El posicionamiento del Vaticano en contra de los matrimonios entre personas del mismo sexo –por considerar que Dios “no puede bendecir el pecado”– deja ver la existencia de un “frente” conservador dentro de la Iglesia católica que se resiste a las políticas de apertura del papa Francisco, señaló Bernardo Barranco, experto en temas de religión.
A pesar del aval del pontífice a estas uniones en el ámbito civil, la llamada Congregación para la Doctrina de la Fe dejó claro en su comunicado del lunes que el sacramento del matrimonio religioso no está permitido para las parejas del mismo sexo, lo cual técnicamente no significa una contradicción.
Sin embargo, ambas posturas sí muestran “dos actitudes y dos estados de ánimo cultural diferentes: la de Francisco es una actitud abierta, sensata y sensible a los cambios de la sociedad, y la de la congregación es de intolerancia y cerrazón” ante dicho fenómeno, apuntó Barranco.
De acuerdo con el experto, la negación del matrimonio para los grupos de la diversidad sexual bien puede ser un mensaje para la Conferencia del Episcopado de Alemania, donde están ganando terreno “posturas audaces” sobre el rol de la mujer en la Iglesia, el aborto, la eutanasia y las uniones religiosas entre personas del mismo sexo.
También muestra que dentro del Vaticano existe un “frente anti-Francisco” integrado por facciones conservadoras que han presentado una “feroz oposición” al Papa, entre ellas grupos religiosos de Europa y América del Norte, así como de la propia curia romana.
Jaime López Vela, fundador del colectivo Agenda LGBT, consideró que este aparente cambio discursivo sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo “es un atentado más contra las poblaciones de la diversidad sexual en todo el mundo”, que manda un “mensaje desolador” en un entorno de pandemia en el cual se esperaba una postura de compasión y solidaridad.
“El gran riesgo es que este discurso legitima agresiones y crímenes de odio, porque lejos de llamar a la solidaridad, la igualdad y la libertad, lo que está haciendo (la Iglesia católica) es arrogarse una vez más el derecho de definir quiénes somos legítimos y quiénes no”, lo cual seguirá incidiendo en la pérdida de fieles de dicho culto.