Santiago. La estatua en bronce que retrata al general Manuel Baquedano montado sobre su corcel Diamante, y que en 1879 comandó al ejército chileno en la Guerra del Pacífico contra Perú y Bolivia, fue retirada la madrugada de ayer de la plaza homónima en el centro de Santiago, en lo que analistas consideran como una nueva derrota para el presidente Sebastián Piñera por la incapacidad gubernamental de mantener el control de los espacios públicos.
Mauricio Morales, académico de la Universidad de Talca, sostiene que hay dos interpretaciones simultáneas acerca del retiro. Uno, el argumento de la restauración dado formalmente ante el deterioro de la estatua y, dos, las causas del deterioro, derivadas de las sucesivas jornadas de protestas y manifestaciones desde octubre de 2019.
“Es ahí donde recae la responsabilidad del gobierno. Su deber es garantizar el orden público y no ha sido capaz de hacerlo. En lugar de restituir el estado de derecho, se ha limitado a condenar a los violentistas y a llamar a la oposición a hacer lo mismo. Eso no resuelve el problema estructural y de fondo que tiene el gobierno, y que equivale a la falta de autoridad y reconocimiento de parte de la ciudadanía, que prácticamente lo considera ilegítimo”, afirmó.
Marco Moreno, cientista político de la Universidad Central, aseveró que “esto hay que verlo como derrota política. La Moneda (sede del gobierno) no fue capaz de mantener lo que había pensado, que era no ceder ante la presión de grupos que actúan con violencia, que tampoco podemos aceptarlo, más allá de que sea la estatua. Pero en el trasfondo lo que estaba significando era profundizar una tensión política en la que el ejército estaba involucrado y podía generar más conflicto de cara a los procesos que tenemos por delante”.
La posesión de la estatua y de la plaza Baquedano –rebautizada Dignidad después del estallido social de octubre de 2019 y epicentro de las multitudinarias protestas que se sucedieron por meses y fueron sólo apaciguadas por la pandemia– se convirtió otra vez desde inicios de este mes en asunto crítico tras reactivarse las marchas y los choques entre policías y manifestantes, especialmente luego de que el viernes 5 de marzo se prendió en torno a su base una feroz fogata alimentada por neumáticos como combustible, en un intento fallido por destruirla. Posteriormente, el 8 de marzo, durante la marcha por el Día Internacional de la Mujer, encapuchados de uniforme blanco y provistos de herramientas eléctricas procuraron cercenarle las patas metálicas al corcel, en otro esfuerzo fallido por tumbarla, impedido por las manifestantes y por la represión de carabineros.
El incendio al que fue sometida la estatua del general –en cuyo expediente figura también haber participado en 1869 al mando de tropas en la sangrienta guerra de despojo de tierras del Estado chileno contra el pueblo mapuche– provocó una inmediata y destemplada declaración oficial del ejército, el cual afirmó que “los cobardes desadaptados que cometieron este acto indignante y repudiable para todos nuestros compatriotas son antichilenos, porque desconocen la historia y en su ignorancia son incapaces de descubrir el extraordinario aporte que el general Baquedano, junto a miles de soldados chilenos, entregaron al país, al integrar extensos y valiosos territorios del norte, que hoy nos enorgullecen y son muy importantes para Chile”.
La declaración agregó que “en reiteradas ocasiones el ejército ha puesto en alerta acerca de la necesidad de retirar y trasladar el monumento para evitar su vandalismo. Hoy es urgente someterlo a reparaciones y restaurarlo adecuadamente, de manera que recupere la dignidad que merece una figura tan relevante en la historia nacional”.
Semejantes afirmaciones pusieron en aprietos al propio gobierno, primero por su beligerancia y porque suponían sobrepasar el principio de no deliberación al que están sometidas las fuerzas armadas, y también porque envalentonaron a dirigentes del oficialismo, quienes azuzaron a mantener el control de la plaza a toda costa. Incluso se llegó a proponer una guardia permanente a cargo de los militares.
Finalmente, el miércoles 10, el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), tras examinar técnicamente la efigie, en cuya base se encuentra además la Tumba al Soldado Desconocido, decidió que era conveniente quitarla para practicarle reparaciones.
Pero para la historia contemporánea de Chile y los registros del alzamiento social, ya son icónicas las miles de imágenes que retratan la plaza, a Baquedano y su caballo capturados por miles de manifestantes y con una bandera del pueblo mapuche flameando sobre la cabeza del militar.