no es precisamente un talento nuevo? ¿O incluso con Jim Jarmusch y Gus Van Sant, que trabajan más cerca de Hollywood?
–Wong Kar-Wai y yo somos muy diferentes, pero poder realizarme a través de alguien más, como él, para mí es amor puro. Eso es el verdadero amor. De eso se trata y de nada más. Mi compromiso con él es como de un aprendiz. Aprendemos y confiamos el uno en el otro.”
–Entonces, ¿hacer cine se trata de tener esa confianza? ¿No hay nada más?
–No lo sé. Para mí se trata de la gente. Así tiene que ser. No es sólo un trabajo. No puede serlo, porque hacerlo debe involucrar a alguien que te importe. Como Wong Kar-Wai, Jarmusch o Van Sant. Son personas que quiero, y eso debemos transmitirlo a los más jóvenes, a los que están en las escuelas de cine. Deben crear una conexión y poder confiar mutuamente, porque sólo así se logra hacer una película verdaderamente personal. Ese es el mensaje más importante.”
–Pero tú ya hiciste esas conexiones. Has hecho muchas películas personales. Entonces, ¿por qué sigues haciendo lo que haces si ya conseguiste ese objetivo?
–Porque quiero ser mejor de lo que soy. Quiero ser quien ustedes creen que soy. Pero no te preocupes, porque sé que lograré ser aún mejor de lo que creen que soy capaz.
–¿Esa es la razón para seguir? ¿Demostrar que puedes ser mejor?
–No. La razón es simple. Es porque sólo a través del cine siento que quizá, quizá, quizás el público sentirá nuestro amor. Se sentirán amados. De eso se trata el cine. El cine es para compartir.
“Lo siento. Creo que debo detenerme. Siento que voy a llorar.”