El sotocoro del templo de Santiago Apóstol, en Nurío, Michoacán, era una prueba de la colaboración que en ocasiones existía entre las comunidades indígenas con las autoridades religiosas y civiles durante la Colonia, sostiene el historiador Antonio Ruiz Caballero.
El investigador y docente, quien realizó estudios en el inmueble, rechaza la idea de que “las comunidades indígenas siempre tuvieron un papel pasivo y de víctimas. Cuando uno revisa la documentación indígena, nos damos cuenta de que ellos tuvieron agencia; es decir, negociaban permanentemente con los otros actores sociales, con el cura, con el obispo, con las autoridades civiles”.
Esta dinámica en ocasiones producía conflicto, “pero en otras hay colaboración; entonces, el encargo de esta obra, este sotocoro, me parece una prueba de la colaboración que en ocasiones existía, del entendimiento que podía haber entre las autoridades religiosas y las comunidades indígenas.
Destaca: “Es importantísimo tener en cuenta a las autoridades de la comunidad. No tenemos sus nombres, por el momento, pero son las que debieron estar de acuerdo con el obispo y con el párroco para la elaboración de esta obra”.