La noche del 19 de noviembre de 1965, en el Club Suizo ubicado en la colonia del Valle, 500 personalidades de las letras, las artes y la ciencia de México se reunieron para rendir homenaje a don Arnaldo Orfila Reynal. Entre los asistentes, el maestro Jesús Silva Herzog, Fernando Benítez, Guillermo Haro, Elena Poniatowska, Carlos Fuentes, Enrique González Pedrero, Víctor Flores Olea, Carlos Monsiváis y Vicente Rojo.
Don Arnaldo había sido cesado dos semanas antes como director del Fondo de Cultura Económica (FCE). No hubo explicación. Orfila rechazó indignado la compensación monetaria que le ofrecieron. La causa la sabíamos todos. El grotesco despido era el remate de la campaña iniciada en su contra desde febrero por la grisácea Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística que consignó, penalmente, ante la Procuraduría General de la República, el libro Los hijos de Sánchez, del antropólogo Oscar Lewis.
Las acusaciones eran absurdas: la obra utilizaba un lenguaje obsceno y soez, ofrecía escenas impúdicas y opiniones calumniosas, difamatorias y denigrantes contra el pueblo y gobierno de México. El juez desestimó las acusaciones. Por esas fechas, Orfila Reynal publicaría también Escucha, yanqui. La revolución en Cuba, de Charles Wright Mills, en el contexto del asedio creciente de Estados Unidos a la isla. Una obra que suscitó controversia y un clásico instantáneo sobre la época, justo por lo que apuesta un editor.
El día de su despido, Poniatowska ofreció a Orfila y a su esposa, Laurette Séjourné, su casa como hospedaje. Se convirtió pronto en la sede de una nueva editorial: Siglo XXI Editores. Esa fue la respuesta al autoritarismo del presidente Gustavo Díaz Ordaz. Entre 1945 y 1947, don Arnaldo dirigió en Buenos Aires la primera filial del FCE. De 1948 hasta 1965 fue su director general. En 80 años: las batallas culturales del fondo (https://www.amazon.com.mx/80-a%C3% B1os-batallas-culturales-Fondo-ebook/dp/B00MYKS8DK), Gerardo Ochoa Sandy sintetiza su legado: publicó 891 títulos y creó siete colecciones: Breviarios, Lengua y Estudios Literarios, Letras Mexicanas, Arte Universal, Vida y Pensamiento de México, Sicología, Siquiatría y Sicoanálisis y Colección Popular. Y abrió los horizontes: inauguró dos sedes en Sudamérica (Santiago y Lima) y otra en Madrid. El fondo: el embajador cultural de México.
Orfila tenía 68 años cuando se fundó Siglo XXI y era el editor más importante en lengua española. En 1985 publicó el catálogo general con motivo del 20 aniversario. El reporte: 21 colecciones, mil 700 títulos, 6 mil ediciones, un tiraje de 20 millones de ejemplares. Hombre de trabajo, incluyó la lista de quienes laboraban en la empresa en México, España y Colombia.
En 1990, a los 93 años de edad, don Arnaldo dejó la dirección. Tomó su lugar Jaime Labastida. Treinta años después, el sucesor pregona que la editorial no valía nada cuando la asumió. En realidad, se dedicó a destruirla. El catálogo precisa que en 1966 el sello arrancó con 300 accionistas. Serían 572 en 1985. Labastida se dedicó a ahuyentarlos y se apropió de 58 por ciento de las acciones. Volvió un proyecto cultural colectivo en su empresa privada. Las acaba de vender a un consorcio chihuahuense dedicado a la mercadotecnia.
No se ruboriza al decir que llegaron a tocar a su puerta para comprárselas. Nunca les avisó a los accionistas. Les notificaron, consumados los hechos, vía electrónica. Leguleyo, el poeta alega que no tenía por qué rendirles cuentas. Le llegó el momento de jubilarse, declara ufano, para lo cual se habría embolsado siete millones de dólares. Niega la cifra, pero oculta el monto de la transacción por razones de “confidencialidad”. Insolente, acusa a quienes lo denuncian de no haber aportado nada al proyecto del cual se apropió, a sus espaldas. Incluso los desprecia y reta. Todo es legal, repite una y otra vez. Estamos por verlo. Junto a ello, lo esencial: el dilema ético.
Eso, la ética, es el cimiento de la cultura de México: Sierra, Vasconcelos, Torres Bodet, Paz, Fuentes, Monsiváis. Larga es la lista. Eso no parece importarle a este filósofo pequeño,que acabó siendo un ladronzuelo silencioso “apegado a la ley”, que hasta nos exige se lo agradezcamos.
Esta nueva “batalla cultural” del viejo sabio Orfila apenas comienza. No le falló a México. No le vamos a fallar. Y un consejo a los miembros de la Academia Mexicana de la Lengua, que Labastida encabeza: cuiden sus carteras.