Durante la expropiación petrolera, “México fue el país de sus mujeres, de sus niños, de todos los que pudieron llegar a ofrecer su amor y voluntad para lograr la libertad y la soberanía de todo el pueblo”; en esa época destacó sobre todo la lucidez y fortaleza de Amalia Solórzano, esposa del presidente Lázaro Cárdenas, dijo la socióloga Raquel Sosa Elizaga durante su participación en el ciclo de conferencias que con motivo del 83 aniversario de esa gesta histórica organizó la dirección de inclusión de Petróleos Mexicanos.
Las actividades, que este miércoles tuvieron como tema Mujeres, hombres y literatura en la expropiación petrolera, incluyeron también la presencia de Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica, quien habló de la participación popular en la expropiación petrolera, la literatura y testimonios históricos; se realizó un cine debate a cargo de la Filmoteca de la UNAM, y cerró la conferencia Memoria de la Expropiación Petrolera en el Archivo Histórico de la Ciudad de México, a cargo del director de esa instancia, Juan Gerardo López Hernández.
En su intervención, la directora general del Organismo Coordinador de las Universidades para el Bienestar Benito Juárez García recordó que conoció, admiró y quiso durante muchos años a doña Amalia Solórzano de Cárdenas.
“Su figura singular, elegante, discreta, destaca por su enorme lucidez y su tino de identificar y apoyar con todo lo que le fuera posible las causas fundamentales de la transformación de nuestro país. Hasta sus 97 años de vida, doña Amalia conservó la frescura de su juventud y su respeto y admiración por quien fuera su esposo y una figura extraordinaria en la historia del siglo XX de nuestro país.”
Los cambios que ocurrieron en la vida de esta pareja “fueron vertiginosos desde el principio. El general Cárdenas pasó de gobernador a secretario de Gobernación, dirigente del Partido Nacional Revolucionario y candidato a presidente; sobrevivió a las crisis políticas que se sucedieron al fin de la segunda década del siglo y, en particular, actuó con prudencia, determinación y sin tacha cuando debió enfrentarse a la rebelión cristera y a la escobarista”.
Todas las situaciones complejas que se vivieron en aquellos años turbulentos, añadió la académica, “pusieron a doña Amalia como protagonista en la escena pública. La primera, en el impulso a la iniciativa presidencial de voto a las mujeres, al frente de un comité femenino en pro de los derechos de la mujer, en 1937. El sufragio femenino, sin embargo, no pudo concretarse.
“La situación de la República española se agravó en esos mismos años y doña Amalia tomó a su cargo la recepción de niños refugiados y, junto con el general, les procuró abrigo, protección y educación. La defensa de la República y la solidaridad con su causa dejaron una profundísima huella tanto en México como en España.”
Sosa Elizaga detalló que a medida en que avanzó la acción del gobierno cardenista, “la presencia de doña Amalia se hizo más constante y visible. A su discreción sumó la eficacia de sus acciones y fue, en todo, compañera y aliada de un régimen que no cesó de ensanchar el horizonte de los derechos de los trabajadores y mirar por la soberanía nacional.
“Entre 1936 y 1937 se produjeron, además de entregas masivas de tierras a los campesinos y la consolidación de la educación socialista, el fortalecimiento de los movimientos campesino y obrero. Las nacionalizaciones de la industria eléctrica y de los ferrocarriles encontraron una formidable fuerza organizada de respaldo. No es extraño que a esta fuerza se sumara la cultura, y que bajo la conducción de artistas e intelectuales como Silvestre Revueltas, Juan de la Cabada, José Mancisidor y Ermilo Abreu Gómez adquiriera prestigio e influencia la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios.”
La socióloga compartió con los presentes un relato de la propia Amalia Solórzano, a propósito de esa noche del anuncio de la expropiación, de vuelta en su casa, cuando el general pidió el apoyo de su mujer con estas palabras:
“El general me dijo: ‘Chula, creo se debe invitar a la mujer a una participación directa y motivarla en este momento en que es urgente la presencia de todos los mexicanos. Hay que hacer labor en las escuelas, en las familias, en fin, en un llamado nacional’. Así fue como se convocó a una colecta para pagar la deuda de la expropiación. Era una ayuda más bien simbólica pero ¡cómo fue de hermosa la respuesta!”
Sosa consideró que “la potencia del acto de expropiación petrolera se consumó como manifestación del inmenso amor y empatía largamente logrados por el presidente de la República con su pueblo organizado. No se trató de un frío evento de gobierno. No fue, tampoco, sólo estallido de una fuerza obrera organizada. Fue, sobre todo, la expresión del amor familiar, de la presencia del gobierno en cada familia, en cada casa, de la convicción de un ‘todos somos uno’ que rompió prejuicios, distancias, fronteras, formas de ser y de estar en la patria. México fue el país de sus mujeres, de sus niños, de todos los que pudieron llegar a ofrecer su amor y voluntad para lograr la libertad y la soberanía de todo el pueblo.
“Muchos años después, doña Amalia recordaba con pena aquellos momentos de gloria del ser con todos y para todos. Los gobiernos que sucedieron al general no sólo se alejaron de su ideario, sino que se empeñaron afanosamente en destruirlo. Muchos actos de memoria como éstos, del día de hoy, hacen todavía falta para devolver a doña Amalia la sonrisa de la esperanza y de la dignidad viva que el general representó.”
Raquel Sosa concluyó citando unas palabras de Amalia Solórzano, que en 1995 dedicó a la memoria del general Cárdenas: “Sólo quedan aquellos por los que un día dijiste: ‘no más descalzos, desnudos, analfabetas’. Ellos sí, aún están. Lo que tuvieron se los quitaron: sus tierras, aguas, sus animales, aquellas casas humildes que se llamaron escuelas, sus azadones, sus mulas para labrar la tierra, todo desapareció. Cuando vieron ya no les quedaba nada”.