En mi tierra, que, como todo mundo sabe, es Saltillo, se acostumbra repetir desde hace mucho que los oriundos de aquí: de músicos, poetas y locos todos tenemos un poco. Primero, confirmo a plenitud esta triple caracterización. Segundo, creo que ésta no es exclusiva de mi pequeño pero excepcional ámbito terrícola que ustedes pueden fácilmente ubicar por medio de estas coordenadas: 25° 26’N 101°DO’.
Me siguen llegando mensajes a los que Eduardo Camacho Suárez les llamó paráfrasis. Así se firma él: parafraseador. Me permití seleccionar, acortar algunas propuestas o corroborar el autor al que le eran asignadas, aunque esto me reste lugar para poder seguir insistiendo sobre los Trump y los Macedonios.
Todo el que quiera continuar enviándome perlas de sus saberes e ingenios, habré de hacerles un campito para que los que ya no somos los mismos, cuando menos seamos más. Si desconozco o dudo de la fuente, dedico tiempo a confirmarlas o pido mayores datos al autor, pero toda paráfrasis culterana, ingeniosa y picante será bienvenida para que nos ayude a cargar esta cruz. El humor del bueno es la mejor vacuna contra el desánimo y la desesperanza. ¡Vaya que nos será útil inocularnos unos a otros!
Hagamos un ensayo con la enjundiosa colaboración del amigo Camacho. Abramos boca con tres citas atribuidas a don Jesús de Nazaret: “Vacunaos los unos a los otros”. “Dejad que las vacunas se acerquen a mí”. “Bienaventurados los vacunados, porque de ellos será el reino de los bien-inoculados”. Julio César: “Vine, vi… y me vacuné.” Ricardo III: “Mi reino por una vacuna”. Napoleón: “Que 140 millones de vacunas nos contemplen”. Goethe: “Una vacuna compartida es una doble alegría”. Sor Juana Inés: “No me vacuno para vivir más, sino para contagiar menos”. Bernard Shaw: “Mientras más conozco al Covid, más amo a la vacuna”. William Ward: “El pesimista se queja, el optimista espera el cambio y el realista se vacuna”. Lutero: “Si quieres salvar al mundo, descubre el hombro y vacúnate”. Faustino Sarmiento / Francisco de Goya: “La vacuna con aguja entra”. Marx y Engels: “Proletarios del mundo, vacunaos”. Lennon: “Hagamos la vacuna y no la guerra”. Alfonsina Storni: “Te ando buscando, vacuna, que ya llegas”.
Pero basta por hoy de “paráfrasis”. Así llamó don Eduardo Camacho a estos juegos verbales que les he venido presentando y que tienen como autores a miembros de la multitud que comparten optimista, ingeniosa y, estoy seguro que, también con efectos curativos, esta voluntad, esta gana de superar la bronca colectiva que nos tiene tan agorzomados. Dediqué media mañana para corroborar que la clasificación como paráfrasis fuera correcta y, desde mi personal punto de vista, no lo es puntualmente, pero ciertamente está más cerca de la definición que calambur, paronimia, polisemia, homonimia y otras más figuras del lenguaje. Hasta ahorita, yo propongo: paráfrasis: el acto de aprovechar una expresión que, por quien la haya pronunciado y las circunstancias en las que lo haya hecho, al paso del tiempo se ha tornado del dominio público y, además, facilitadora para la comunicación eficaz de una idea, de una opinión del momento actual, pues para su entendimiento y aceptación es válida su carga histórica.
Mi propósito, en este lunes, era intentar un strip-tease sobre los consorcios farmacéuticos imperantes. Mismos que en nada envidian a la industria bélica mundial o a la de los gigantes de la comunicación interespacial. Cada uno es tan, o más importante y poderoso, que los propios estados nacionales en los que habitan y son, hoy por hoy, responsables directos de lo que nos vaya sucediendo. Se me acabó el espacio y me conformo con dar a conocer algunas características de las principales investigaciones, experimentos, fórmulas, infusiones, brebajes, caldos, mezclas, conjuros, que la ciencia y la crematística científica han concebido para la supervivencia universal, en el orden y jerarquía que a ellos más les conviene. Transcribo este cuadro citando como es debido la fuente original: Jama Infoabe. Quienes deseen el link completo me los hacen saber y lo remito de inmediato.
Quedo debiendo un último pataleo sobre la candidatura de don Félix Salgado y unas dolencias por la desaparición de un hombre al que siempre quise imitar, doblar, ser como él: Enrique González Rojo. Y una mujer que, por absurdas circunstancias, jamás pude hacer mi amiga: Isela Vega. Y un propósito: quiero conocer a Hellen, conocida como “la reinota”. Hablar con ella y compartir causas, razones, arrojos.
Twitter: @ortiztejeda