Si el mundo de los drones llegó para quedarse, ¿cómo podemos defendernos de ello? Para Naief Yehya, autor de Mundo dron: breve historia ciberpunk de las máquinas asesinas (Debate, 2021), la principal manera de defenderse es mediante la concientización de que “estamos cada vez más a la merced de mentes ajenas, maquinales, humanas y corporativas”.
Para eso, no hay que ver la tecnología como una caja negra, aunque el escritor reconoce que “hay partes imposibles de no ver como tal, por la enorme complejidad que tienen ya los dispositivos que usamos a diario”, expresa el entrevistado. Mundo dron es, entonces, un “llamado de atención” en el sentido de apropiarse de las herramientas y dejar de ser llevados por esta corriente tan poderosa, tan inquietante, que es la tecnocultura”.
El libro también es una advertencia en términos de que “avanzamos por el terreno de la dronificación de la guerra, al convertirla en un proceso burocrático, en que la opinión y los deseos humanos cada vez parecen más irrelevantes”. Según Yehya (Ciudad de México, 1963) es fundamental darse cuenta que “estas guerras cada vez serán más comunes. Cada vez hay más países que tienen vehículos aéreos no tripulados para llevar a cabo desde misiones bélicas hasta policíacas o de represión interna. Cada vez vemos más drones, tanto en el narco como entre la policía fronteriza”.
Mundo dron... reúne varios ensayos centrados en una idea cinematográfica, “la imagen del dron como una máquina a control remoto, capaz de desplazarse sin un control inmediato directo, sino más bien puede trasladarse por el aire con cierta ilusión de autonomía. En este libro traté de rastrear los orígenes del dron en el imaginario, más que en la ideología. Cómo el vehículo aéreo no tripulado llegó a convertirse en una máquina de cazar seres humanos. Cómo llegamos, no sólo a aceptarla, sino de desearla, incluso, normalizarla en campos de bata-lla reales”.
De acuerdo con Yehya, la idea de considerar al dron protagonista en el escenario bélico y, por lo tanto, cultural y emocional, aparece en noviembre de 2002, cuando Estados Unidos manda, con éxito, el primer vehículo aéreo no tripulado a destruir un blanco controlado desde una posición remota. Es cuando el autor, ingeniero industrial de formación cae en cuenta que son máquinas poseedores de una capacidad que las hace diferentes, inclusive, de los misiles que pudieran ser inteligentes también, o cualquier otra arma que hasta el momento se utilizaba en los campos de batalla.
–Para usted, ¿cómo es el mun-do dron?
–Ya tenía varios años de pensar en que avanzábamos hacia una especie de zombificación del mundo que, ahora, con Zoom, y la zoombificación, vino a confirmar mis ansiedades, porque me parecía que cada día caminábamos más por las calles controlados por una mente extraña que estaba incorporada a los chips de nuestro teléfono que nos conectaba con Internet.
“De repente esta sociedad de consumo, embebida en las maravillas tecnológicas, seguía viviendo sus vidas, aunque ya casi como ausencias. Es decir, vivíamos la inmediatez mediatizada a través de lo que interpretábamos por nuestro propio teléfono.
“Para mí esta idea se conecta con el dron, un avión que, al no llevar tripulantes, realmente no ve lo que hay a su alrededor, sino que una mente en otro lugar controla las trayectorias, los objetivos y desplazamientos. En fin, un poco como lo que sucede con los teléfonos: interpretamos el mundo según lo que vemos en la pantalla y después lo cotejamos, para validarlo con lo que vemos en la realidad.”