Bruselas. La mayor parte de los gastos previstos por las mayores economías del mundo para la recuperación del Covid-19 no son ecológicos, lo que pone al mundo en camino de invertir miles de millones de dólares en reforzar las industrias contaminantes, según un informe de la ONU y la Universidad de Oxford.
La pandemia desencadenó el año pasado la mayor contracción desde la Segunda Guerra Mundial, provocando un gasto sin precedentes de los gobiernos para salvar a sus economías.
Pero a pesar de que muchos líderes se han comprometido a "reconstruir mejor" y a utilizar el dinero de la recuperación para luchar contra el cambio climático, hasta ahora se están quedando cortos.
De los 1.9 billones de dólares que las 50 mayores economías del mundo anunciaron en gastos de recuperación para finales de 2020, sólo el 18% -unos 341 mil millones de dólares- puede considerarse ecológico, de acuerdo al reporte de la Universidad de Oxford y el Programa de la ONU para el Medio Ambiente.
"En muchos casos, los gobiernos han llevado adelante juegos políticos", dijo a Reuters el autor del informe, Brian O'Callaghan, investigador principal del Proyecto de Recuperación Económica de la Universidad de Oxford.
"Hemos visto ejemplos de líderes que utilizan pequeños paquetes ecológicos para dominar los titulares, mientras impulsan silenciosamente paquetes mucho más grandes sin que se comenten sus características medioambientales".
Las naciones ricas fueron las que más gasto verde realizaron, entre ellas España, Corea del Sur, Alemania y Gran Bretaña.
La mayor parte de la financiación verde se destinó al transporte, como subvenciones a los vehículos eléctricos e infraestructura para bicicletas. La energía baja en carbono también se benefició, mientras que Estados Unidos y China destinaron dinero a los parques públicos.
Los autores señalaron "un conjunto creciente de pruebas" de que el gasto fiscal ecológico puede generar mayores beneficios económicos que las alternativas tradicionales.
Los investigadores también instaron a los países ricos a usar el dinero de la recuperación para apoyar a las naciones más pobres y a las comunidades marginadas, que se han visto afectadas de forma desproporcionada por las muertes inducidas por el Covid y por las repercusiones económicas, como la pérdida de puestos de trabajo.