En la región de América Latina y el Caribe casi todos los países tuvieron caída en la demanda de pescados y mariscos entre 40 y 75 por ciento el año pasado debido a la pandemia. Esto fue debido al cambio en los hábitos de consumo: bajó la alimentación con productos frescos y de alto valor económico, y aumentó la de productos más baratos y conservas, como el atún enlatado, señaló Lina Pohl representante de FAO en México.
En el reporte Lecciones de una pandemia: Poniendo en prueba la resiliencia del sector pesquero mexicano, coordinado por Ethos Laboratorio de Políticas Sociales y Enviromental Defend Fund México (EDF), Pohl destacó que en la región la pesca y la acuicultura tienen un elevado impacto social, económico y nutricional ya que el 85 por ciento de las capturas de pescados y mariscos que llegan a las mesas de los hogares de la región provienen de la pesca ribereña. Además de que es el medio de vida de 1.8 millones de familias.
Explicó que la pesca extractiva industrial se afectó al interrumpirse la normal circulación y operación de sus tripulaciones, mientras que la ribereña ha sufrido de una manera más homogénea en toda la región pues, a causa de la pandemia, ha disminuido su demanda por el cierre de mercados y restaurantes.
Destacó que por cada empleo recuperado en la pesca se generan tres indirectos por lo que la economía local se fortalece con la pesca, hay interés de ampliar el marco normativo y políticas públicas para la pesca, incluso “se habla de un sembrando vida para el mar”.
En la presentación del reporte, Andrés Cisneros de la Universidad de Columbia Británica, mencionó que se espera una reducción de 50 por ciento en las capturas en el océano Atlántico, mientras que en el pacífico sería del 5 por ciento, variación que se debe a los efectos del cambio climático. Las aguas del atlántico se empiezan a calentar más, puntualizó.