La ola feminista es imparable. Tiene dinámica propia, entenderla es central para no incurrir en reduccionismos que pretenden explicar las movilizaciones como resultado de intereses ajenos a las reivindicaciones que enarbolan las mujeres.
El machismo sistémico no surgió espontáneamente. Es una estructura social y cultural construida con valores y prácticas que privilegian a los hombres en detrimento de las mujeres. Este proceso tiene muy larga data, y su constitución epistemológica se ha filtrado transversalmente en la sociedad. El machismo es un sistema de dominación, que minusvalora y oprime a las mujeres al punto de hacer inseguro para ellas el entorno en el cual se mueven cotidianamente. La hostilidad contra ellas es asfixiante; por tanto, sus gritos denuncian con fuerza la realidad que cada día deben padecer.
¿Cómo llegamos a la edificación del contexto social y cultural del machismo dominante? No hay espacio para intentar responder la pregunta. Pero sí es posible afirmar que la punta visible del iceberg machista tiene una base inmensa que sustenta al monstruo. La bestia se alimenta con cada acción que violenta simbólica y físicamente a mujeres de todas edades y condición económica. Deconstruir el ominoso entorno que sobaja a la población femenina exige diagnóstico del mal y acciones que lo vayan disminuyendo constantemente.
Explicar la desesperación, rabia, exigencia de resultados, consignas y contundentes movilizaciones alrededor del 8 de marzo como resultado de la manipulación o fruto de intereses políticos es invisiblizar las causas de las demostraciones públicas de quienes levantan la voz para defender dignidad y derechos. Es claro que hay personajes y sectores interesados en sacar provecho del movimiento feminista, y ven la oportunidad de obtener raja política de la creciente marea femenina que inunda calles y redes sociales. El genial cartón de Hernández, publicado anteayer, pinta en toda su hipocresía y desfachatez a los feministas súbitos y oportunistas (https://www.jornada.com.mx/2021/03/ 08/cartones/3). Sin embargo, los interesados en hacer crecer su capital político a costillas de las miles de mujeres movilizadas carecen de la capacidad para organizar acciones como las expresadas en la Ciudad de México y por todo el país. La creatividad femenina evidenciada, por ejemplo, para usar en su favor el muro de vallas erigido para resguardar Palacio Nacional, supera con creces el acartonamiento y conservadurismo ideológico de los pretendidos manipuladores.
El centro de las manifestaciones feministas es contra el machismo que las lesiona sistemáticamente. Intentar otra explicación es disminuir desde el patriarcado la capacidad de las mujeres para identificar el nudo que las coloca en desventaja y vulnerabilidad. Afirmar, con el fin de deslegitimar al movimiento, que detrás de las exigencias del feminismo se pasea el tutelaje de maniobreros ajenos a los intereses de las mujeres, no solamente es un desacierto, sino que incurre en paternalismo denigrante de quienes reclaman una vida libre de violencia patriarcal.
En desafortunada declaración, el Presidente de la República afirmó que la consigna de romper el pacto patriarcal (exigencia de distintas activistas) es una expresión importada, lo que, desde su visión, descalificaría las movilizaciones que considera provocadas por el conservadurismo de sus adversarios. Difícilmente hay movimientos plenamente autóctonos, que no tengan ligas e influencia de otros lugares epistemológicos. En el mundo globalizado circulan y se intercambian por diversos colectivos todo tipo de bienes e imaginarios simbólicos. La cuestión no es si la consigna mencionada viene de fuera, sino si la misma ha sido hecha suya por mujeres que instan a desarmar la complicidad de las redes patriarcales. Es decir, la apropiación de algo llegado de afuera tiene lugar cuando la propuesta “fuereña” toca fibras sensibles en personas que se identifican con la frase que sintetiza sus anhelos. El atrincheramiento cognitivo, amurallarse mentalmente y desacreditar a las, supuestamente, seducidas por ideas extrañas es idealizar el aldeanismo. Además, quien esté libre de “contaminaciones” cognitivas externas que tire la primera piedra.
Durante la edad de oro del nacionalismo revolucionario priísta se demeritaban los movimientos bajo el señalamiento de sucumbir ante ideas exóticas. Lo de afuera se miraba como disolvente y contrario a la idiosincrasia nacional. El movimiento cultural del grupo Contemporáneos (surgió a mediados de los años 20 del siglo pasado) fue estigmatizado por su cosmopolitismo y alejamiento, consideraban sus críticos, de las raíces mexicanas. En 1951, José Luis Cuevas se lanzó contra el aislacionismo cultural en el manifiesto La cortina de nopal y el establishment ideológico le cayó encima. Ahora y frente al proteccionismo intelectual las mujeres deciden qué generan y qué adoptan, lo cierto es que se niegan a las directrices patriarcales.