Luego de la vergonzosa caída de Donald el Cavernario, que parecía llevar a su país directo al fascismo, fuimos muchos los que llegamos a pensar en el regreso de Estados Unidos a sus mejores tiempos, como un país democrático y respetuoso del derecho internacional, al que lo había llevado el presidente Roosevelt hace 80 años, pero desafortunadamente no es el caso. Unos días después de tomar posesión de la Casa Blanca, el presidente Joe Biden mostró que si bien las maneras serían diferentes, en el fondo los objetivos de su gobierno serán los mismos que en los pasados 70 años, que con distintas modalidades han caracterizado a los gobernantes de este nuevo imperio surgido a mediados del siglo XX, que considera que tiene el derecho a juzgar e imponer su voluntad sobre las naciones latinoamericanas. ¿Por qué el gobierno de Venezuela es una dictadura y el de Brasil en cambio no lo es, como tampoco lo fue el de Pinochet, en Chile?
Es evidente que, para ellos, la calificación de dictadura se la pueden adjudicar a cualquier gobierno decidido a utilizar los recursos que constituyen el patrimonio nacional de sus países para beneficiar a la población, en lugar de permitir que las empresas estadunidenses se apoderen de ellos y los utilicen para el beneficio de sus dueños. En el fondo, este es el caso de Venezuela con sus cuantiosos recursos petroleros, tal como lo fue el caso de Chile con el cobre y el de Cuba, utilizada por los gánsteres de Chicago para instalar casinos y prostíbulos que les dejaran enormes ganancias. Gobiernos a los que en su tiempo se acusó de comunistas, tal como ahora los señalan de dictaduras para justificar sus actividades subversivas en esos países.
Igualmente, llama la atención que hace tres días Biden se atreviera a decir que Cuba “sigue siendo un país terrorista” al que se debe castigar por ello. Pareciera que el nuevo presidente de Estados Unidos no se ha enterado de que durante la presente epidemia este país ejemplar ha enviado médicos a apoyar a otras naciones en la lucha para salvar vidas. ¿Es eso acaso propio de un gobierno terrorista? En su libro The brothers: John Foster Dulles and Allen Dulles, el reconocido escritor e historiador estadunidense Stephen Kinser señala que en la década de 1950 estos dos personajes ordenaron miles de actos terroristas y asesinatos, buena parte de los cuales fueron cometidos en Latinoamérica.
¿Por qué a nosotros aún no nos lanzan una ofensiva señalando al gobierno mexicano como una dictadura? Hay dos razones para ello: la primera se relaciona con la fuerza política que mostró el presidente López Obrador al ganar las elecciones de 2018 con mas de 70 por ciento de los votos en una elección inobjetable, lo cual impide que el gobierno estadunidense lo califique de “dictadura”, ya que otras naciones actuarían como un dique contra ellos. La segunda, y más importante por ahora, es que la reforma energética de Peña Nieto entregó nuestros recursos petroleros y energéticos a las empresas extranjeras, principalmente estadunidenses, de manera que por ahora ya estamos alineados con sus deseos y objetivos. El conflicto dará inicio cuando el actual gobierno pretenda echar para atrás esa reforma.
A lo largo de los últimos 70 años, las políticas de la Casa Blanca, con presidentes republicanos y demócratas, empezando por Dwight Eisenhower, han derrocado a más de una decena de gobiernos latinoamericanos pequeños e inofensivos por el terrible delito de no plegarse a las órdenes e intereses de las empresas estadunidenses, como fue el caso del gobierno de Guatemala presidido por Jacobo Árbenz, utilizando para ello a mercenarios y traidores como el coronel Carlos Castillo Armas, que contratado por la empresa United Fruit se apoderó del gobierno de Guatemala para defender los intereses de quienes se habían dedicado a explotar a los propios guatemaltecos.
Por su importancia en el contexto actual de la epidemia de Covid-19, me permito presentar un fragmento de una nota de Facebook que recibí en días pasados:
“Ayer dio inicio el proceso de vacunación contra la terrible enfermedad del Covid-19 en la CDMX, tres alcaldías fueron seleccionadas para la fase de arranque: Cuajimalpa, Magdalena Contreras y Milpa Alta. Como vecinos de la primera, acudimos mi esposa y yo, previa consulta en el portal de la CDMX, al centro de vacunación que nos fue asignado y ya recibimos la vacuna. Estoy gratamente sorprendido del grado de organización, orden y limpieza del proceso prácticamente perfecto. No corrupción, no amenazas, no sobornos, no preferencias, no arrogancias, no empujones, no insultos, no coerción, no represión ni ningún otro de todos aquellos ancestrales vicios a los que pretendieron acostumbrarnos...
“En la madrugada del domingo 14 de febrero, aterrizaron en la CDMX, desde el otro lado del planeta, 870 mil dosis de la vacuna de AstraZeneca, mismas que unas horas más tarde habían sido distribuidas en todo el país por personal del Ejército Mexicano (...). Vaya, pues, mi admiración, reconocimiento y agradecimiento a todos aquellos involucrados en esta colosal empresa, iniciando, obviamente, con AMLO.”
* Director del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa